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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

XII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
5-26 de OCTUBRE 2008

La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia


Este Boletín es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico.
Las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

05 - 06.10.2008

RESUMEN

- PRIMERA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2008, POR LA POR LA MAÑANA)
- SEGUNDA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2008, POR LA POR LA TARDE)

PRIMERA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2008, POR LA MAÑANA)

- RIFLEXIÓN DEL SANTO PADRE

En apertura de la Primera Congregación General de esta mañana, lunes 6 de octubre de 2008, después de la lectura breve de la Hora Tertia, el Santo Padre Benedicto XVI ha tenido la siguiente reflexión:

Queridos Hermanos en el Episcopado,
queridos hermanos y hermanas,

al comienzo de nuestro Sínodo la Liturgia de las Horas nos propone una parte del gran Salmo 118 sobre la Palabra de Dios: un elogio de ésta, su Palabra, expresión de la alegría de Israel por poder conocerla y, en esa, poder conocer su voluntad y su rostro. Quisiera meditar con vosotros algunos versículos de este trozo del Salmo.
Empieza así: "In aeternum, Domine, verbum tuum constitutum est in caelo... firmasti terram, et permanet". Se habla de la solidez de la Palabra. Ésta es sólida, es la verdadera realidad sobre la cual fundar su propia vida. Recordemos la palabra de Jesús que sigue las palabras del Salmo: "Los cielos y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará jamás”. Humanamente hablando, la palabra, nuestra palabra humana, es casi una nada de la realidad, un suspiro. Apenas pronunciada, desaparece. Parece ser nada. Pero ya la palabra humana tiene un fuerza increíble. Son las palabras que luego crean la historia, son las palabras que dan forma a los pensamientos, los pensamientos de los cuales viene la palabra. Es la palabra que forma la historia, la realidad.
Una vez más la Palabra de Dios es el fundamento de todo, es la verdadera realidad. Y, para ser realistas, tenemos que contar precisamente con esta realidad. Debemos cambiar nuestra idea de que la materia, las cosas sólidas, que se tocan, serían la realidad más sólida, más segura. Al final del Sermón de la Montaña el Señor nos habla de las dos posibilidades para construir la casa de nuestra vida: sobre la arena o sobre la roca. Sobre la arena construye quien construye sólo las cosas visibles y tangibles, sobre el éxito, sobre la carrera y sobre el dinero. Aparentemente éstas son las verdaderas realidades. Pero todo esto un día pasará. Lo vemos ahora en la caída de los grandes bancos: este dinero desaparece, no es nada. Y así todas estas cosas, que parecen la verdadera realidad con la cual contar, son realidades de segundo orden. Quien construye su vida sobre estas realidades, sobre la materia, sobre el éxito, sobre todo lo que es apariencia, construye sobre la arena. Únicamente la Palabra de Dios es el fundamento de toda la realidad, es estable como el cielo y, más que el cielo, es la realidad. Por esto, debemos cambiar nuestro concepto de realismo. Realista es quien reconoce en la Palabra de Dios, en esta realidad aparentemente más débil, el fundamento de todo. Realista es quien construye su vida sobre este fundamento que queda permanente. Y así estos primeros versículos del Salmo, nos invitan a descubrir qué es la realidad y a encontrar de esta manera el fundamento de nuestra vida, cómo construir la vida.
En el versículo siguiente se lee: "Omnia serviunt tibi". Todas las cosas vienen de la Palabra, son un producto de la Palabra. "Al principio era la Palabra". Al principio el cielo habló. Y así la realidad nace de la Palabra, es "creatura Verbi". Todo está creado desde la Palabra y todo está llamado a servir la Palabra. Esto quiere decir que toda la creación, al final, está pensada para crear el lugar de encuentro entre Dios y su criatura, un lugar donde el amor de la criatura responda al amor divino, un lugar en el que se desarrolle la historia del amor entre Dios y su criatura. "Omnia serviunt tibi". La historia de la salvación no es un pequeño evento, en un planeta pobre, en la inmensidad del universo. No es una cosa mínima, que sucede por casualidad en un planeta perdido. Es el móvil de todo, el motivo de la creación. Todo está creado para que exista esta historia, el encuentro entre Dios y su criatura. En este sentido, la historia de la salvación, la alianza, precede la creación. En el período helenístico, el judaísmo desarrolló la idea de que la Torá habría precedido la creación del mundo material. Este mundo material habría sido creado sólo para dar lugar a la Torá, a esta Palabra de Dios que crea la respuesta y se convierte en historia de amor. Aquí aparece ya de forma misteriosa el misterio de Cristo. Es lo que nos dicen las Cartas a los Efesios y a los Colosenses: Cristo es el protòtypos, el primero nacido de la creación, la idea por la cual es concebido el universo. Él acoge todo. Nosotros entramos en el movimiento del universo cuando nos unimos a Cristo. Se puede decir que, mientras la creación material es la condición para la historia de la salvación, la historia de la alianza es la verdadera causa del cosmos. Llegamos a las raíces del ser llegando al misterio de Cristo, a esta su palabra viva que es el fin de toda la creación. "Omnia serviunt tibi". Sirviendo al Señor, realizamos el objetivo del ser, el objetivo de nuestra propia existencia.
Demos ahora un salto: "Mandata tua exquisivi". Nosotros estamos siempre en busca de la Palabra de Dios. Ésta no está simplemente presente en nosotros. Si nos detenemos en la forma, entonces no hemos comprendido realmente la Palabra de Dios. Existe el peligro de que veamos sólo las palabras humanas y que no encontremos dentro al verdadero actor, el Espíritu Santo. No encontramos en las palabras la Palabra. San Agustín, en este contexto, nos recuerda a los escribas y a los fariseos consultados por Herodes en el momento de la llegada de los Magos. Herodes quiere saber dónde nacería el Salvador del mundo. Ellos lo saben, dan la respuesta justa: en Belén. Son grandes especialistas, que conocen todo. Y, sin embargo, no ven la realidad, no conocen al Salvador. San Agustín dice: indican el camino a los demás, pero ellos mismos no se mueven. Éste también es un gran peligro en nuestra lectura de la Escritura: nos detenemos en las palabras humanas, palabras del pasado, historia del pasado, y no descubrimos el presente en el pasado, el Espíritu Santo que nos habla hoy en las palabras del pasado. De esta manera no entramos en el movimiento interior de la Palabra, que esconde y abre las palabras divinas en palabras humanas. Por esto siempre tenemos la necesidad del “exquisivi”. Debemos buscar la Palabra en las palabras.
Así pues, la exégesis, la verdadera lectura de la Sagrada Escritura, no es solamente un fenómeno literario, no es solamente la lectura de un texto. Es el movimiento de mi existencia. Es moverse hacia la Palabra de Dios con las palabras humanas. Sólo cuando nos ajustamos al misterio de Dios, al Señor que es la Palabra, podemos entrar en el interior de la Palabra, podemos encontrar verdaderamente en palabras humanas la Palabra de Dios. Oremos al Señor para que nos ayude a buscar no sólo con el intelecto, sino con toda nuestra existencia, para encontrar la palabra.
Al final: "Omni consummationi vidi finem, latum praeceptum tuum nimis". Todas las cosas humanas, todas las cosas que nosotros podemos inventar, crear, son finitas. También todas las experiencias religiosas humanas son finitas, muestran un aspecto de la realidad, porque nuestro ser es finito y comprende siempre sólo una parte, algunos elementos: "latum praeceptum tuum nimis". Sólo Dios es infinito. Y por esto igualmente su Palabra es universal y no conoce fronteras. Así pues, al entrar en la Palabra de Dios, entramos realmente en el universo divino. Salimos de la limitación de nuestras experiencias y entramos en la realidad que es verdaderamente universal. Al entrar en la comunión con la Palabra de Dios, entramos en la comunión de la Iglesia que vive la Palabra de Dios. No entramos en un pequeño grupo, en la regla de un pequeño grupo, sino que salimos de nuestros límites. Salimos hacia el espacio abierto, en la verdadera amplitud de la única verdad, la gran verdad de Dios. Estamos realmente en lo universal. Y así salimos en la comunión de todos los hermanos y hermanas, de toda la humanidad, porque en nuestro corazón se esconde el deseo de la Palabra de Dios que es una. Por esto, tampoco la evangelización, el anuncio del Evangelio, la misión son una especie de colonialismo eclesial con el que queremos integrar a los demás en nuestro grupo. Es salir de los límites de cada cultura para entrar en la universalidad que nos relaciona a todos, que une a todos, que nos hace a todos hermanos. Oremos de nuevo para que el Señor nos ayude a entrar realmente en la “amplitud” de su Palabra y así abrirnos al horizonte universal de la humanidad, el que nos une con todas las diversidades.
Al final regresamos nuevamente a un versículo anterior: "Tuus sum ego: salvum me fac". El texto italiano traduce: “Yo soy tuyo”. La Palabra de Dios es como una escalera a la que podemos subir y, con Cristo, también bajar en la profundidad de su amor. Es una escalera para llegar a la Palabra en las palabras. “Yo soy tuyo”. La palabra tiene un rostro, es persona, Cristo. Antes de que podamos decir “Yo soy tuyo”, Él ya nos ha dicho “Yo soy tuyo”. La Carta a los Hebreos, citando el Salmo 39, dice: "Un cuerpo en cambio me has preparado... Entonces he dicho: Héme aquí, yo vengo". El Señor se ha hecho preparar un cuerpo para venir. Con su encarnación ha dicho: yo soy tuyo. Y en el Bautismo me ha dicho: yo soy tuyo. En la sagrada Eucaristía lo dice siempre de nuevo: yo soy tuyo, para que nosotros podamos responder: Señor, yo soy tuyo. En el camino de la Palabra, al entrar en el misterio de su encarnación, de su ser con nosotros, queremos apropiarnos de su ser, queremos expropiarnos de nuestra existencia, dándonos a Él que se ha dado a nosotros.
"Yo soy tuyo". Oremos al Señor para poder aprender con toda nuestra existencia a decir esta palabra. Así estaremos en el corazón de la Palabra. Así seremos salvados.

[00020-04.06] [NNNNN] [Texto original: italiano]

SEGUNDA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES 6 DE OCTUBRE DE 2008, POR LA TARDE)

- RELACIONES SOBRE LOS CONTINENTES
- RELACIÓN DE S. EM. R. CARD. ALBERT VANHOYE, S.I., RECTOR EMÉRITO DEL PONTIFICIO INSTITUTO BÍBLICO DE ROMA (FRANCIA)

A las 16.30 horas de día de hoy, en presencia del Santo Padre, con la oración del Adsumus ha tenido lugar la Segunda Congregación General para la lectura en el Aula de las Ralaciones de los Continentes sobre el tema de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia..

Presidente Delegado de turno S. Em. R. Card. William Joseph LEVADA, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Después del momento de las intervenciones libres de los Padres sinodales sobre las Relaciones de los Continentes, antes de la intervención de S. Em. R. Card. Albert Vanhoye, S.I., Rector Emérito del Pontificio Instituto Bíblico de Roma (FRANCIA), intervino el Invitado Especial Shear-Yashuv Cohen, Gran Rabino de Haifa (ISRAEL).

A esta Congregación General, que se concluyó a las 18.55 horas con la oración del Angelus Domini, estuvieron presentes 245 Padres.

RELACIONES SOBRE LOS CONTINENTES

- Por África: S.E.R. Mons. John Olorunfemi ONAIYEKAN, Arzobispo de Abuja (NIGERIA)
- Por Asia: S.E.R. Mons. Thomas MENAMPARAMPIL, S.D.B., Arzobispo de Guwahati (INDIA)
- Per América: S.Em.R. Card. Oscar Andrés RODRÍGUEZ MARADIAGA, S.D.B., Arzobispo de Tegucigalpa, Presidente de la Conferencia Episcopal (HONDURAS)
- Per Europa: S.Em.R. Card. Josip BOZANIĆ, Arzobispo de Zagreb (CROACIA)
- Per Oceanía: S.E.R. Mons. Michael Ernest PUTNEY, Obispo de Townsville (AUSTRALIA)

Publicamos seguidamente, las Intervenciones sobre los Continentes:

- Por África: S.E.R. Mons. John Olorunfemi ONAIYEKAN, Arzobispo de Abuja (NIGERIA)

La Palabra de Dios en al vida y en la misión de la Iglesia: la historia de África

En el Documento de trabajo, (IL) n.7b, leemos esta pertinente observación. “En las Iglesias locales de origen más reciente ... el uso de la Biblia entre los fieles es más amplio que en otros lugares”.
Dentro del límite de tiempo que se me ha consentido en esta presentación, deseo ilustrar, si bien brevemente, en qué medida, tal afirmación es relevante para el continente africano. Dos recientes e importantes eventos Bíblicos que tuvieron lugar en el continente africano nos han permitido testimoniar y documentar esta realidad. El primero de ellos se desarrolló durante el 40º aniversario del documento del Concilio Vaticano Dei Verbum, celebrado en un encuentro sobre el apostolado bíblico en África, realizado en Abuja, Nigeria en junio de 2005. El segundo, más reciente, se realizó en el 2008 cuando la Federación Bíblica Católica llevó a cabo, por primera vez en el continente africano, la Asamblea Plenaria en Dar es Salaam, Tanzania. En ambas ocasiones, pudimos escuchar lo que Dios ha hecho para hacer conocer la palabra de Dios hasta llegar al último rincón del continente africano, en especial desde el Concilio Vaticano II. En la actualidad, si miramos nuestro continente, podemos decir que la palabra de Dios es la buena noticia que ha sido propagada a lo largo y a lo ancho de todo el continente. No obstante existan aún desafíos, tenemos muchos motivos de consuelo.
En mi breve presentación, he decido adoptar la división del tema sinodal en tres partes, como lo podemos encontrar tanto en los Lineamenta como el Instrumentum Laboris, concretamente:
(a) la Palabra de Dios en África
(b) la Palabra de Dios en la vida de la iglesia en África, y
(c) la Palabra de Dios en la misión de la iglesia en África.

