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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA XXX JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

[DOMINGO 19 DE MAYO DE 1996]

Tema: «Los medios de Comunicación social:
un ámbito moderno para la promoción de la mujer en la sociedad»

 

Queridos hermanos y hermanas:

El tema de la Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales de este año —"los medios de comunicación social: un ámbito moderno para la promoción de la mujer en la sociedad"—, reconoce que las comunicaciones sociales desempeñan un papel crucial no sólo para promover la justicia y la igualdad de las mujeres, sino también para incrementar el aprecio hacia sus dones específicos, lo que ya tuve ocasión de indicar como "el genio" de las mujeres (Cfr. Mulieris dignitatem, 30; Carta a las Mujeres, 10).

El año pasado, en mi Carta a las Mujeres, procuré dar comienzo a un diálogo, especialmente con las propias mujeres, acerca de lo que significa ser mujer en el día de hoy (cfr. n. 1). Indiqué también alguno de los "obstáculos que, en tantas partes del mundo, impiden todavía la plena inserción de las mujeres en la vida social, política y económica" (n. 4). Se trata de un diálogo que el mundo de las comunicaciones sociales puede —y sin duda debe— promover y apoyar. Es de alabar que los comunicadores a menudo se constituyan en defensores de los que no tienen voz y de los marginados. Ellos se encuentran en una posición privilegiada para estimular también la conciencia social en referencia a dos serias cuestiones relativas a la mujer en el mundo actual.

En primer lugar, como hice presente en mi Carta, a menudo se penaliza a la maternidad en vez de gratificarla, no obstante que la humanidad deba su propia supervivencia a aquellas mujeres que escogieron ser esposas y madres (cfr. n. 4). Ciertamente es una injusticia discriminar, desde el punto de vista económico o social, precisamente aquellas mujeres por seguir su vocación fundamental. Igualmente llamé la atención sobre la urgente necesidad de alcanzar en todas las áreas: un mismo salario para igual trabajo, protección adecuada a las madres trabajadoras, justa promoción en la carrera, igualdad entre esposos en el derecho de familia y el reconocimiento de todo lo perteneciente a los derechos y deberes del ciudadano en un sistema democrático (cfr. n. 4).

En segundo lugar, el progreso de una genuina emancipación de la mujer es una cuestión de justicia, que no cabe ignorar por más tiempo; es también una cuestión de bienestar social. Afortunadamente se da una conciencia cada vez mayor de que las mujeres han de poder desempeñar su papel en la solución de los graves problemas de la sociedad y de su futuro. En cada área, "se valorará cada vez más la mayor presencia de la mujer en la sociedad, porque contribuirá en poner de manifiesto las contradicciones de una sociedad organizada sobre criterios de eficiencia y productividad y obligará a formular de nuevo los sistemas en función de los procesos de humanización que caracterizan la 'civilización del amor'" (Ibid. n. 4).

La "civilización del amor" consiste, especialmente, en una radical afirmación del valor de la vida y el valor del amor. Las mujeres están especialmente calificadas y privilegiadas en ambas áreas. En referencia a la vida, aunque las mujeres no sean las únicas responsables en la afirmación de su valor intrínseco, se encuentran en posición única para ello, a causa e su relación íntima con el misterio de la transmisión de la vida. En cuanto al amor, las mujeres poseen la capacidad de llevar a todos los aspectos de la vida, incluyendo los más altos niveles de toma de decisión, aquella calidad esencial de la femineidad que consiste en la objetividad de juicio, templada por la capacidad de comprender en profundidad las exigencias de las relaciones interpersonales.

Los mass media —que incluyen la prensa, el cine, la radio y la televisión, así como la industria musical y las redes informáticas— representan un foro moderno en donde la información se recibe y transmite rápidamente a un auditorio global, y en donde se intercambian ideas, se forman actitudes —y, en realidad, en donde se configura la nueva cultura—. Estos medios están por lo mismo destinados a ejercer una poderosa influencia en la determinación de si una sociedad reconoce y valoriza plenamente no tan sólo los derechos, sino también los dones especiales de la mujer.

Tristemente hay que reconocer que muchas veces los mass media explotan a la mujer en vez de enaltecerla. Son muchas las veces en que se la trata no como persona, con una dignidad inviolable, sino como objeto cuya finalidad es la satisfacción de los apetitos de placer o de poder de otros ¡Cuántas veces se minimiza, e incluso se ridiculiza, el papel de la mujer como esposa y madre! ¡Cuántas veces el papel de la mujer en el mundo de los negocios o de la vida profesional se presenta como una caricatura masculina, una negación de los dones específicos de la perspectiva femenina, compasión y comprensión, que tanto contribuye a la "civilización del amor"!

Las mujeres pueden hacer mucho para promover una mejor aproximación de la mujer misma a los mass media: promoviendo programas educativos a través de estos medios, enseñando a los demás, especialmente a las familias, a constituirse en usuarios capaces de discernir en el mercado de los mismos medios, dando a conocer sus puntos de vista a las compañías de producción, a los periodistas, a las redes de transmisión y a los anunciantes en referencia a programas, publicaciones, que ofendan la dignidad de la mujer o rebajen su papel en la sociedad. Es más, las mujeres pueden y deben prepararse a sí mismas para asumir posiciones de responsabilidad y creatividad en los medios de comunicación social, no en concurrencia o imitando los papeles masculinos, sino imprimiéndoles, en el propio trabajo y en su actividad profesional, su genio específico.

Sería bueno que los mass media focalizasen las verdaderas heroínas de la sociedad, incluyendo a las mujeres santas de la tradición cristiana, como modelos para las generaciones jóvenes y futuras. No podemos olvidar, al respecto, la multitud de mujeres consagradas que lo han sacrificado todo para seguir a Jesús y dedicarse a la plegaria y al servicio de los pobres, los enfermos, los analfabetos, los jóvenes, los ancianos, los minusválidos... Muchas de estas mujeres trabajan en los medios de comunicación social, haciendo que "el Evangelio sea predicado a los pobres" (cfr. Lc 4, 18).

"Mi alma engrandece al Señor" (Lc 1, 46). La bienaventurada Virgen María empleó estas palabras para responder al saludo de su prima Santa Isabel, en realidad reconociendo así las "grandes cosas" que el Señor obró en ella. La imagen de mujer que transmiten los mass media debiera incluir el reconocimiento de que todo don femenino auténtico proclama la grandeza del Señor, del Señor que comunicó la vida y el amor, la bondad y la gracia, del Señor que es fuente de dignidad e igualdad de la mujer, y de su especial genio.

Hago votos para que esta 30ª Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales anime a todas las personas comprometidas en los medios de comunicación social, especialmente los hijos e hijas de la Iglesia, a que promuevan el genuino progreso de los derechos y de la dignidad de la mujer, proyectando una imagen que tenga en cuenta su lugar en la sociedad y que evidencie "la plena verdad sobre la mujer" (Carta a las mujeres, n. 12).

Dado en el Vaticano, el 24 de enero de 1996

JOANNES PAULUS PP. II



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