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SYNODUS EPISCOPORUM

ADDRESS OF PAUL VI
TO THE EPISCOPAL CONFERENCES
OF THE AMERICAN CONTINENT

11 - 25 October 1967

 

Beloved Sons and Venerable Brothers,

With heartfelt affection, We welcome you once again, and We renew the assurance of Our sincere gratitude to you, for absenting yourselves from your diocesan duties in order to assist Us with your wise counsel and prudent advice.

Together, you represent the North American Continent, to which the world looks as a model of peaceful coexistence of nations, and of generous friendship among good neighbors. During Our visits to your vast countries, We have admired the industry, warmth, hospitality and kindness of your peoples, and We pray that an ever closer brotherhood and love may bind them to each other, and to all the peoples of the world, for international peace and the progress of mankind.

To you and your colleagues in the various Episcopal Conferences, to the clergy and faithful entrusted to your care, We affectionately impart Our prayerful Apostolic Blessing.

* * *

Amadísimos y Venerables Hermanos en el Episcopado, de América Central,

Con Nuestro cordial saludo os expresamos también una viva complacencia por la preciosa aportación que estáis dando al desarrollo del Sínodo Episcopal del que tanto bien esperamos para la Iglesia de Dios.

Estos días os proporcionan la ocasión feliz de estudiar cuestiones de sumo interés, de vivir en un vértice de caridad jerárquica, de compenetraros con vínculos de amistad fraterna, ofreciendo vuestras dotes de inteligencia y de celo pastoral, vuestras experiencias, a nuestra gravísima tarea de ministerio universal, a la Iglesia entera y a su misión de santidad y de apostolado en el mundo. Os agradecemos profundamente vuestra colaboración.

Al recordaros en los campos de trabajo que la Providencia os confió queremos deciros, ante todo, que estamos con vosotros, que merecéis Nuestro aplauso y Nuestro aliento por el esfuerzo generoso, coordenado y decidido que hacéis y haréis, teniendo la mirada y el corazón abiertos a los problemas urgentes e implorantes de vuestras Diócesis, a todas las necesidades espirituales de vuestras Patrias, intensificando y adaptando el sagrado apostolado a las crecientes necesidades de los tiempos y a las legítimas exigencias de la sociedad actual.

Son muchas y variadas vuestras preocupaciones. Las compartimos con vosotros: la juventud, los seminarios, la familia, la desproporción entre los medios humanos al alcance y las metas que se han de lograr. Pero, con serenidad, confianza y optimismo, con la colaboración de vuestros abnegados sacerdotes, religiosos y religiosas, con el apoyo de tantas fuerzas generosas del laicado, con la gracia de Dios, con Nuestra Bendición para vosotros y para cuantos se asocian a vuestras solicitudes pastorales, para vuestros fieles, proseguid en el camino en el que Cristo es punto de partida, guía y culmen.

* * *

Amadísimos Señores Cardenales y Venerables Hermanos en el Episcopado de América del Sur:

Constituye para Nuestro corazón un vivo consuelo este breve encuentro con vosotros que Nos permite expresaros un deferente y afectuoso saludo, manifestaros Nuestra profunda gratitud por vuestra presencia y colaboración en los trabajos del Sínodo Episcopal, y aseguraros el interés particular con que seguimos vuestras tareas pastorales en unas Naciones a las que, en Nuestro ministerio apostólico, reservamos un puesto de particular consideración.

Nos percatarnos de los vastos y urgentes problemas que vuestro celo pastoral afronta en América: preservar y consolidar la fe, remediar la carestía del clero, intensificar la instrucción religiosa, defender la santidad de la familia, difundir la prensa católica; son éstas cuestiones cada día más insoslayables y que el pasar del tiempo, con la misma evolución de la vida moderna, agravaría si no se contribuyese a remediarlas con medidas proporcionadas a sus dimensiones, con espíritu de colaboración continental, con enérgica y clarividente decisión, con inmensa confianza en la Providencia a la que los esfuerzos humanos han de ofrecer ocasión para su asistencia misericordiosa.

Contemplamos el precioso patrimonio de fe y los signos de vitalidad que caracterizan vuestras naciones. Pero no es una contemplación estática. De ella deriva un esperanzador optimismo que Nos hace pensar siempre en las tierras benditas de América como depositarias de ricos tesoros del espíritu con que ha de abrillantarse cada día más la Iglesia de Dios.

Bien sabemos que estáis empeñados en una nobilísima y a veces ardua tarea con la ayuda insustituible del clero y de los religiosos y con el apoyo de seglares ejemplares. En vuestro camino encontraréis Nuestra plegaria, Nuestro aliento, Nuestra Bendición, la que otorgamos a vosotros, a cuantos participan en vuestras empresas apostólicas y a los amadísimos pueblos de América del Sur.

                                   



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