I. LA PALABRA DE DIOS EN ÁFRICA

1. Semina Verbi en la tradición africana: Los documentos preparatorios del Sínodo destacan la importancia del concepto global de la Palabra de Dios, que va más allá de los textos de la Escritura. La Palabra de Dios es el diálogo de Dios con la humanidad entera que alcanza a los seres humanos de todo sitio y edad. El Sínodo de África, final y definitivamente, ha rehabilitado y reconocido la religión tradicional africana y sus culturas, con un calificado documento donde se reconoce que la religión tradicional africana es una fe monoteísta, (EIA 7) que cree y venera un único Dios verdadero, “el Creador”(EIA 57).Se trata del mismo Dios que jamás se vuelve inaccesible para aquellos que lo buscan con corazón puro, (LG 15). Obviamente, a causa de las imperfecciones humanas, este Dios a menudo es buscado a través de imágenes o reflexiones confusas. Sin embargo, la vedad fundamental es que el Ser Supremo, Creador del cielo y de la tierra, es el objeto de la adoración y de la oración de nuestra tradición religiosa africana. Las normas éticas fundamentales de las religiones de nuestro continente, no obstante sus propias imperfecciones, reflejan los rayos de la “luz que ilumina a cada hombre” (Jn 1, 9). Todo esto no sucedió sin la gracia de Dios, como afirma claramente el Concilio Vaticano II (LG 15). Y esto no sucedió en virtud solamente de una preparatio evangelica para la acogida, luego, del mensaje del Evangelio, sino también gracias a un ambiente ya predispuesto y a un terreno fértil para el anuncio de la Palabra de Dios ya sea a través de las escrituras como de los ministerios de la iglesia (EIA 57).
Creo que es importante reconocer este aspecto, si queremos explicar porqué la Fe Cristiana se ha difundido tan rápidamente durante el siglo pasado en el continente africano, cual obra que “es una maravilla de la gracia divina” ( EIA 33). Mi difunto padre, que fue uno de los primeros en abrazar la fe cristiana en nuestra aldea, alrededor de 1920, me explicó que cuando se convirtió al Cristianismo, no tuvo que aceptar a un nuevo Dios porque era el mismo Olorun, el Ser Supremo Yoruba, que ya conocía en la Religión Tradicional. Edificó su fe cristiana con la gracia de Dios y la presencia de los misioneros que predicaban el Evangelio. Por lo tanto, hasta en lo que llamamos Continente Negro, la luz de la Eterna Palabra de Dios no faltó jamás.

2. África en las Sagradas Escrituras: La Palabra de Dios es también significado específico de las Sagradas Escrituras que relatan las historias del pueblo de Dios en la Antigua y en la Nueva Alianza. En la historia divina, el continente africano estuvo siempre muy presente. Desde el comienzo, el patriarca Abraham tuvo que refugiarse en Egipto (Gen 12, 10-20). No podemos olvidar además que el mismo Egipto se convirtió en la “incubadora” histórica del pueblo de Israel. La familia de Jacob - Israel - que abandonó la tierra de Canaán para ir a Egipto por invitación de José, reunía solamente 70 personas (Ex , 5). Permanecieron en las Tierras de Goshen alrededor de 430 años, (cfr. Ex 12, 40). Con el Éxodo se convirtieron en una gran nación de 600.000 hombres, “sin contar los niños” (Ex 12, 37). Pero si además agregamos a sus familias, considerando un término medio mínimo de cinco personas para cada una, estamos hablamos entonces de un total de casi tres millones de personas que se pusieron en viaje!. Fue pues en Egipto que Israel, en sus comienzos, se desarrolló como nación. En consecuencia, para el pueblo de Israel, Egipto no es solamente la tierra de las persecuciones y del éxodo, sino también la tierra del refugio y de la protección. Durante gran parte de su historia , Israel fue un pequeño estado ubicado entre grandes naciones: Egipto en el sur, Siria en el Norte, la Mesopotamia en el este.
En el Nuevo Testamento, Egipto es además la tierra del refugio para la Sagrada Familia (Mt 2, 13-15). En el día de su pasión fue un africano, Simón de Cirene, quien ayudó a Jesús a llevar la cruz (Mc 15, 21). En el día de Pentecostés, muchos peregrinos llegaron de África , de “Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene” (Hch 2,10). El etíope eunuco(Hch 8, 26-39) fue uno de los primeros en llevar a casa el mensaje cristiano, en el corazón de África.
No debe asombrarnos pues que algunos de los primeros núcleos del cristianismo, que produjeron no sólo teología y teólogos sino también mártires y confesores, hayan surgido en África Septentrional, Cartagena e Hipona, sólo para mencionar algunos. Todo esto es reconocido y celebrado en la Exhortación post-sinodal de Juan Pablo II, Ecclesia in Africa n. 31. Creo que es importante recordar todo esto para que dejemos de pensar en África como nueva y ajena a la historia de la salvación preservada para nosotros en las Sagradas Escrituras. Nuestro continente puede hacer alarde de ser “tierra bíblica” como no osarían hacerlo como muchas de las grandes naciones cristianas de hoy.

3. Las Escrituras en África hoy. El Concilio Vaticano II estableció que todos los fieles debían tener amplio acceso a la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras (DV 22). Muchos esfuerzos fueron realizados desde dicho Concilio para favorecer el acceso a los cristianos de África. Existen sin embargo aún muchas dificultades por superar.

3.1. Los textos de las Escrituras, en sí mismos, pueden constituir un problema en muchos lugares. El costo de la Biblia que, de hecho, en muchas partes del mundo puede ser irrelevante, en África puede llegar a equivaler, en muchos sitios, al sueldo de un mes. Muchas personas, en consecuencia, no disponen del dinero suficiente para poseer una Biblia. En este sentido, nos hemos empeñado en producir Biblias a precios accesibles. A este propósito, debemos elogiar el trabajo de nuestros hermanos protestantes, que han hecho de esta tarea una prioridad de su apostolado. En muchos lugares, la Iglesia Católica ha unido sus propios esfuerzos a los de otros cristianos, particularmente en el ámbito de la Sociedad Bíblica y tal colaboración está dando muchos frutos.

3.2. Además del problema de los textos, existe también la cuestión de la lengua. Muchas lenguas no han encontrado aún una traducción adecuada de la Biblia. El acceso directo a la Palabra de Dios contenida en las escrituras permanece pues impedido para quienes conocen sólo esos idiomas. En esto reside la importancia de la traducción, que no es una tarea fácil. Y también en esto tenemos que agradecer el asiduo trabajo de nuestros hermanos protestantes, que en muchos lugares de África, se han dedicado a la traducción de la Biblia. La Iglesia Católica, en particular modo, después del Concilio Vaticano II, ha sumado su esfuerzo a esta tarea, aún con grandes dificultades. Los medios a disposición para alcanzar este objetivo y la capacidad necesaria para alcanzar dicho fin, con mucha frecuencia, son muy carentes. Las traducciones, son muy importantes para África, pero no se trata solamente de traducir a otro idioma la Palabra de Dios, sino también de difundir la palabra escrita en un continente en el cual el analfabetismo está aún ampliamente difundido. La traducción de la Biblia a las lenguas locales, en tales circunstancias, hace que los textos sagrados estén disponibles y sean accesibles también a las personas que no saben leer. Así, escuchando la lectura en la propia lengua, pueden recibir la Palabra de Dios a través de los que oyen. En una cultura predominantemente oral, como la de África, la importancia que tiene oír la Palabra de Dios no puede ser subestimada. Después de todo, el Señor dijo: “ Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” (Lc 11, 28). Si bien estoy convencido de que deberían ser bendecidos todos aquellos que leen la Palabra de Dios, tal vez deberían serlo aún más aquellos que simplemente la escuchan.

3.3. Sin embargo, aún después de haber escuchado la Palabra de Dios leída en nuestras propias lenguas, queda todavía la tarea de interpretarla para impregnar con el verdadero significado del mensaje del Espíritu Santo a todos aquellos a quienes está dirigida. Nos encontramos aquí con la tarea de la interpretación, de la exégesis sea a nivel técnico que a nivel popular. Hemos recibido muchos testimonios de las maravillas que el Espíritu Santo ha obrado en los corazones y en las mentes de los cristianos que se acercan con sencillez a la Palabra de Dios, con fe y amor profundos. Existe una especie de “instinto espiritual” cristiano para la justa comprensión de la Palabra de Dios, que a veces provoca vergüenza a algunos exegetas científicos por su especulación irresponsable. Las Líneas de Orientación (n. 19, 25) y el Documento de Trabajo (IL n. 38), ambos hablan, en fin, de la Lectio Divina. A partir del Concilio Vaticano II, esto ha contribuido en gran medida al apostolado bíblico en África, y en este sentido hemos delineado varios métodos de lectura, meditación y aplicación de las Escrituras a la vida de nuestra gente. Sólo para mencionar algún ejemplo, el monasterio de Dzogbegan, en el norte de Togo y el Centro pastoral de Lumko en Sudáfrica han producido algunos métodos de estudio, utilizados en todo el mundo, frecuentemente con modificaciones, pero siempre con gran provecho.

3.4. Los nuevos medios de comunicación: Si bien mi presentación es breve, no puedo dejar de mencionar el desafío que presentan los nuevos medios de comunicación. Hoy en día, computadoras y satélites han revolucionado la comunicación. Si la Palabra de Dios debe ser comunicada, como es voluntad del Padre, no podemos ignorar lo que está sucediendo en el ámbito de las nuevas tecnologías de la comunicación. Desgraciadamente, la brecha tecnológica entre las naciones ricas y pobres se hace cada vez mayor, pero la buena noticia es que justamente estas mismas tecnologías están colmando esta distancia. Los teléfonos celulares y también Internet alcanzaron las zonas más remotas, sin electricidad ni telefonía fija. Las posibilidades para difundir la palabra de Dios, pues van más allá de lo que se puede imaginar. En muchos lugares de África existen numerosos y creativos programas y proyectos para difundir el mensaje de las escrituras con medios diversos de los tradicionales como los textos y los libros. Se hace imprescindible y urgentemente necesaria, en consecuencia, la solidariedad y participación de los recursos a nivel mundial.

II. LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA DE LA IGLESIA AFRICANA
“La Palabra de Dios sostiene a la Iglesia a lo largo de su historia” (Lin. 19). Esto es válido también para la Iglesia en África.

1. La iglesia primitiva fue edificada sobre la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras. Esto es también así para la iglesia primitiva de África del norte. Esta tradición han continuado sin interrupción hasta nuestros días. En esto sentido, las iglesias coptas de Egipto y de Etiopia se fundan ampliamente en las Escrituras, como así también otras iglesias de rito oriental.

2. Sin embargo en la actualidad, la atención se dirige sobre todo a las iglesias más jóvenes de África Sub- Saharianas. La tradición de la Iglesia Católica, que se estableció en algunos lugares de África en el siglo XV, permaneció inalterada durante 500 años en países como Mozambique y Angola. La iglesia que hoy se encuentra en muchas partes del continente, en cambio, es fruto de una evangelización más reciente, que se remonta sobre todo al siglo XX,“período de rápido crecimiento”, como se lo describe Ecclesia in África n. 33. Los misioneros que llevaron la fe católica a África hacia el final del siglo XIX y durante la mayor parte del siglo XX fueron hombres y mujeres de su propio tiempo y de los países de los cuales provenían. Es por lo tanto natural que la Biblia, en cuanto texto de escritura, no fuese una prioridad en la vida de la iglesia de esas épocas. Y es por esto que las primeras comunidades católicas tenían mayor familiaridad con las doctrinas aprehendidas del catecismo y de las oraciones de los misioneros que con las citaciones de los capítulos y los versículos de la Biblia. Esto no significa, sin embargo, que fueran ignorantes de las Sagradas Escrituras ya que el mismo catecismo se basaba, indirectamente en ellas. Más importante aún fue la liturgia. En la misa se leían textos que luego eran comentados en las homilías. El misal pre-conciliar contemplaba menos lecturas que el actual pero éstas contenían una amplia selección de pasajes extraídos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Además, no debemos subestimar el gran uso de las narraciones bíblicas, muy populares entre los jóvenes y los niños. A través de esas publicaciones, gran parte de las historias esenciales de la Biblia contenidas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, fueron aprendidas con gran provecho. Había Biblias católicas disponibles pero, al igual que las traducciones, no tenían mucha difusión. Se solía decir que mientras los protestantes iban a la iglesia llevando la Biblia consigo, los católicos iban con sus rosarios y sus misales, si es que los tenían.

3. Luego llegó el Concilio Vaticano II con su revolución bíblica que abrió las Sagradas Escrituras a la vida de la Iglesia. El Concilio dio orientaciones muy claras no solamente en Dei Verbum, en especial en el capítulo 6 sino también en otros documentos, como la Constitución dogmática sobre la liturgia, Sacrosanctum Concilium y también en la formación de los sacerdotes, Optatam Totius, donde las Escrituras fueron definidas como “el alma de toda la teología” (OT 16). Tales orientaciones fueron escuchadas con gran seriedad por la iglesia de África. Podemos decir que desde entonces se verificó una explosión de entusiasmo con respecto a la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras. Muchos laicos, en particular modo, se mostraron sedientos de la Palabra de las Sagradas Escrituras. Trataron de aprender todo lo posible y a veces, por el ansia de conocimiento, estuvieron dispuestos a saciar su sed en los pozos envenenados de los territorios no cristianos.
El Concilio confió la responsabilidad del tratamiento correcto de las Sagradas Escrituras directamente a la guía de las iglesias locales, es decir, a los obispos que no han descuidado sus propios deberes. Casi todas las conferencias episcopales poseen una Comisión bíblica y para la dirección del apostolado bíblico. Dichas Comisiones están ligadas a las Conferencias episcopales a nivel regional y continental. A nivel continental, SECAM posee una oficina de coordinación denominada Centro Bíblico para África y Madagascar (BICAM) que antes se encontraba en Nairobi y ahora la sede central del SECAM está en Accra, en Ghana. La estructura continental es coordinada e integrada a nivel mundial a través de la Federación Bíblica Católica de la cual la Iglesia africana constituye uno de los componentes mayores. Mediante esta estructura, el Magisterio de la iglesia en África trató de animar, promover y coordinar el uso de las Escrituras en la iglesia. Algunos proyectos sobre la difusión de la Biblia, como la producción de textos, las traducciones y la publicación de material bíblico están rigurosamente supervisados por personal capacitado encargado para ello por la autoridad competente. Esto ha dado muchos frutos en la mayor parte de las naciones africanas.
La iglesia africana, a este respecto, aprecia sinceramente el rol de muchos Institutos de Vida Consagrada, encargados específicamente de desarrollar el apostolado bíblico. Podemos mencionar, entre otros, por ejemplo a los Padres y las Hijas de San Pablo (la familia paulina), que publican copiosamente la biblia y otros materiales relacionados, como así también la Congregación de la Palabra Divina.
En el ámbito de exégesis científica, la iglesia africana asumió seriamente la responsabilidad de garantizar que los exégetas y los teólogos africanos sean adecuadamente sostenidos, alentados y también guiados en este trabajo. SECAM dispone de una comisión bíblica, llamada “Commibible”, es decir, de la fusión entre las dos palabras en inglés Commission y Biblical. Su mandato es precisamente el de supervisar el trabajo de BICAM y de las otras agencias del apostolado Bíblico en África. Paralelamente, pero estrechamente ligado al Commibible, existe además la Asociación de los exégetas bíblicos africanos, denominada PACE (Asociación panafricana exégetas católicos). Esta organización realiza regularmente congresos y reuniones científicas, cada uno o dos años, cuyas discusiones sobres las escrituras son de altísimo nivel, en el ámbito de las reflexiones científicas. Sus publicaciones han recibido la aclamación y el respeto de organismos paritarios en otras regiones de la Iglesia universal. Su trabajo merece nuestro sostén y nuestro aliento.

III. LA PALABRA DE DIOS EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA EN ÁFRICA

Hasta ahora hemos visto muchas de las obras que la Iglesia está realizando en su misión en África, a través de la Palabra de Dios. Queremos ahora evidenciar algunos puntos.

1. Evangelización Primaria: En primer lugar, África es todavía un continente de evangelización primaria. Estadísticas recientes revelan que el porcentaje de católicos en África es de alrededor del 14 %, (EIA 38) que, no obstante, puede considerarse como una cosecha abundante (EIA 74). La tarea de la evangelización primaria requiere, evidentemente, que la Palabra de Dios sea anunciada y proclamada con toda su potencia y su vigor. Esto implica que la Escritura sea presentada de manera adecuada para aquellos a los que estamos exhortando a acoger el mensaje cristiano. La catequesis, mediante la cual realizamos la evangelización primaria, se ha enraizado cada vez más en las Sagradas Escrituras, según las orientaciones del Directorio general para la Catequesis como así también con el ejemplo del Catecismo de la Iglesia Católica.

2. Cuidado Pastoral: Es además misión de la Iglesia guiar a sus miembros para que vivan coherentemente la fe Cristiana en la vida y en las ocupaciones de cada día. Y en ese sentido la Palabra de Dios contenida en las Escrituras es un punto de referencia constante “ luz para mi sendero” Sal 119, 105. Las lecciones de las Sagradas Escrituras, sea del Antiguo que del Nuevo Testamento, son válidas siempre, porque la Palabra de Dios dura eternamente. Los cristianos que, viviendo en el mundo, deben dar testimonio del mensaje del Evangelio son, de este modo, estimulados para conocer las fuentes de su fe, profundizando particularmente la Palabra de Dios inspirada, contenida en las Sagradas Escrituras. Por lo tanto, las Escrituras, poseen un rol fundamental en la misión pastoral de la Iglesia hacia sus miembros.

3. Ecumenismo: Pero la Iglesia tiene una misión a cumplir también hacia fuera de su redil. Comenzamos con los cristianos que no pertenecen a nuestra iglesia. Hemos mencionado ya nuestra colaboración, fundada en el ecumenismo, para la producción de textos bíblicos y traducciones. Hemos notado, con gran placer, y a la mayor gloria de Dios , que un mayor conocimiento de las Sagradas Escrituras por parte de los católicos nos ha acercado a los hermanos pertenecientes a otras tradiciones cristianas, para quienes las Escrituras son, a menudo, la principal, y tal vez la única, guía para la vida cristiana. Cuando somos capaces de leer la Biblia y rezar juntos, muchos malos entendidos se superan, se hace posible y proficua la colaboración y se promueve la misión de la Iglesia toda. Existen, obviamente, dificultades, sobre todo con aquellos grupos que además de ser fundamentalistas, son anti-católicos declarados. África, desafortunadamente, es el vertedero de otros continentes que echan en ella todo tipo de ideas disparatadas, tales como que nuestra Iglesia no “respeta” la Biblia, y por lo tanto no puede ser considerada verdaderamente católica. Muchos miembros nuestros se sienten a menudo en dificultad por los ataques y los abusos de estos grupos, sobre todo cuando no están adecuadamente preparados para defender la propia posición católicas. Por esto, muchos fieles nuestros se encontraron con la necesidad de profundizar las Escrituras, justamente para poder combatir los ataques dirigidos a ellos mismos y a la Iglesia. En general, igualmente, creo que el contacto con nuestros hermanos protestantes se va desarrollando gradualmente en la dirección apropiada.

4. Dimensión interreligiosa: Aquí hablamos, sobre todo, de las Religiones tradicionales africanas y el Islam. Si bien existen algunos miembros de otras religiones, como el Judaísmo, el Hinduismo, el Budismo, etc. ellos no implican para nosotros consecuencias pastorales significativas. Mas allá de esto, debemos relacionarnos con nuestros hermanos africanos que pertenecen a estas otras religiones, equipados con la Palabra de Dios contenida en nuestras Escrituras. Ya hablé de aquellos que pertenecen a la Religión tradicional africana y de los muchos valores y verdades que ésta tiene en común con nuestra fe cristiana. En mi experiencia, los seguidores de la Religión Tradicional africana escuchan con gusto las historias de la Biblia y hasta acogen muchos de sus mensajes.
En cierto modo, lo mismo podría decirse de los musulmanes, que fundamentalmente reconocen a Jesús por lo menos como profeta. Hablan acerca del “Evangelio”, aunque podría no ser necesariamente el mismo que leemos nosotros. Existe, sin embargo, el acuerdo fundamental acerca de que Dios ha hablado con nosotros a través de sus profetas. En consecuencia, el respeto por nuestros textos sagrados, en general, se da por cierto. Considerando, además los numerosos paralelismos existentes entre el Corán y nuestras Escrituras, de donde podrían haber sido extraídos, existe un amplio margen para mantener un discurso común con nuestros hermanos y nuestras hermanas musulmanes. No obstante esto, la tragedia radica en que no se trabaja suficientemente en este aspecto, dado que las rivalidades entre cristianos y musulmanes, en muchos lugares, nacen, obviamente, por las diferencias, dejando de lado lo que, en cambio, tenemos en común. Además , existen fanáticos que afirman con descaro, que el Corán no es más que la versión mejorada y corregida de nuestras Escrituras. Cuando entonces tienen la libertad de difundir sus inútiles ideas, el mutuo respeto por los textos sagrados se hace difícil.
El Concilio Vaticano II, en un único y breve pasaje, ha recomendado preparar ediciones especiales de las Escrituras para los hermanos que profesan otra fe. Por lo que sé, poco se ha hecho a este respecto. Creo que, por lo menos en África, deberíamos hacer algo más.

CONCLUSION

Se está haciendo mucho en estos días con respecto a la Palabra de Dios en la Iglesia y especialmente, en la vida y en la misión de la iglesia en África. Hemos tratado de resumir y dar algunas breves referencias de la realidad que vivimos en África. Todo esto es obra del Espíritu del Señor que obra en nuestra iglesia local. Mucho de lo que allí sucede no está documentado y permanece a nivel local. Pero justamente es allí donde obra el Espíritu. Con el sínodo esperamos que el entusiasmo que esta viviendo nuestro continente por la Palabra de Dios sea reforzado y sostenido. Esperamos además que el haber hablado de nuestra historia, de los desafíos que tenemos por delante y de los límites de nuestros recursos, nos permita tener un mayor sostén de aquellos que nos han ayudado en las necesidades que he mencionado. Nosotros continuamos confiando en el Espíritu del Señor Jesús, el Artífice de las Escrituras y el gran Intérprete de ellas, que habla a todos aquellos que lo escuchan con el corazón. Que “la Palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza”. Amén. ( Col. 3, 16)

[00012-04.20] [NNNNN] [Texto original: inglés]

- Por Asia: S.E.R. Mons. Thomas MENAMPARAMPIL, S.D.B., Arzobispo de Guwahati (INDIA)

Relación continental Asia

La Palabra en Asia
“El Verbo se hizo carne”
1. Fue en Asia donde el Verbo se hizo carne. Desde allí Su mensaje de salvación se extendió en todas las direcciones. Pablo escuchó la llamada del macedonio y se puso en camino hacia Occidente; Pedro zarpó hacia Roma, Santiago hacia España, Marcos hacia Alejandría, Tomás hacia la India; Irineo fue a Lión y otros hasta los confines de la tierra.

2. En Asia la Palabra de Dios fue recibida, meditada por personas y comunidades, dio forma a tradiciones espirituales que se convirtieron en patrimonio común de la Iglesia primitiva. Los primeros Concilios de la Iglesia que tuvieron lugar en Asia sirvieron para profundizar la reflexión sobre la Palabra de Dios. Nunca sabremos cuánto de la riqueza cultural y seriedad religiosa de Asia penetró en esos conceptos y prácticas que hoy consideramos parte del legado universal de la Iglesia, por ejemplo en áreas como la doctrina cristiana, la liturgia, la vida monástica, la disciplina eclesial, el espíritu misionero, etc. Son una parte que no se puede distinguir de nuestro patrimonio común. De hecho no podemos ignorar el “carácter asiático” único del que está impregnada la tradición cristiana bíblica y primitiva.

La Palabra anunciada
3. La historia nos enseña que los monjes sirios llevaron la palabra de Dios, con gran entusiasmo, hasta Persia, Afganistán, Asia central, China occidental e India meridional. Dialogaron e inculturaron, pero compartiendo siempre el mensaje de Jesús con fervor extraordinario. Tenemos pruebas para poder afirmar que se relacionaron con zoroastrianos, budistas, maniqueos, taoístas, confucianos, hindúes, musulmanes, y con los jefes de otras religiones tribales, como los turcos, los hunos y los mongoles. Las comunidades cristianas surgieron en lugares remotos como Xian (China). Los monasterios conocieron un desarrollo como centros del saber, fortalezas de la teología y la espiritualidad (por ejemplo, Edesa, Nisibis). Los monjes adoptaron elementos del patrimonio de las lenguas indígenas, las culturas, las religiones y las ideas que encontraron en los distintos pueblos. Las expresiones religiosas locales nacieron espontáneamente.
4. Estas comunidades, todas juntas, probablemente llegaron a contar con 70 millones de cristianos. Pero, desgraciadamente, debido a la aparición años más tarde de grandes fuerzas hostiles en el corazón de Asia, muchas murieron o quedaron muy debilitadas. No obstante, las comunidades de India meridional y Asia occidental resistieron.

Resistencia de las civilizaciones
5. A parte de estos reveses, las sociedades asiáticas ignoraron la propuesta cristiana también por otros motivos. Al igual que los atenienses, que confiaban demasiado en su sabiduría filosófica y no estaban dispuestos a escuchar la propuesta (el mensaje de Pablo) que procedía de otro patrimonio cultural, los jefes de las civilizaciones avanzadas de Asia consideraron que no necesitaban más de lo que ya habían alcanzado mediante su intenso esfuerzo intelectual y su búsqueda religiosa. Aunque tenían siempre una cierta curiosidad por las ideas y experiencias procedentes del exterior, no creían que el abrumador patrimonio de sabiduría que habían acumulado necesitara de una revisión seria o de añadidos.
6. Desde el punto de vista histórico, el hecho de que el Cristianismo fuera proclamado religión oficial del Imperio romano conllevó que la religión cristiana apareciera a los ojos de los persas como fiel aliada de Roma, el adversario y el enemigo número uno de Persia. Desde ese momento, la imagen de aliados con lo extranjero quedará vinculada a las distintas comunidades cristianas en varias partes de Asia, desde el periodo colonial hasta nuestros días, sobre todo porque en la mentalidad de la gente el cristianismo era claramente representativo de Occidente[1]. Por este motivo las clases dominantes resistieron a la propuesta cristiana, mientras que los grupos marginales, como los pequeños grupos étnicos, comunidades tribales, pescadores, minorías oprimidas, castas humildes o gente marginada que veían la realidad social desde otro punto de vista respecto a las clases dominantes, acogieron el poder libertador de la Buena Noticia (Lc 4,18; Mt 5,3).

Expansión cristiana
7. Tenemos muy presente lo que han logrado los últimos misioneros, procedentes en su mayoría del mundo occidental: las obras de personas fervorosas como Javier, Valignano, de Rhodes, Britto, Vaz, Lievens; personas que supieron adaptarse a las culturas, como De Nobili, Ricci. Estas almas heroicas, como muchísimas otras, penetraron en las regiones más inaccesibles, se enfrentaron a los gobernantes más hostiles, saltaron inmensas barreras culturales, anunciaron el Evangelio, edificaron comunidades, dieron forma escrita a las lenguas, dotaron de literatura a los grupos lingüísticos; se dedicaron a estudios antropológicos, dieron a conocer al mundo comunidades desconocidas, despertaron el interés por las reflexiones antropológicas, defendieron a las comunidades oprimidas, ofrecieron sus servicios en el campo sanitario y educativo, fundando instituciones impresionantes, presionaron para obtener reformas sociales, modernizaron sociedades enteras y sembraron en los corazones de la gente ideas que pudieran conducir su sociedad hacia la libertad y ofrecer un liderazgo en la Iglesia y en toda la sociedad. Estas personas dieron inicio a la reflexión teológica en distintos contextos culturales, con una edificante dosis de autocrítica, que puso los cimientos del pensamiento misiológico. Hoy la Iglesia en Asia es lo que es gracias al servicio extremadamente generoso de estas personas[2]. Y la continuación de esta obra hoy está en nuestras manos.

La Palabra traducida en Vida: el testimonio
8. Desde los comienzos del cristianismo, los evangelizadores cristianos gozaron del poder de persuasión porque su “Palabra” se tradujo en acción. La madre Teresa de Calcuta es un ejemplo reciente. Los misioneros han conservado su creatividad y han entrado en nuevas áreas de trabajo. Su servicio en los campos de la educación y la sanidad es muy apreciado. Además de servir en estos campos, han intervenido en las áreas de nuevas formas de pobreza: analfabetismo, desempleo, violencia urbana, desigualdades de género y de castas, feticidio femenino y adicción a las drogas. Han aumentado sus servicios para los niños de la calle, las madres solteras, las familias separadas, los discapacitados, los pacientes de SIDA/VIH, los enfermos terminales, las víctimas de la violencia, los inmigrantes, los habitantes de los suburbios, los sin tierra y los presos. Son muy activos en la lucha por la justicia de los grupos oprimidos, en el trabajo a favor del cambio social, en la promoción de la cultura, en la protección del medioambiente, en la defensa de la vida y la familia; en la defensa de los más débiles, los oprimidos y los marginados, dando voz a quien se ha visto privado de ella.

9. Incluso donde el Evangelio encuentra mayor resistencia, el testimonio evangélico de estas obras socialmente significativas tiene buena aceptación. El servicio silencioso, pero sincero, es elocuente en sí mismo. “Sin hablar y sin palabras, y sin voz que pueda oírse, por toda la tierra resuena su proclama, por los confines del orbe sus palabras” (Sal 19,3-4). Existen lugares en Asia en los que el mensaje se comunica más bien “al oído en las habitaciones privadas” y no es “proclamado desde los terrados” (Lc 12,3). Esta es una opción estratégica en situaciones en las que la libertad religiosa es limitada, no se trata de una renuncia al propio deber. De hecho, el deber de comunicar el mensaje sigue existiendo. En este sentido algunos han llevado su compromiso hasta el extremo y han dado testimonio de los valores evangélicos y la causa de Cristo al precio de sus vidas.

La Palabra sigue siendo proclamada
10. En Asia se han hecho enormes esfuerzos para acercar la Palabra de Dios a la gente. Estos esfuerzos se intensificaron después del Concilio Vaticano II. Creció la conciencia de la Biblia. Se han multiplicado las traducciones de la Biblia [3], muchas de las cuales han sido realizadas en colaboración ecuménica. Ha crecido el entusiasmo por el mensaje bíblico. Los domingos se dedican al estudio de la Biblia. Ha aumentado el número de grupos de estudio de la Biblia: Comunidades cristianas de base, BEC, Pequeñas Comunidades Cristianas, Grupos carismáticos, asociaciones laicas, grupos de jóvenes y reuniones de familias. Pequeños grupos de fieles leen la Palabra de Dios, meditan y aplican el mensaje a su situación y rezan (algunos según los métodos LUMKO y ASIPA). Necesitan que alguien les siga. En efecto, sin una guía, el excesivo entusiasmo puede llevar a una libre interpretación de las Escrituras e incluso los fieles más antiguos pueden llegar hasta el punto de abandonar la Iglesia y entrar en algún grupo fundamentalista. Es también un desafío para los sacerdotes y religiosos a permanecer arraigados a las Escrituras.

11. Los estudios bíblicos se realizan mediante cursos por correspondencia, también en lenguas vernáculas. La Biblia y opúsculos sobre la Biblia están a disposición de los estudiantes en nuestros colegios e institutos, de los pacientes en nuestros hospitales y de la gente en general en distintas situaciones de la vida. Los institutos bíblicos ofrecen un servicio innovador. Los libros que hacen referencia a la Biblia siguen aumentando en nuestras bibliotecas. Se proponen cursos bíblicos y teológicos, programados de manera creativa, para los religiosos, los laicos y los jóvenes comprometidos. Crece la popularidad de los cursos durante los fines de semana [4]. Los soportes para el estudio se producen a gran escala (material audiovisual, pinturas, obras de arte, películas, CD, casetes, lecciones por Internet y mensajes para móviles, carteles en lugares públicos). Se celebran también las semanas de estudio bíblico y los domingos se dedican a la Biblia. Se está reforzando el uso pastoral de la Biblia. La Biblia ocupa un lugar importante en los hogares. Existe un interés creciente por la tradición llamada Lectio divina. Las homilías explican la Palabra de Dios durante la liturgia. Quizás deberían ser menos académicas y más significativas para la vida cristiana.

12. Los instrumentos de comunicación popular (danzas, sketchs, obras de teatro, representaciones, lectura de cuentos) se utilizan hábilmente para contar las historias de la Biblia. También los medios de comunicación escrita dan una interpretación cristiana de los acontecimientos actuales. Los medios electrónicos (Radio Veritas, Shalom TV) difunden noticias y puntos de vista católicos en los pueblos más remotos. Los Centros de información católica han aumentado y se encuentran personas que se dirigen a Cristo buscando un significado. El compromiso con el mensaje bíblico constituye un terreno común para las iniciativas ecuménicas.

13. También se está haciendo un gran esfuerzo para transmitir fielmente las enseñanzas cristianas a las próximas generaciones. A los niños se les enseña el catecismo tradicional, organizando concursos, juegos y representaciones que puedan estimular el interés. No obstante, habría que darle una mayor importancia a un tipo de comunicación culturalmente significativa. Los jóvenes adultos estudian la Biblia. Intentan profundizar su comprensión de los mensajes centrales de la Biblia y aplicarlos a su situación social. Desean poder compartir con entusiasmo la Buena Noticia. Es interesante observar que en Asia los jóvenes constituyen el 65% de la población.
La Palabra alimenta la vida de oración y favorece el crecimiento de la Iglesia
“Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad” (Hch 17,22).

14. Estas palabras se dirigen con motivo a los asiáticos de nuestros días, pues siguen dándole mucha importancia a sus religiones en un mundo que se está secularizando rápidamente. “A pesar del influjo de la modernización y la secularización, las religiones de Asia dan signos de gran vitalidad y capacidad de renovación, como se puede ver en los movimientos de reforma en el seno de los diversos grupos religiosos” (EA 6). Dialogar con los miembros de una religión viva puede ser un estímulo para la fe de cada uno. El sentido de lo sagrado que fomentan es un gran bien para la humanidad.
15. Estamos agradecidos al Señor porque la afluencia a las iglesias en nuestro continente es elevada y esto nos anima. Se santifican los domingos. En los pueblos más remotos donde no es posible celebrar la misa cada domingo, la gente se reúne alrededor de la ‘Palabra de Dios’ con gran devoción. La vida de oración, tanto en la liturgia como en otras circunstancias, se enriquece con la lectura de la Biblia. Son cada vez más numerosos los grupos de oración. La Palabra de Dios constituye una fuerte motivación para el apostolado además de hacer más fecundo nuestro compromiso con el Evangelio. La gente acude numerosa a los retiros carismáticos que anuncian la Palabra de Dios en todo su poder. La vida de las personas cambia. Las peticiones de curación atraen a multitudes de personas no cristianas. Asistimos a verdaderos milagros de curación y de conversión.

16. Se registra un crecimiento de la Iglesia donde nuestro personal apostólico (sacerdotes, religiosos y catequistas) está activamente comprometido en el trabajo misionero entre las ‘comunidades receptivas’ , visita los pueblos y las casas, establece contactos individuales y de grupo mediante una interacción directa. Entre estos grupos podemos citar muchas minorías étnicas (poblaciones tribales) que se encuentran en distintas partes de China, en las islas de Indonesia, en el Myanmar septentrional, en Thailandia, en el nordeste de la India y en otros lugares que han respondido con entusiasmo a este modo de difundir la Palabra de Dios. Por lo tanto, el mensaje de Jesús resuena desde las cimas del Himalaya hasta los lejanos océanos. Y resuena en Asia central.

Formación de los anunciadores: florecimiento de vocaciones en Asia
17. Es evidente que quienes anuncian la ‘Palabra’ deberían recibir una seria formación teológica y espiritual. La cosecha es realmente copiosa y, gracias a Dios, también el número de trabajadores sigue aumentando. En Asia están naciendo vocaciones también en las nuevas comunidades cristianas. Los seminarios y las casas de formación se multiplican. Los institutos teológicos, los centros de formación para catequistas y otros institutos para la formación de religiosos y laicos también están aumentando. Los que ya existían amplían su campo de acción y diversifican sus servicios.

18. En Asia se comprende la vida religiosa, se reconoce su importancia, se aprecia su contribución y se respeta a sus representantes. Efectivamente, existen modelos nativos de vida religiosa que pertenecen a otras religiones asiáticas. Valores religiosos como la renuncia, la austeridad, el silencio, la oración, la contemplación y el celibato se tienen en gran consideración. Nacen nuevas congregaciones e institutos de vida apostólica y siguen surgiendo nuevos movimientos religiosos, pues esa tendencia corresponde al clima general reinante en la sociedad, en el que cada religión se renueva y los guías espirituales están muy solicitados. En Asia se considera a las personas religiosas como los guardas de la sabiduría, tanto religiosa como humana. Con una formación adecuada, los jóvenes creyentes pueden crecer y llegar a ser anunciadores eficaces del mensaje cristiano.

Profundización de la reflexión teológica
“En el proceso de encuentro con las diversas culturas del mundo, la Iglesia no sólo transmite sus verdades y valores, renovando las culturas desde dentro, sino que también saca de ellas los elementos positivos ya presentes” (EA 21).

19. La consolidación de la formación teológica significa también profundizar en la reflexión sobre la Palabra de Dios en el contexto de Asia, caracterizado por la pobreza y la injusticia, y por una pluralidad de religiones, civilizaciones y culturas. Esto implica el uso de categorías de pensamiento, símbolos y tradiciones espirituales que tengan un significado para los asiáticos. Esta tarea es un gran desafío para quienes enseñan la ‘Palabra’.

20. Como sabemos, las palabras asumen connotaciones diferentes según los distintos contextos culturales. Si quien enseña se ajusta demasiado a las expresiones cristianas tradicionales, el mensaje podría resultar difícilmente comprensible para quienes no pertenecen al rebaño, mientras que si su principal preocupación es hacerse entender por estos últimos, podría alejarse demasiado de las expresiones originales, dando lugar a malentendidos.

21. De todos modos, no se trata de obstáculos que no se puedan superar. Y cuando se superan, después de serios estudios y maduras reflexiones, se verifica la inculturación a un nivel muy profundo; la inculturación no se trata sólo de algunos aspectos externos. Históricamente, el Evangelio ha superado muchas barreras culturales en distintas partes del mundo: en el helénico, en el germánico, celta, eslavo, sirio y egipcio. Cada paso favoreció el desarrollo de la teología y enriqueció la vida de la Iglesia. Pero fue necesaria una gran sensibilidad hacia esa cultura y hacia los sentimientos de la comunidad de creyentes; al igual que un gran sentido de responsabilidad hacia la Iglesia local y universal, así como fidelidad a la ‘Palabra’. El Magisterio fue siempre una valiosa ayuda. Precisamente para favorecer este esfuerzo, las publicaciones teológicas asiáticas siguen ofreciendo una vasta gama de reflexiones teológicas indígenas. De este modo, la Iglesia en Asia intenta contribuir a la “difusión de la Palabra” (Hch 6,7; 12,24; 19,20).

22. Cuando una civilización está estrechamente vinculada a una de las religiones más importantes (por ejemplo, el Islam, el Hinduismo, il Confucionismo, el Shintoismo), hay que evaluar con cuidado qué elementos de esas religiones conviene adoptar para la fe y el culto. Si quienes enseñan la ‘Palabra’ comienzan a usar expresiones que los seguidores de esas grandes religiones consideran propias, estos últimos podrían considerarlo una violación de lo que para ellos es sagrado y percibir la comunidad cristiana como una imposición extraña. La iniciativa podría ofender a ambas comunidades. Y al revés: las expresiones cristianas tradicionales podrían carecer de atractivo para la mentalidad colectiva de la sociedad a la que va dirigido el mensaje. No tenemos intención, sin embargo, de renunciar a nuestros esfuerzos de inculturación a causa de estas dificultades.

23. Cuando al respeto por las culturas y las comunidades se añade la audacia apostólica y la fidelidad a la ‘Palabra’, se abre un nuevo camino; y en ese mundo de civilización se amplía el espacio para nuevas expresiones de fe y de culto. “Gracias a esta acción en las Iglesias locales, la misma Iglesia universal se enriquece con expresiones y valores” (RM 52). Y Cristo se encarna en esa cultura; pero tenemos que proceder con cautela, porque se trata de temas hacia los que las comunidades son extremada y profundamente sensibles, pues los asiáticos tienen un profundo sentido de lo sagrado.

24. Mientras que la sociedad moderna busca en la religión su grado de importancia para descubrir en ella un significado, los asiáticos buscan principalmente su profundidad. El Papa Juan Pablo II dijo: “El contacto con los representantes de las tradiciones espirituales no cristianas, en particular, las de Asia, me ha corroborado que el futuro de la misión depende en gran parte de la contemplación” (RM 91). Los pueblos de Asia buscan la profundidad espiritual que deriva de la experiencia de Dios. Quienquiera que pueda ofrecerles esto, atrae su atención. En este contexto la experiencia de Dios no se traduce en una especie de éxtasis, sino que se refleja en la sinceridad, la autenticidad, el carácter genuino, la coherencia entre palabras y hechos, la generosidad evidente en el compromiso con el bien común. Estas personas consiguen siempre que se les escuche cuando hablan con la unción espiritual.

Compartir la Palabra de Dios en los distintos contextos de la vida

25. La Buena Noticia de Jesús obtiene resultados cuando se difunde en los distintos contextos de la vida actual. Muchas de las enseñanzas de Jesús que han llegado hasta nosotros fueron impartidas durante encuentros normales entre personas. Tocaban los corazones, cambiaban la vida de las personas y muchos se unían a la comunidad de los fieles. Esto es lo que está sucediendo hoy en Asia, de manera silenciosa pero eficaz, gracias al esfuerzo de los fieles cristianos que llevan un mensaje de paz en las situaciones de conflicto, de justicia donde existen comunidades oprimidas, de honradez donde reina la corrupción, de igualdad donde existen diferencias (de casta, de clase, de género, de raza y de etnia), de ayuda a los pobres y los hambrientos. Es un modo de dar testimonio de Cristo diferente respecto a la presentación de un libro que reivindica la verdad, o a debates y disquisiciones, pero es un modo bien elocuente de explicar las enseñanzas del Evangelio. Traducen el mensaje cristiano en vida.
26. En muchos países de Asia, los cristianos viven bajo una fuerte presión. La libertad está restringida, los neo-conversos son perseguidos y la comunidad de los fieles es víctima de persecuciones, como ha sucedido recientemente en Orisa (India). A pesar de todo, la paciencia, la discreción, la moderación en las reacciones, el espíritu de perdón manifestados por la comunidad tienen un poder de evangelización. El compromiso de la comunidad cristiana con el bien común y el gran interés por la cuestiones fundamentales de la humanidad (la justicia, la paz, la familia, el medioambiente, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la sinceridad, la honestidad, el respeto por la vida, la preocupación por los más pobres, el sentido profundo de la responsabilidad en los asuntos humanos) hablan por sí solos. Son temas de interés general y hablan un lenguaje que todos comprenden; son unos potentes agentes de transmisión del mensaje del Evangelio.
27. La comunidad cristiana en Asia le está agradecida al Señor porque cuenta con laicos activos que llevan adelante la misión de difundir el Evangelio en el campo de la educación, la política, la administración, la legislación, la magistratura, la ciencia, la tecnología, la familia, los servicios para los jóvenes, el arte y la música. Construyen puentes entre culturas, identidades étnicas, ideologías, filosofías, intereses políticos y económicos, aunque sean tareas que exigen siempre mucho esfuerzo.
28. Pedro exhortó: estad “siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero, hacedlo con dulzura y respeto” (1 P 3,15-16). Gran parte de la teología cristiana de los comienzos deriva de los escritos de los Padres de la Iglesia que intentaron explicar la fe tanto a los amigos como a los enemigos. Hoy también es así. Nuestros teólogos y pensadores cristianos en Asia intentan dirigir su mensaje a los detractores de la religión, los fundamentalistas, los ultra-modernistas, los pensadores radicales y los activistas, tanto cristianos como no cristianos. Quienes prestan este servicio merecen nuestro agradecimiento, al igual que todos los demás evangelizadores. Su labor, llevada a cabo de manera responsable, puede conducir a nuevas formulaciones, e incluso a una autoconciencia más profunda de la misma comunidad cristiana.

El Evangelio genera personas espiritualmente motivadas
29. Los historiadores empiezan a darse cuenta de que el ateísmo, en determinados periodos de la historia, podría haber nacido de un profundo sentido de injusticia en el seno de una sociedad creyente; asimismo, algunas formas de anticlericalismo y de apostasía podrían derivar del fracaso de los servidores de la Iglesia. Herejías y cismas podrían haberse visto agravados a causa de las distancias culturales. Por otro lado, en periodos de inestabilidad social de la historia humana, se dan cambios rápidos que pueden acabar incluso en revoluciones. Tenemos que considerar que la historia de Asia está atravesando una de estas fases caracterizada por cambios rápidos e incertidumbres: el rechazo de la explotación colonial y la aceptación de formas de explotación autoimpuestas, la declaración de independencia y la aceptación de nuevas formas de dependencia, la transición hacia la democracia pero también el alejamiento de ella, o el progreso hacia la igualdad económica, pero también su contrario, la transición hacia la modernidad acompañada de una vigorosa reafirmación de la cultura tradicional.
30. Se están produciendo cambios en las sociedades y las culturas tradicionales, y se ponen a prueba los valores. A pesar de ello, la religión en Asia no parece debilitada. Se manifiesta en nuevas formas, a veces con un toque de política. En Asia el pluralismo en el pensamiento no ha llevado a la completa secularización o al nihilismo, sino que ha enseñado el respeto recíproco. Pero no debe llevarnos a la indiferencia.
31. En medio de tantas incertidumbres políticas y sociales, la pequeña Iglesia de Asia no ofrece a la gente una nueva Utopía, no promete generar superhombres, más bien busca la manera de generar personas moral y espiritualmente motivadas, y grupos de personas seriamente comprometidas con el bien de la humanidad. Seguirá recordando a los hombres su eterno destino en Cristo. El Evangelio sigue revelando su fuerza interior incluso en medio de tantas tensiones sociales.

La Palabra sagrada en Asia
32. Volvamos ahora al punto de partida: la Palabra de Dios. Aunque las personas admiren la imponencia y la grandeza de las obras cristianas, sólo el poder de la Palabra de Dios logrará tocarlas y transformarlas. La expresión ‘Palabra sagrada’ tiene un significado para los pueblos asiáticos, porque poseen libros antiguos considerados sagrados y fidedignos, que ejercen una profunda influencia en su vida y su cultura: creencias, comportamientos, relaciones, cultos y principios morales. Creen que pueden indicar el camino de la salvación. Estos libros, considerados sagrados, tienen un canon definitivo y solo los pueden interpretar personas autorizadas (sacerdotes, monjes, estudiosos y concilios). Son leídos, cantados, salmodiados, meditados, repetidos, memorizados, representados en iconos, escritos en caligrafía. Tienen que ser comprendidos por la mente y aceptados por el corazón, para que puedan transformar la realidad humana.
Una cosa es segura: en Asia todavía sigue habiendo hambre de espiritualidad. La seriedad con la que en Asia se considera la religión es un bien precioso para toda la humanidad y no sólo para el continente oriental. En la psique colectiva de las poblaciones asiáticas los movimientos religiosos están más profundamente arraigados que los movimientos políticos e incluso quienes no están dispuestos a cambiar de fe desean buscar una profundidad espiritual. Los asiáticos están abiertos a la Palabra de Dios. El pensamiento bíblico sigue llegando a la vida de las personas, afectando a los valores de la comunidad, transformando las relaciones, modificando las filosofías, influyendo en los programas de mejora social, porque los asiáticos saben que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4).
Que estas palabras se conviertan en realidad hoy en Asia: “Derramaré mi espíritu sobre todo mortal, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas” (Hch 2, 17). Que este mensaje llegue a todos los confines de la tierra.

NOTAS

[1] Con el reciente desplazamiento del modelo cristiano hacia otras partes del mundo, esta imagen podría cambiar.
[2] Algunos podrían recordar solo la alianza entre los misioneros y los regímenes coloniales, pero sería absolutamente injusto, pues fueron muchas las coacciones que sufrieron y muy pocas las posibilidades que les fueron concedidas. A menudo también ellos fueron perseguidos por las autoridades coloniales anticlericales. Tuvieron que tener una fe profunda para vencer las dificultades insuperables que debieron afrontar para perseverar en la misión de difundir el Evangelio.
[3] Un reciente informe declara que en Nanjing (China) la editorial Amity Printing Company publicó 6 millones de Biblias sólo en 2007 y tiene programado aumentar la producción a 12 millones de Biblias al año, lo que equivale a 23 Biblias por minuto (SAR News, 16-30 de junio de 2008, pág. 22). Esta iniciativa empezó en 1987 y ya se han publicado 50 millones de ejemplares.
Hoy se encuentra disponible una edición japonesa del Diccionario de Teología bíblica en formato electrónico. Existe un curso muy popular que se llama “La Biblia en 100 semanas”.
[4] A veces se critica el modo de enseñar en la actualidad las Escrituras, con un estilo demasiado académico, no orientado suficientemente a un uso espiritual y pastoral de la Biblia.

[00013-04.15] [NNNNN] [Texto original: inglés]

- Por América: S.Em.R. Card. Oscar Andrés RODRÍGUEZ MARADIAGA, S.D.B., Arzobispo de Tegucigalpa, Presidente de la Conferencia Episcopal (HONDURAS)

No tuvimos a disposición el texto de la Intervención, antes de la clausura en la redacción del Boletín.

- Por Europa: S.Em.R. Card. Josip BOZANIĆ, Arzobispo de Zagreb (CROACIA)

1. Cuando en el pasado mes de septiembre, El Santo Padre Benedicto XVI, se reunió con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París, concluía su discurso así: “Lo que ha fundado la cultura Europea, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharlo, permanece también hoy como fundamento de toda cultura verdadera”.
Hablando de la relación entre la Palabra de Dios y Europa se podría, de por sí, tomar en consideración cada época histórica y exponer las influencias de la Biblia en cada uno de los aspectos culturales, económicos y políticos. Pero no es este el objetivo de mi intervención, que tampoco se refiere a la extensión ni al contenido del mismo. El dato incontestable del cual parto es que es imposible no asociar Europa al cristianismo, sobre todo, porque es el cristianismo la llave de lectura privilegiada para comprender en su totalidad a nuestro Continente.
De hecho, si damos una mirada desde el punto de vista geográfico, es difícil delimitar Europa, señalar sus confines sobre todo hacia el Oriente y el Sur Oriente. Si luego consideramos a Europa desde la perspectiva política y de las visiones de las que esta impregnada, nos encontramos con la misma dificultad porque la herencia europea es mucho más amplia que las mismas organizaciones políticas de convivencia humana en un determinado lugar.
Es evidente que el proceso de cristianización ha unido los elementos determinantes del tejido europeo, pero la cristianización, dicha simplemente así, significa el anuncio de la Palabra de Dios, con la capacidad de iluminar los diferentes aspectos de la vida de los hombres. Queda claro que Europa en su evolución histórica no estuvo solamente marcada por el cristianismo. Sin embargo, podemos afirmar con razón que Europa nació gracias al cristianismo, y que la Iglesia ha contribuido en la construcción de Europa, gracias al compromiso incansable de los anunciadores de la salvación de Cristo, como lo testimonian de manera ejemplar los santos Patronos Benito, Cirilo y Metodio. No faltan, es cierto, páginas obscuras de su historia que aparecen hoy en neto contraste con la Buena Noticia del Evangelio y, sin embargo, estando en relación con la difusión de la Cristiandad, éstas no son otra cosa que las implicancias dolorosas y negativas que son expresión del pecado que habita en el corazón del hombre. Tocamos aquí esa parte de la historia europea que pertenece al mysterium iniquitatis.
Existe un vínculo indisoluble entre la Biblia y Europa. Todo aquello que hizo grande a la cultura europea y a su civilización - la Europa de las mil Catedrales, la Europa custodio de los tesoros artísticos, de la literatura, y de la música cristiana, Europa que con la fuerza desbordante de la caridad cristiana supo expresar signos concretos de solidaridad y de servicio hacia los pobres - tiene su propio punto de partida en la Biblia. Temas como la dignidad de la persona, el reconocimiento de los derechos humanos, la separación entre Iglesia y Estado - tan solo para nombrar algunos ejemplos - tienen su núcleo en el manantial de la Biblia. La justicia social, los derechos, la crítica a cualquier tipo de idolatría, el rechazo a las falsas imágenes de Dios, también tienen su fundamento en la Biblia. La Biblia une Oriente y Occidente, el Norte y el Sur del continente, como también, las diferentes Iglesias y comunidades cristianas.
2. Puede ser fecundo leer la relación entre la Palabra de Dios y Europa tomando como punto de partida los esbozos del Documento de Trabajo, con su estructura tripartita: El misterio de Dios que nos habla - La palabra de Dios en la vida de la Iglesia - la Palabra de Dios en la misión de la Iglesia. Tal articulación temática ofrece contenidos y métodos para un itinerario que, aplicado a la realidad europea, puede ciertamente favorecer una toma de conciencia renovada en la Palabra como centro en la vida de nuestras comunidades. Intentaré hacer un recorrido en tres etapas: revelatio - interpretatio - celebratio, cada una de éstas tiene su centro en la práctica de la Lectio divina.
La Palabra de Dios revelada nos manifiesta a Dios que viene al encuentro del hombre, ofreciéndole la posibilidad de descubrirlo y conocerlo en el misterio de la propia vida. El Dios de la alianza, el Dios de Jesús Cristo y del misterio pascual, que cumple con las promesas del Antiguo Testamento - en el surco de la herencia espiritual judía - fue anunciado sobre el suelo europeo primero a los pueblos del mundo greco-romano, en circunstancias que a menudo requirió el testimonio del martirio. La revelatio necesariamente implicó el distanciamiento y la superación de las normas vigentes en la vida de aquella sociedad y, a pesar de tal “revolución” y “re-culturación,” se hicieron adaptándose a la inteligibilidad y al lenguaje de la época.
También en épocas posteriores, la acción misionera - tomando de la Revelación de la que era portadora - llevó consigo, como consecuencia y no como fin primario, la inculturación dando a la Palabra de dios, interpretada mediante la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, la posibilidad de dar una nueva forma a la vida de los hombres. Este proceso se repitió al contacto de la cultura romana con la cultura franco-germánica, con los pueblos eslavos y con los demás pueblos que se iban evangelizando. Esta dinámica ha impregnado la formación de la conciencia europea en el Medioevo, a pesar de que las circunstancias externas eran diferentes. La interpretatio ha progresado ciertamente durante todas las épocas - cómo no recordar la fecunda estación de la Patrística - pero es en el segundo milenio y, sobre todo, con la Reforma que se produjeron los cambios importantes, teniendo en ocasiones diferencias de enfoque. Todo esto ha generado enfrentamientos pero, de la interpretación ha brotado - compañera necesaria de la evangelización y fruto de la acción del Espíritu en la Iglesia y en el corazón de los creyentes - finalmente, un fecundo desapego de aquellas fracturas, evitando el surgimiento de nuevas. La teología europea y la pastoral en su visión hermenéutica se han enriquecido mutuamente. Hoy la necesidad más evidente que nunca de promover la conciencia de la Biblia trata, por esto, también de evitar el peligro de nuevas lecturas “fundamentalistas” y derivaciones ideológicas.
La revelación no es por lo tanto algo estático, ni es algo que cronológicamente está separada de los procesos: es decir, la revelatio va siempre acompañada de la interpretatio, que se actúa - en la celebratio. Se trata siempre de Dios que nos habla, del descubrimiento de la verdad sobre el hombre y sobre el mundo, la cual se vuelve Palabra vivida y celebrada, dando razón de ser a la misión y a la acción de la Iglesia.
3. Hoy en Europa se advierten los signos de un renovado interés por la Biblia. Por lo tanto es necesario volver a partir de Dios y del evento de su Revelación, y al mismo tiempo tener el coraje de una nueva y más madura propuesta de Lectio divina. Diciendo Lectio divina no pienso solamente en los textos sagrados, que permanecen igualmente como referencia esencial para el discernimiento eclesial. No pienso, tampoco, en la lectura limitada del espacio restringido de la subjetividad. Pienso, más bien a la escucha de Dios que continuamente actúa en la historia, descubriendo su presencia en cada acontecimiento. Esto permitirá “leer” la vida de la Iglesia en Europa como lugar en el cual Él se revela. Es de este modo que la Lectio divina como lectura en el espíritu, se vuelve experiencia divino-humana, cuyo sujeto es Dios mismo obrando en el cuerpo eclesial.
En una perspectiva semejante, se pone la pregunta de cómo leer las opiniones divergentes en la Iglesia, los conflictos entre los pueblos, pero también como afrontar la marginación cultural del cristianismo, la búsqueda de libertad fuera de la presencia de Dios. Ahora bien, si el cristianismo es el principio fundamental que abraza y unifica a Europa, deberíamos reconocer la acción de Dios que se revela también cuando nos salimos del camino en nuestras discordias y conflictos, como también en la comunión, en el respeto y en altruismo. Esto nos llama a tener un cristianismo que no se deje envolver en el juego de la política y de la economía, hasta el punto de volverse irreconocible. La responsabilidad de los cristianos en Europa debe ser de tal modo que no se pueda limitar a una lectura exclusivamente política y económica de los acontecimientos. No asumir el método que la Lectio divina nos ofrece - y por el cual permitimos que “Dios nos lea” - tiene consecuencias directas ya sea en las celebraciones de Dios, misterio revelado y donado, como en la misión de la Iglesia. En la concepción cristiana, de hecho, celebratio es siempre actualización también del evento del Dios que se ha revelado en Jesucristo, el hacerse-presente-de nuevo aquí y ahora en la historia de los hombres (re-praesentatio). Celebratio se vuelve por lo tanto Lectio divina en el significado más pleno. Y es en la Iglesia que celebra el Señor resucitado que la Palabra de Dios hace carne, convirtiéndose en instrumento de salvación para todos los hombres.
4. Europa vive su crisis de identidad en los tres niveles que hemos considerado. Pareciera que le quiere huir al Dios revelado y estuviera buscando la fuente de su identidad encerrándose en el humanum, concepto que es intencionalmente vago.
Cuando el hombre no escucha lo que Dios dice, inevitablemente comienza a hablar en su lugar, pero al fondo de este discurso está el miedo. Europa sin Dios corre el riesgo de convertirse en un nido de angustia y de construir una civilización del miedo. La Palabra de Dios restituye la esperanza y la alegría. Europa, además entra en crisis cuando no acepta la fuerza interpretativa de la Palabra de Dios, que tiene en la fe y en la inspiración su fundamento último. Es ardua esta tarea para todas las disciplinas científicas y especialmente para la teología. Europa con razón se jacta del desarrollo de su propio pensamiento teológico pero es necesario un ulterior esfuerzo para una confrontación más proficua con las nuevas interpretaciones y búsquedas científicas, que a menudo están, a propósito, separadas de los paradigmas hermenéuticos de la verdad cristiana. El rechazo de la Palabra de Dios como instancia interpretativa conduce a Europa hacia la cultura del desaliento y de la inseguridad.
De hecho, una cultura que rompe con la celebración cristiana, es decir con la celebración del Misterio de la bondad de Dios y de la salvación en Cristo, arriesga su propia felicidad y empuja a Europa hacia la civilización de la aflicción y de la tristeza, que advierte el peso de la vejez y de la muerte. La Palabra de Dios restituye al hombre europeo la capacidad de celebrar la vida. Allí donde existen la celebración de los misterios cristianos, la Iglesia es joven, y esto garantiza la juventud para Europa.
5. La Lectio divina no es solamente la fuerza interior para una nueva inspiración al apostolado, sino que es también el fundamento para el movimiento ecuménico y para el diálogo interreligioso. Esto es camino de compresión de la Palabra de Dios, para el cual es necesaria la trascendencia. Esto es también el lugar de la libertad en la cual se busca la respuesta humana. En esta dinámica suya humano-divina la Lectio divina presenta por lo tanto una fuerza transfigurante. Más aún, se puede afirmar que Cristo mismo es Divina Lectio. Ser cristianos, ser cristoformes, vivir el cristianismo, significa “ser Lectio divina”. Queda, por lo tanto, urgente la invitación a practicar la Lectio divina, la lectura rezada y meditada de la Palabra de Dios. Es necesario tener como punto de partida la Sagrada Escritura, también en las acciones pastorales más ordinarias porque en eso radica la fuerza de la metáfora (que significa más allá del texto)y de la transfiguración (experiencia del don, experiencia que va más allá de la autosuficiencia). Entonces se llega a poder decir junto con San Pablo: “Para mí, vivir es Cristo”.
Este año tendremos la posibilidad de tornar a menudo sobre la vida y sobre los escritos de San Pablo . El apóstol de las Gentes interpreta su misión como un “llamado”, como un don de Gracia y nunca como una iniciativa autónoma. San Pablo pone los fundamentos para que la espiritualidad cristiana no sea sólo una espiritualidad de la imitación, sino también una espiritualidad de la conformación. En la primera, el protagonista es el Yo, la norma es la ley y la virtud de fondo es el esfuerzo constante de la persona singularmente. En la espiritualidad de la conformación, en cambio, el sujeto es el Espíritu Santo que plasma Cristo en el creyente; la norma es el reconocimiento de la Gracia que siempre precede; la virtud de fondo es la disponibilidad a dejar que Cristo tome forma en la propia experiencia de vida.
6. Como soy de Sagabria, Croacia, donde días atrás hemos celebrado los diez años de la beatificación del Cardenal Aljzije Stepinac, deseo agregar todavía un pensamiento en relación a él. El Secretario de Estado, Cardenal Tarcisio Bertone, en la homilía ha ilustrado un paralelismo particularmente sugestivo entre San Pablo y el Beato Alojzije Stepinac. Primero habló de su encuentro con Cristo Resucitado y, luego, subrayó: “ Lo que nos impresiona sea del Apóstol Pablo sea del Cardenal Stepinac es que, mientras quienes los perseguían eran esclavos de ideologías mentirosas y violentas, ellos, aún estando exteriormente privados de la libertad, permanecían en su interior libres: libres para alentar y para guiar a sus amigos, serenos para poder sostener a los hermanos en la fe, dispuestos a perdonar y rezar por los enemigos y por aquellos que les estaban haciendo daño”.
Nosotros que venimos de la parte de Europa en la cual han dominado varios regímenes dictatoriales, el comunismo uno de los últimos, hemos comprendido que los pastores y los fieles han podido resistir frente a las crueldades y a los horrores de las ideologías por confiar solamente en la Palabra de Dios.
Colmados por el Espíritu de Cristo que tomaban de las Sagradas Escrituras, muchos católicos y cristianos europeos del siglo veinte, han podido discernir entre el bien y el mal, han podido resistir al desafío de los totalitarismos, revelando la pérfida y satánica desviación. La Sagrada Escritura les ha permitido, descubrir no solamente las debilidades de los otros y las propias, sino antes que nada la esperanza que surge de la misma Palabra de Dios. Esperanza en la vida que es más fuerte de la muerte y de la destrucción, esperanza en el sentido que es más fuerte que el no sentido, esperanza en el cuidado por parte de Dios para los oprimidos y los pobres, por aquellos que están en los márgenes de la sociedad, esperanza que los empujó a dar forma a un mundo mejor y más justo.
Apropiarnos de la memoria y de la herencia cristiana - tomando la lección de las generaciones pasadas - significa por lo tanto, para nosotros europeos, volver a la raíz de nuestra identidad histórica, tomando del manantial vivo de la Palabra de Dios. Para nosotros europeos la profesión de la fe, nutrida de escucha de la Palabra y de experiencia eclesial, debe proponerse como testimonio provocando a todos, creyentes y no, para retomar el auspicio con el cual Juan Pablo II concluía la Exhortación Apostólica Ecclesia in Europa : “a trazar caminos siempre nuevos que desemboquen en la « Europa del espíritu », para convertirla en una verdadera « casa común » donde se viva con alegría” (EE, 121).

[00018-04.10] [NNNNN] [Texto original: italiano]

- Por Oceanía: S.E.R. Mons. Michael Ernest PUTNEY, Obispo de Townsville (AUSTRALIA)

La Palabra de Dios en Oceanía

Durante la Misa de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney, para la procesión del Libro de los Evangelios, algunos jóvenes estudiantes procedentes de las Islas del estrecho de Torres, en el nordeste de Australia, llevaron a cabo una ceremonia llamada “el Advenimiento de la Luz”. Esta ceremonia representaba la llegada de un misionero europeo con la Biblia. Inicialmente la población local opuso resistencia a la propuesta de la Palabra de Dios. Más tarde cambiaron de actitud y abrazaron la Palabra de Dios, que transformó sus vidas. Tras algún contacto inicial en siglos anteriores, la Palabra de Dios llegó a Oceanía con los misioneros, tanto católicos como protestantes, durante el siglo XIX.
Las culturas de Oceanía, a parte de las culturas occidentales de Australia y Nueva Zelanda, se dividen entre las alfabetizadas y las que son predominantemente orales. En las primeras, las Escrituras se guardan como un tesoro y se leen en los hogares, con más frecuencia que en Australia o Nueva Zelanda. En las segundas, también en nuestros días, el mensaje de la Palabra de Dios se comparte más bien mediante narraciones, rituales, canciones y representaciones teatrales, y no simplemente mediante la lectura del texto.
En muchos lugares, la procesión de la Palabra de Dios en la liturgia es una expresión cultural muy vivaz de la fe en la Palabra de Dios, y buena muestra de ello fue la acogida al Santo Padre en la Jornada Mundial de la Juventud y al final de la Misa, ocasiones en las que la Palabra de Dios fue llevada en procesión por peregrinos de Tokelau y la Islas Fiji, respectivamente. Este reconocimiento reverente de la Palabra tiene mucho que enseñar a los australianos y neo-zelandeses, que algunas veces pueden dar por descontado el privilegio de poder leer la Palabra de Dios.
La gran dedicación a su labor, a veces heroica, de los misioneros que difundieron la Palabra de Dios predicando el Evangelio, los Sacramentos, y enseñando la tradición de la Iglesia a tanta gente en todo el Pacífico, ha dado frutos abundantes. Estos frutos no están exentos de ambigüedades, porque como se señala en Ecclesia in Oceania, los misioneros a veces también introducían elementos que eran culturalmente extraños a la gente (3). También es verdad que a veces algunos elementos de la cultura de acogida que se contradicen con la Palabra de Dios siguen ejerciendo una influencia en las vidas de la gente. Ante estos desafíos, sigue siendo muy necesario contar con personal competente que enseñe en los seminarios y los institutos de educación superior de los numerosos países de Oceanía.
Las nuevas iglesias del Pacífico afrontan hoy los retos de la transición cultural, puesto que en algunos lugares pasan de las comunidades de las aldeas a la vida urbana y a la participación en una economía global. Esta transición puede causar tensiones en la vida familiar y un desgarro en el tejido social. Además, a veces pueden encontrar dificultades para afrontar el proceso político occidental que en gran parte heredaron de sus colonizadores europeos, y las crecientes amenazas medioambientales a causa de los cambios climáticos.
Asimismo, en muchos países de Oceanía existe un número increíble de lenguas en las que la Palabra de Dios debería ser comunicada. Por ejemplo, solamente en Papúa Nueva Guinea existen ochocientas cuarenta y siete lenguas distintas. En Oceanía existen en total más de mil doscientas lenguas completamente diferentes.
En Australia y Nueva Zelanda la Palabra de Dios llegó con los primeros europeos que se establecieron en esas islas. La Iglesia creció y floreció. Pero ahora la Palabra a menudo encuentra dificultades para ser escuchada en una cultura indiferente. Australia es uno de los países más secularizados del mundo. Nueva Zelanda cuenta con muchos más habitantes procedentes de las islas del Pacífico, que tienden a ser más religiosos, pero la cultura europea predominante es tan laicista como la australiana.
No obstante, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud durante una gloriosa semana las calles de la secularizada Sydney se llenaron de expresivos signos de la presencia de Dios, y la resistencia de su cultura se desmoronó ante el poder del Espíritu Santo presente en los rostros y las voces de 200.000 jóvenes.
Muchos católicos en Australia y Nueva Zelanda viven sus vidas profundamente determinados por su fe en la Palabra de Dios, pero no siempre es evidente y casi se ha convertido en un secreto en nuestra cultura predominantemente secularizada. No es que esto suceda porque la gente no es verdaderamente creyente, sino porque la existencia de Dios no está reconocida de ningún modo en la vida cotidiana de los australianos y de muchos neozelandeses. La mayoría vive gran parte del tiempo como si Dios no existiera, aunque sea creyente.
Después de la Jornada Mundial de la Juventud, algunos australianos y neozelandeses sintieron que la promesa de una nueva evangelización por fin se estaba poniendo en marcha a pesar de la aparente impermeabilidad de la cultura secularizada. En su descripción del contexto en el que la Palabra de Dios tiene que ser predicada en Australia, y en buena parte también en Nueva Zelanda, el Santo Padre habló en la Jornada Mundial de la Juventud del “siniestro” hecho de que la libertad y la tolerancia estén frecuentemente separadas de la verdad, y de un relativismo en el que la “experiencia” es lo más importante, separada de cualquier consideración sobre lo que es bueno o verdadero. Describió con detalle la cultura laicista en Australia y Nueva Zelanda, cuando habló de un “desierto espiritual” y cuando dijo: “¿Cuántos de nuestros contemporáneos se han construido cisternas agrietadas y vacías (cfr. Jr 2,13) en una búsqueda desesperada de significado, el significado último que sólo el amor puede dar? Este es el don, tan grande y liberador, que nos trae el Evangelio”.
El desafío que Australia y gran parte de Oceanía tienen que afrontar consiste en encontrar nuevos caminos para que este don del Evangelio sea escuchado. Si miramos hacia atrás y releemos las recomendaciones de Ecclesia in Oceania, como son la práctica de la lectio divina y la formación bíblica de la gente, está claro que sólo se han realizado en parte.
La exhortación apostólica post-sinodal también había indicado la Palabra de Dios como “fuente inagotable de evangelización” (10). La Iglesia en Australia y en Nueva Zelanda y en los demás países de Oceanía está concentrando su atención cada vez más insistentemente en la necesidad de dedicarse a una nueva evangelización en esta zona del mundo, especialmente en la cultura secularizada de Australia y Nueva Zelanda. Sin embargo, actualmente no se ha identificado un método único ni existe una comprensión común sobre lo que hace falta en términos prácticos. Volviendo a la Jornada Mundial de la Juventud, muchos jóvenes peregrinos australianos pidieron que se les concediera la oportunidad de escuchar la catequesis en sus diócesis y de realizar asambleas de preguntas y respuestas con sus obispos, tan conscientes eran de su ignorancia y tan deseosos estaban de escuchar el mensaje del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia, después de la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud. Esto da una nueva oportunidad a los obispos y sacerdotes de ayudar a los jóvenes a alcanzar una comprensión de la Palabra de Dios, tal como se encuentra en la tradición apostólica y en las enseñanzas de la Iglesia.
La Iglesia en Oceanía proclama la Palabra de Dios en una cultura en la que otros intentan hacer lo mismo. Algunos grupos protestantes dan un enfoque a la evangelización que ignora el contexto cultural y a veces confía en una comprensión fundamentalista de la Palabra de Dios. Por este motivo, la evangelización católica puede verse rechazada, porque no se la distingue de la propuesta alternativa.
Al mismo tiempo, las relaciones ecuménicas con las mayores Iglesias cristianas y las relaciones con la comunidad hebrea, la comunidad islámica y con las demás religiones mundiales son una experiencia muy positiva para la Iglesia, en muchas zonas de Oceanía. Tratamos de trabajar juntos, en nuestra cultura secularizada, para afirmar el valor fundamental de la fe en Dios y el derecho de los creyentes a dar su contribución a nuestra cultura secularizada.
Estos son algunos de los retos que tiene que afrontar la Iglesia en Oceanía, pero también existen muchos signos de una nueva vida y el testimonio de decenas de miles de católicos comprometidos que han permanecido fieles a pesar del impacto del secularismo. La Jornada Mundial de la Juventud nos ha dado una gran esperanza. Nuestra tarea ahora es recoger los frutos.

[00016-04.08] [NNNNN] [Texto original: inglés]

RELACIÓN DE S.EM.R. CARD. ALBERT VANHOYE, S.I., RECTOR EMÉRITO DEL PONTIFICIO INSTITUTO BÍBLICO DE ROMA (FRANCIA)

Documento de la Pontificia Comisión Bíblica sobre “El pueblo judío y sus Escritura Sagradas en la Biblia Cristiana”

En el año 1996, después de su parcial renovación, la Pontificia Comisión Bíblica fue invitada por su presidente, el cardenal Joseph Ratzinger, para que eligiera un nuevo tema de búsqueda, que fuera importante para la vida y la misión de la Iglesia en el mundo actual. Se propusieron diferentes argumentos. Se realizó una votación. El tema que obtuvo la mayor cantidad de votos fue “El antijudaísmo y la Biblia”. El término “antijudaísmo” se prefirió al de “antisemitismo” porque de hecho, es más exacto; existen otros pueblos semitas además del pueblo judío.
La Comisión Bíblica se mostró enseguida fiel a la elección de esta denominación, pero no la mantuvo en el título de su trabajo. Adoptó una perspectiva más abierta y positiva, definiendo el tema con otra denominación: “ El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana”. Un colega hizo notar que la expresión “sus Escrituras” posee un sentido bastante amplio porque, además de aplicarse a la Biblia judía, se aplica también a la Misná, a la Tosefta y al Talmud. Para ser más precisos, se adoptó el término“sagradas escrituras”, expresión usada por el apóstol Pablo al comienzo de su Carta a los Romanos, que tiene la ventaja de expresar un respeto religioso por los escritos llamados de este modo.
Con el título “El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana,”están indicados dos temas diferentes y complementarios que corresponden a dos preguntas. La primera es ¿Cómo se presenta “al pueblo judío” en la biblia cristiana, es decir, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento? La segunda pregunta es ¿qué lugar ocupan las “sagradas Escrituras” del pueblo judío en la Biblia cristiana? El Documento trata estas dos preguntas en orden inverso. Sobre todo, comienza estudiando el lugar ocupado por el Antiguo Testamento en la Biblia cristiana y luego en los modos con los cuales es presentado el pueblo judío en las dos partes de esta Biblia, o sea, el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Digamos, desde el principio, que esta manera más abierta y positiva de hacer las preguntas ha tenido como consecuencia que el término ”antijudaísmo” ya no se encuentre en ningún título del Documento, ni en los títulos de los capítulos, ni en los de los apartados. En cambio se encuentra más de una vez en el texto mismo porque el problema no fue eludido, en absoluto; fue claramente afrontado, pero sin ocupar toda la perspectiva, dejando que fuera sobre todo positiva y haciendo del Documento, y es bueno subrayarlo, un antídoto más eficaz contra el antijudaísmo.
El trabajo de la Comisión Bíblica se desarrolló, como de costumbre, en tres fases. Antes que nada cada miembro de la Comisión redactó unas monografías que fueron puestas en discusión en la Asamblea plenaria. Luego, una vez establecido el proyecto de elaboración del Documento y la redacción de las distintas partes del mismo, se confió a diferentes colegas su discusión. Para terminar, se pasó a la tercera fase y las diferentes aportaciones se unificaron en un único texto, que fue discutido, revisado y votado. La redacción final es fruto, por lo tanto, de un trabajo colegial.
Este trabajo fu realizado con rigor científico y con un espíritu de respeto y de amor por el pueblo judío. No era suficiente un análisis superficial de los textos; más bien había que estudiarlos y profundizarlos. El Documento, por lo tanto, no es de fácil lectura. Y son los mismos textos los que inspiran respeto y amor por el pueblo judío. “En el Antiguo Testamento, el proyecto de Dios es un proyecto de unión de amor con su pueblo, amor paterno, amor conyugal: cualesquiera que sean las infidelidades de Israel, Dios no renuncia nunca a él, sino que afirma su perpetuidad (Is 54, 8; Jr 31, 3). En el Nuevo Testamento, el amor de Dios supera los peores obstáculos, incluso si no creen en su Hijo, que él ha enviado para que sea su Mesías salvador, los israelitas siguen siendo “amados”" (San Pablo lo afirma en la Epístola a los Romanos 11, 29). Así pues, quien quiera estar unido a Dios, debe amarlos igualmente (n. 86, conclusión). La Comisión Bíblica ha seguido explícitamente la orientación indicada por el Papa Pablo VI en su homilía del 28 de octubre de 1965, día de la promulgación del documento conciliar Nostra Aetate, que trata de la relación con las religiones no cristianas, especialmente con la religión judía. Hablando de los judíos, Pablo VI auspiciaba que se les mirara “con respeto y amor” y, añadía, “con esperanza”. Esta orientación sumamente positiva no deja espacio al antijudaísmo. Ésta debería mantenerse con mayor fidelidad.
El Documento está compuesto por tres capítulos. El primero se titula “Las Escrituras Sagradas del pueblo judío, parte fundamental de la Biblia cristiana”. Al comienzo se había puesto “parte integrante”, lo que habría significado que sin la sagrada Escritura del pueblo judío, la Biblia cristiana no sería completa. Esto, de todos modos, es verdadero pero insuficiente. El Antiguo Testamento no es simplemente una parte entre otras de la Biblia cristiana. Es la base, la parte fundamental. Si el Nuevo Testamento se hubiera establecido sobre otra base, no tendría valor verdadero . Sin la conformidad con las Sagradas Escrituras del pueblo judío, no se la hubiera podido presentar como el cumplimiento del designio de Dios. Cuando el Apóstol Pablo quiere expresar lo esencial de la fe cristiana, subraya dos veces esta conformidad diciendo “que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció”(1 Cor 15, 3-5). “La fe cristiana no se basa pues sólo en estos acontecimientos, sino en la conformidad de éstos con la revelación contenida en las Escrituras del pueblo judío.”(n. 7). Esto constituye evidentemente un vínculo muy fuerte entre los cristianos y el pueblo hebreo.
El primer capítulo presenta una larga demostración de las afirmaciones contenidas en su título. Esto hace ver, antes que nada, que “el Nuevo Testamento reconoce la autoridad de las Sagradas Escrituras del pueblo judío”. La reconoce implícitamente utilizando con constancia el mismo lenguaje de estas sagradas Escrituras y haciendo frecuente alusión a varios pasajes de estos textos. La reconoce también con citaciones explícitas. El Documento recuerda detalladamente las muchas maneras con las que fueron presentadas en el Nuevo Testamento estas citaciones explícitas. El lector podría cansarse, pero es esta atención a detalles puntuales que da valor a la demostración.
“Muy a menudo el Nuevo Testamento utiliza textos de la Biblia judía para argumentar”.“A esta argumentación, basada en las Escrituras del pueblo judío, el Nuevo Testamento reconoce un valor decisivo. En el IV Evangelio, Jesús declara, a este propósito, que “no puede fallar la Escritura”(Jn 10, 35). Su valor deriva del hecho que es “Palabra de Dios” (ibid). “En sus argumentaciones doctrinales, el apóstol Pablo se basa constantemente en las Escrituras de su pueblo. Pablo obra una neta distinción entre las argumentaciones de las escrituras y los razonamientos “según el hombre”, atribuyendo a las primeras un valor incontestable. Para él las Escrituras judías tienen igualmente un valor siempre actual para guiar la vida espiritual de los cristianos. En su Carta a los Romanos escribe: “En efecto todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rm 15, 4; cfr. 1 Cor 10, 11)”
Seguidamente, el Documento muestra que “el Nuevo Testamento atestigua la propia conformidad a las Escrituras del pueblo judío”. El Nuevo Testamento manifiesta, de hecho, una doble convicción “por una parte, lo que fue escrito en las Escrituras del pueblo judío debe necesariamente cumplirse porque revela el designio de Dios que no puede dejar de realizarse, y por la otra parte, la vida, la muerte y la resurrección de Cristo corresponden plenamente a cuanto fue dicho en estas Escrituras”
El Documento profundiza abundantemente el tema del cumplimiento de las Escrituras, porque se trata de un tema en extremo importante para la relación entre cristianos y judíos, y esto es muy complejo. Este tema es abordado en primera instancia en el apartado 8 y retomado con mayor detenimiento en el capítulo 2, entre los apartados 19 y 21. El cumplimiento de las Escrituras conlleva necesariamente tres aspectos: un aspecto fundamental de continuidad con la revelación del Antiguo Testamento pero, al mismo tiempo, un aspecto de diferencia sobre algunos puntos y otro de superación. Una simple repetición de lo que se encuentra en el Antiguo Testamento no es suficiente para poder hablar de cumplimiento. Es indispensable un progreso decisivo. Tomemos, por ejemplo, el tema de la morada de Dios en medio de su pueblo. Una primera realización de ésta fue el Templo de Jerusalem construido por Salomón. A pesar de todo su esplendor, esta primera obra resultó imperfecta. Salomón lo reconoce en el momento mismo de la consagración y dice a Dios: “Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte ¡ cuánto menos este templo que yo te he construido!” (1 R 8, 27). Manchado por los pecados del pueblo, el templo de Salomón fue destruido y los judíos deportados en exilio. Cuando volvieron del exilio, el templo fue reconstruido. ¿Era entonces éste el cumplimiento del proyecto de Dios? De ningún modo, porque se trataba nuevamente de un edificio material, construido por hombres que no podía ser realmente la morada de Dios. Era diferente al templo de Salomón, mas esta diferencia, en lugar de ir en el sentido de un progreso decisivo, iba en el sentido de ser inferior. Esto lo observa el profeta Ageo, cuando pregunta a los judíos repatriados “Quién queda entre vosotros que haya visto esta Casa en su primer esplendor? Y ¿qué es lo que veis ahora? ¿No es como nada a vuestros ojos?(Ag 2, 3). El profeta anuncia, por lo tanto, una intervención de Dios. Dicha intervención se realizó en el misterio pascual de Cristo. Jesús lo había anunciado cuando dijo a los judíos “Destruid este Santuario y, en tres días, lo levantaré”(Jn 2, 19). El evangelista agrega con precisión: “pero él hablaba del Santuario de su cuerpo”(Jn 2, 21). Esta vez la diferencia es radical. Como dice San Marcos, en lugar de un “santuario hecho por hombres” se trata de un santuario “no hecho por hombres”(Mc 14, 58) y esta diferencia se entiende en el sentido de una infinita superioridad. El cuerpo glorificado de Cristo es verdaderamente la morada de Dios; “Porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente”, como proclama la Epístola a los Colosenses (Col 2,9).
En el apartado 8, el Documento puntualiza, pues, que la conformidad del Nuevo Testamento con las Escrituras del pueblo judío no es total, sino que “está acompañada de algunos aspectos de no conformidad”. Es el caso, por ejemplo, de las Epístolas de San Pablo. “En las Cartas a los Gálatas y a los Romanos, el apóstol argumenta a partir de la Ley, es decir, del Antiguo Testamento, para demostrar que la fe en Cristo ha puesto fin al régimen de la Ley. Muestra que la Ley, como revelación, ha anunciado su propio fin como institución necesaria para la salvación”.
Se puede observar que, en realidad, no existe una “no conformidad” a las Escrituras del pueblo judío tomadas en su conjunto, sino una no conformidad a su aspecto institucional y una conformidad a su aspecto profético presente en la Torá misma. El Antiguo Testamento, de hecho, está lleno de tensiones entre estos dos aspectos. En las Cartas de San Pablo “la frase de mayor significación con respecto a esto se refiere a los Rm 3, 21 donde el apóstol afirma que la manifestación de la justicia de Dios en la justificación ofrecida por la fe en Cristo se dio “independientemente de la Ley” pero que tiene, sin embargo, conformidad con el testimonio de la Ley y de los profetas.”De manera análoga, la Epístola a los Hebreos muestra que el misterio pascual de Cristo cumple las profecías y el aspecto pre-figurativo de las Escrituras del pueblo Hebreo, pero, al mismo tiempo conlleva, un aspecto de no conformidad con las antiguas instituciones”. El sacrifico personal de Cristo guarda conformidad con los oráculos proféticos que denunciaban la insuficiencia de los sacrificios de animales, aunque estuviesen prescriptos por la Ley. La situación de Cristo glorificado está en conformidad con los oráculos del Salmo 109 (110), 4 sobre el sacerdocio “al modo de Melquisedec”; por este motivo no conforme con el sacerdocio levítico. Se hallan, a menudo, conformidad y no conformidad.


En el apartado 21 el Documento vuelve sobre la noción de cumplimiento y afirma que “ es extremamente compleja, y puede ser fácilmente falseada si se insiste unilateralmente o sobre la continuidad o sobre la discontinuidad”. La pastoral debe, por lo tanto, tener cuidado para no falsear la noción de cumplimiento de las Escrituras. El Documento continúa afirmando que “La fe cristiana reconoce el cumplimiento en Cristo de las Escrituras y las esperanzas de Israel, pero que no entiende dicho cumplimiento como la simple realización de lo que estaba escrito. Tal concepción sería limitante. En realidad, en el misterio de Cristo crucificado y resucitado, el cumplimiento se realiza de modo imprevisible. Comporta una superación. Jesús no se limita a interpretar un papel preestablecido, el papel de Mesías (victorioso), sino que confiere a las nociones de Mesías y de salvación una plenitud que no se podía imaginar por adelantado: los llena de un contenido nuevo. A este respecto, incluso se puede hablar de una “nueva creación” (2 Cor 5, 17; Gal 6, 15). [...] El mesianismo de Jesús tiene un sentido nuevo e inédito [...]. Debemos pues renunciar a la insistencia excesiva, característica de cierta apologética, sobre el valor de prueba atribuido al cumplimiento de las profecías. Esta insistencia ha contribuido a volver más severo el juicio de los cristianos sobre los judíos y su lectura del Antiguo Testamento: cuanto más evidente se encuentra la referencia a Cristo en los textos veterotestamentarios, más se considera inexcusable y obstinada la incredulidad de los judíos.
Más adelante se declara en el Documento: Cuando el lector cristiano percibe que el dinamismo interno del Antiguo Testamento encuentra su punto de llegada en Jesús, se trata de una percepción retrospectiva, cuyo punto de partida no se sitúa en los textos como tales, sino en los acontecimientos del Nuevo Testamento proclamados por la predicación apostólica. El Documento llega entonces a una conclusión que concierne a los judíos que no creen en Cristo: No se debe, pues, decir que el judío no ve lo que estaba anunciado en los textos, sino que el cristiano, a la luz de Cristo y en el Espíritu, descubre en los textos un plus de sentido en los mismos textos porque estaba oculto en ellos.
En el apartado 64, el Documento expresa la misma idea en otros términos. Declara “Los lectores cristianos están convencidos de que su hermenéutica del Antiguo Testamento, ciertamente muy diferente de la del judaísmo, corresponde sin embargo a una potencialidad de sentido efectivamente presente en los textos. A la manera de un “revelador” en el procesamiento de una película fotográfica, la persona de Jesús y los acontecimientos que se refieren a ella han hecho aparecer en las Escrituras una plenitud de sentido que anteriormente no podía ser percibida”.
Según el Documento, después que “los cristianos pueden y deben admitir que la lectura judía de la Biblia es una lectura posible”, en continuidad con las Sagradas Escrituras judías de la época del segundo Templo, una lectura análoga a la lectura cristiana, que se desarrolló paralelamente”. No obstante, el Documento hace comprender claramente que esta lectura, posible para los judíos que no creen en Cristo, no es posible, en cambio, para los cristianos, en cuanto implica la aceptación de todos los presupuestos del judaísmo, en particular de aquellos “que excluyen la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios”. “Cada una de esas dos lecturas es coherente con la visión de fe respectiva, de la que es producto y expresión. Son, por tanto, igualmente irreducibles”. Esta toma de posición vale para una lectura hebraica en su conjunto. No es válida una lectura de todos los detalles de los textos bíblicos, en cuanto con frecuencia dicha lectura judía de los detalles, no implica absolutamente el rechazo de la fe en Cristo. Ésta corresponde simplemente a una lectura hecha antes de la venida de Cristo.
El Documento, por lo tanto, puede declarar que “en el campo concreto de la exégesis, los cristianos pueden, sin embargo, aprender mucho de la exégesis judía practicada desde hace más de dos mil años; de hecho, han aprendido mucho de ella a lo largo de la historia”. El Documento agrega que, recíprocamente, los exegetas cristianos “pueden confiar que también los judíos podrán sacar provecho de las investigaciones exegéticas cristianas.” (n. 22).
Para completar el estudio de las relaciones entre en Nuevo y Viejo Testamento, el Documento analiza las relaciones que existen entre el judaísmo y en el cristianismo primitivo, entre la Escritura y la Tradición. Este estudio señala algunas correspondencias “la Tradición engendra la Escritura” y luego la acompaña, porque “ningún texto escrito puede bastar para expresar de exhaustivamente toda la riqueza de una tradición”. La Tradición ha determinado, de manera particular, el canon de la Escritura. Esta determinación se ha realizado de manera progresiva y no ha llevado a los hebreos y cristianos a los mismos resultados. Además de los libros del Antiguo Testamento, los cristianos tienen los escritos del Nuevo Testamento y, para el mismo Antiguo Testamento, el canon cristiano es más extenso que el canon hebreo de las Escrituras; esto concierne a los libros escritos en griego cuyos textos no se encuentra en la Biblia hebraica. El Documento da cuenta de esta situación.Nota, por otra parte, que la acogida de las Escrituras no es idéntica en el judaísmo y en el cristianismo. Para todas las corrientes del judaísmo del período correspondiente a la formación del canon, la Ley ha estado en el centro. En efecto, en ella se encuentran las instituciones esenciales reveladas por Dios mismo y encargadas de gobernar la vida religiosa, moral, jurídica y política de la nación judía después del exilio”. En el Nuevo Testamento, por el contrario, “la tendencia general [...] “es la de dar más importancia a los textos proféticos, entendidos como anunciadores del misterio de Cristo. El apóstol Pablo y la Carta a los Hebreos no dudan en polemizar contra la Ley”. Esta diferencia de perspectivas se debe al hecho que la Iglesia de Cristo no es una nación. El apóstol Pablo ha luchado con vigor para que no se impusieran a los cristianos originarios de las naciones paganas, las leyes y las costumbres propias de la nación judía.
El segundo capítulo del Documento examina la situación de manera más detallada. Éste toma en consideración los “Temas fundamentales de la Escrituras del pueblo hebraico y su acogida en la fe de Cristo” (nn. 19-65).
Las Escrituras del pueblo judío son recogidas en la Biblia cristiana bajo el nombre de Antiguo Testamento. El Documento enseguida destaca, en este sentido, que “al llamarlas “Antiguo Testamento”, la Iglesia cristiana no ha querido en modo alguno sugerir que las Escrituras del pueblo judío hubieran caducado y que se pudiese prescindir de ellas. Siempre ha afirmado lo contrario: Antiguo y Nuevo Testamento son inseparables. Cuando, a principios del siglo II, Marción quiso rechazar el Antiguo Testamento, encontró una oposición completa por parte de la Iglesia post-apostólica”.
“El nombre Antiguo Testamento [...] es una expresión forjada por el apóstol Pablo [en la Segunda carta a los Corintios 3, 14-15] para designar los escritos atribuídos a Moisés”. Pablo habla de “la lectura del Antiguo Testamento” y dice a continuación “cuando se lee a Moisés”. El sentido de la expresión ha sido ampliado desde el final del siglo II para ser aplicado también a las demás Escrituras santas del pueblo judío acogidas en la Biblia cristiana. “Hoy en algunos ambientes, se tiende a retomar el antiguo apelativo “Primer Testamento” para evitar las connotación negativa que pudiera ser atribuida a “Antiguo Testamento”. Sin embargo, “Antiguo Testamento” es una expresión bíblica y tradicional que no posee en sí misma una connotación negativa, ya que la Iglesia reconoce plenamente el valor del “Antiguo Testamento” como la Palabra de Dios. En cuanto a la expresión “Primer Testamento” que se encuentra en latín bajo la expresión “prius testamentum” o “primum” en la traducción de la Carta a los Hebreos, (9, 15; “primum” en 9, 18) sin embargo, no se trata en tal caso de la Escrituras, sino de la alianza sellada en el Sinaí, y sobre esta “primera alianza” se dice que Dios la “declaró antigua” cuando anunció una “nueva”, que estaba destinada desde entonces a desaparecer (Hb, 8, 13).
Nos encontramos, por tanto, que en el “Nuevo Testamento”, la expresión “Primun Testamentum” es la que tiene una connotación negativa y no la de “antiguo testamento”.
Debe decirse, además, que el texto polémico de la Carta a los Hebreos es, de manera genérica, además de consciente e inconscientemente, ignorada en las tranquilizadoras declaraciones sobre la permanente validez de la primera alianza. El Documento no cita este texto aunque lo tiene en cuenta, ya que al evitar hablar de la permanente validez de la alianza del Sinaí, se refiere a la permanente validez de la “alianza prometida por Dios” que no es un pacto bilateral como lo es la alianza del Sinaí, rota con frecuencia por los Israelitas. Ésta es “toda de misericordia” ya que “no puede ser anulada” (n. 41), asimismo “es definitiva y no puede ser abolida” ; en este sentido, según el Nuevo Testamento, “Israel sigue encontrándose en una relación de alianza con Dios (n. 42).
En el segundo capítulo, el Documento revisa no menos de nueve temas fundamentales de las Escrituras del pueblo hebreo que han sido incluidos en la fe cristiana. Los dos primeros son bastante amplios ya que se trata de la “revelación de Dios” y de la situación de “la persona humana” bajo los dos aspectos contrastantes de “grandeza y miseria”. Los demás temas definen el designio de Dios, designio “liberador y salvador” que se realiza por medio de la “elección de Israel” pueblo al cual Dios ofrece “la alianza” y “la Ley”. Los últimos temas tratan de “la oración y el culto, Jerusalén y el Templo” y, luego, los oráculos divinos sobre los “reproches y [las] condenas, para finalizar con los oráculos de promesas.
El Documento constata que “el Nuevo Testamento asume plenamente todos los grandes temas de la teología de Israel”, pero no se conforma con repetir lo que ya ha sido escrito sobre el argumento ya que exige su superación en vista de una progresión. “La persona y la obra de Cristo así como la existencia de la Iglesia se sitúan [claramente] en la prolongación de la historia de Israel”. “No es posible negar, sin embargo, que el paso de un Testamento al otro implica rupturas. Éstas no suprimen la continuidad. La presuponen en lo esencial. Afectan, de todos modos, a bloques enteros de la Ley: instituciones como el sacerdocio levítico y el Templo de Jerusalén; formas del culto, como las inmolaciones de animales; prácticas religiosas y rituales, como la circuncisión, las reglas sobre lo puro y lo impuro, las prescripciones alimenticias; leyes imperfectas, como la del divorcio; interpretaciones legales restrictivas, por ejemplo, las referidas al sábado. Es evidente que desde un cierto punto de vista, concretamente el del judaísmo, se abandonan elementos de gran importancia. Pero no es menos evidente que el desplazamiento radical del énfasis realizado por el Nuevo Testamento había empezado ya en el Antiguo y constituye por ello una lectura potencial legítima de él.” (n. 64).
“La discontinuidad sobre algunos puntos no es más que la cara negativa de una realidad cuya cara positiva se llama progreso. El Nuevo Testamento da testimonio de que Jesús, lejos de oponerse a las Escrituras israelitas o de señalarles un término y revocarlas, las lleva [por el contrario]a cumplimiento, en su persona, en su misión, y especialmente en su misterio pascual. [...] ninguno de los grandes temas de la teología del Antiguo Testamento escapa a la nueva irradiación de la luz cristológica.” (n. 65).
De manera especial, “El Nuevo Testamento asume como una realidad irrevocable la elección de Israel, pueblo de la alianza: éste conserva intactas sus prerrogativas [nombradas por el apóstol Pablo ](Rom 9, 4) y su estatuto prioritario en la historia en cuanto al ofrecimiento de la salvación (Hch 13, 23) y de la Palabra de Dios (13,46). Pero a Israel, Dios le ha ofrecido una “nueva alianza” (Jr 31, 31) que ha sido fundada en la sangre de Jesús. La Iglesia se compone de israelitas que han aceptado esta nueva alianza y de otros creyentes que se han unido a ellos. Como pueblo de la nueva alianza, la Iglesia es consciente de no existir más que gracias a su adhesión a Cristo Jesús, mesías de Israel, y gracias a su unión con los apóstoles, israelitas todos ellos. Lejos pues de sustituir a Israel, la Iglesia sigue siendo solidaria con él. A los cristianos venidos de las naciones, el apóstol Pablo les declara que han sido injertados en el olivo sano que es Israel (Rom 11, 16.17). Dicho lo cual, la Iglesia adquiere conciencia de que Cristo le abre una apertura universal, conforme a la vocación de Abraham, cuya descendencia se amplía ahora en favor de una filiación fundada en la fe en Cristo (Rom 4, 11-12).” (n. 65).
De este modo, el Nuevo Testamento no sólo se sitúa en relación a las santas Escrituras del pueblo judío en una línea de profunda fidelidad, sino también de una fidelidad que al mismo tiempo es creadora, de acuerdo con los oráculos proféticos que anunciaban “una nueva alianza” (Jr 31, 31), además del don de un ”corazón nuevo” y de un “espíritu nuevo” (Ez 36, 26).
El tercer capítulo del Documento se titula “Los judíos en el Nuevo Testamento”. Inicia con una exposición preliminar que no deja de utilizar “puntos de vista diferentes” que existían “en el judaísmo después del exilio” (nn. 66-69). Sería un error, efectivamente, concebir el judaísmo de la época como una realidad monolítica. Por el contrario, es necesario constatar la existencia de diferentes corrientes de pensamiento y de comportamiento, a menudo opuestas entre ellas. El historiador hebreo Josefo distingue tres “partidos” o escuelas de pensamiento, los fariseos, los saduceos, y los esenios; esta lista no está completa. “Las relaciones entre los distintos grupos fueron a veces extremamente tensas, llegando a la hostilidad [...]. Los escritos de Qumran cubren de injurias a la jerarquía saducea de Jerusalem, malos sacerdotes acusados de violar los mandamientos, y denigran igualmente a los fariseos”. El Documento hace presente esta situación, que se refleja en los escritos del Nuevo Testamento; distingue los diferentes períodos: sobre todo “los últimos siglos antes de Jesucristo”, por lo tanto, el siglo I después de Cristo lo divide en tres tercios. El primer tercio es la época de la vida de Jesús “que sin embargo empezó un poco antes, puesto que Jesús nació antes de la muerte de Herodes el Grande ocurrida el año 4 antes de nuestra era”.
El Documento considera que “lo más probable es, pues, que Jesús no perteneciera a ninguno de los partidos que existían entonces en el seno del judaísmo. Simplemente era solidario con el pueblo en general. Investigaciones recientes han intentado situarle en distintos contextos de su tiempo: rabinos carismáticos de Galilea, predicadores cínicos itinerantes o incluso celotas revolucionarios. Él no se deja encerrar en ninguna de esas categorías” Con respecto al grupo de discípulos “podía muy bien reflejar el pluralismo que existía entonces en Palestina”(n. 67).
El segundo tercio del siglo I es la época “en la cual los discípulos de Cristo resucitado se volvieron muy numerosos y se organizaron en iglesias”. El último tercio comienza con “la revuelta judía de los años 66-67”, que llevó a la guerra hebrea, además de la derrota y la destrucción del templo de Jerusalem. “Cuando los escritos cristianos de este período hablan del judaísmo, deben de estar cada vez más influenciados por las relaciones con este judaísmo rabínico en vías de formación. En ciertos sectores, el conflicto entre los dirigentes de las sinagogas y los discípulos de Jesús fue agudo” (n 69).
Después de esta exposición preliminar, el Documento examina de qué modo los hebreos son presentados en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles; es decir en las Cartas de Pablo, en las de Santiago, Pedro y Judas y en el Apocalipsis. La primera frase es muy significativa. Afirma que “los Evangelios y los Hechos tienen una orientación fundamental muy positiva sobre los judíos, pues reconocen al pueblo judío como el pueblo escogido por Dios para realizar su designio de salvación. Esta elección divina encuentra su mayor confirmación en la persona de Jesús, hijo de madre judía, nacido para ser el salvador de su pueblo y que realiza su misión [...]La adhesión a Jesús de un gran número de judíos, durante su vida publica y después de su resurrección, confirma esta perspectiva, igual que la elección por parte de Jesús de doce judíos llamados a participar en su misión y a continuar su obra” (n. 70).
Otro aspecto de la situación está expresado luego en estos términos: “Aunque al principio fue acogida positivamente por muchos judíos, la Buena Nueva chocó con la oposición de los dirigentes, quienes al final fueron seguidos por la mayor parte del pueblo. El resultado fue una situación de conflicto entre las comunidades judías y las comunidades cristianas que ha dejado evidentemente sus huellas en la redacción de los Evangelios y los Hechos.” (N. 70).
Estos dos aspectos de la situación, el primero muy positivo y el segundo negativo, se encuentran en todos los escritos del Nuevo Testamento. El segundo aspecto generó expresiones de reproche y la producción de textos polémicos. Pero el Documento observa que “En el Nuevo Testamento, los reproches dirigidos a los judíos no son más frecuentes ni más virulentos que las acusaciones expresadas contra ellos en la Ley y los Profetas. No deben pues servir más de base al antijudaísmo. Utilizarlos con este fin va contra la orientación de conjunto del Nuevo Testamento. Un antijudaísmo verdadero, es decir una actitud de desprecio, de hostilidad y de persecución contra los judíos en tanto que judíos, no existe en ningún texto del Nuevo Testamento y es incompatible con la enseñanza del Nuevo Testamento. Lo que hay son reproches dirigidos a ciertas categorías de judíos por motivos religiosos y, por otro lado, textos polémicos en defensa del apostolado cristiano contra los judíos que se le oponían.”(n 87).
Los reproches no corresponden nunca a una actitud de odio. El documento recuerda que en los Hechos de los Apóstoles “El pecado de los ‘israelitas’ ha sido haber ‘dado muerte al príncipe de la vida’ (3, 15). Ese pecado, principalmente de los ‘jefes del pueblo’ (4, 8-10) o del ‘Sanedrín’ (5, 27.30), no es recordado más que para fundamentar una llamada a la conversión y a la fe. Pedro, por otro lado, atenúa la culpabilidad, no solamente de los ‘israelitas’, sino incluso la de sus ‘jefes, diciendo que fue cometido ‘por ignorancia’ (3, 17). Tal indulgencia es impresionante. Corresponde a la enseñanza y a la actitud de Jesús (Lc 6, 36-37; 23, 34)que nos enseña a amar a nuestros enemigos. (n. 75). San Esteban, el primer martir, fue fiel a este ejemplo (Hch 7, 60).
Con respecto a los textos polémicos, provocados entonces por la oposición de los hebreos y al apostolado cristiano el Documento subraya que “Habiendo cambiado radicalmente la situación, estos deben dejar de intervenir en las relaciones entre cristianos y judíos”(n. 71).
Para terminar, el Documento observa que el Nuevo Testamento “se encuentra en grave desacuerdo con la gran mayoría del pueblo judío” porque “es esencialmente una proclamación del cumplimiento del designio de Dios en Jesucristo” [anunciado en el Antiguo Testamento] y la gran mayoría del pueblo judío “no cree en este cumplimiento [...]. Por profunda que sea, esta divergencia no implica en modo alguno hostilidad recíproca. El ejemplo de Pablo en Rom 9-11 demuestra, por el contrario, que una actitud de respeto, de estima y de amor hacia el pueblo judío es la única actitud verdaderamente cristiana en esta situación que forma misteriosamente parte del designio totalmente positivo de Dios”.
“El diálogo sigue siendo posible, puesto que judíos y cristianos poseen un rico patrimonio común que los une, y es vivamente deseable para eliminar progresivamente prejuicios e incomprensiones de un lado y de otro, para favorecer un mejor conocimiento del patrimonio común y para reforzar los vínculos mutuos” (n. 87).
Es en esta dirección en la que una completa obediencia de la Palabra de Dios llevará a la Iglesia a progresar.

[00014-04.37] [NNNNN] [Texto original: francés]

BRIEFING PARA LOS GRUPOS LINGÜÍSTICOS

El primer Briefing para los grupos los lingüísticos tendrá lugar (en los lugares del briefing y con los Encargados de Prensa indicados en el Boletín N.2) mañana, martes 7 de octubre de 2008 apróximadamente las 14.00 horas, como conclusión del Briefing de la American Bible Society a las 13.00 horas, en el aula Juan Pablo II de la Sala de Prensa de la Santa Sede (originariamente previsto para el miércoles 8 de octubre de 2008).
Se ruega a los operadores audiovisuales (operadores de cámara y técnicos) y los fotógrafos, dirigirse al Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales para el permiso de acceso (muy restringido).

Al Briefing de la American Bible Society parteciparán S.Em.R. el Sig. Card. Peter Kodwo Appiah TURKSON, Arzovispo de Cape Coast (GHANA); el Rev. P. Thomas ROSICA, C.S.B., Director Ejecutivo de la Red Televisiva Católica del Canadá “Salt and Light” (CANADÁ); el Rev. Dennis DICKERSON, Presidente, Board of Trustees, American Bible Society; el Rev. Giuseppe COSTA, Director de la Librería Editora Vaticana.
 

 
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