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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

XII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
5-26 de OCTUBRE 2008

La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia


Este Boletín es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico.
Las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

38 - 26.10.2008

RESUMEN

- ALMUERZO FRATERNO CON EL SANTO PADRE
- CAPILLA PAPAL PRESIDIDA POR EL SANTO PADRE PARA LA CONCLUSIÓN DE LA XII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
- ANGELUS DOMINI

ALMUERZO FRATERNO CON EL SANTO PADRE

- PALABRAS DEL SANTO PADRE

Luego de haber participado en la Vigésima tercera Congregación General durante la cual fueron votadas y aprobadas las Proposiciones, sábado 25 de octubre 2008 a las 13:00, el Papa ha almorzado con los Participantes del Sínodo de los Obispos, en el atrio del Aula Paolo VI del Vaticano. Para concluir con un saludo a los presentes y las palabras que publicamos seguidamente.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Caminemos juntos guiados por la Palabra de Dios

Queridos hermanos en el Obispado y en el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas,
el Sínodo está por terminar, pero el caminar juntos bajo la guía de la Palabra de Dios continua. En este sentido, siempre seguimos igualmente en "sínodo", en el camino común del Señor bajo la guía de la Palabra de Dios.
La Instrumentum laboris había hablado de la polifonía de las Sagradas Escrituras. Y me parece que podemos decir que ahora, con las contribuciones de este Sínodo igualmente, hemos oído una bella polifonía de la fe, una sinfonía de la fe, con muchas contribuciones, incluso por parte de los delegados fraternos. De esta manera, hemos escuchado realmente la belleza y la riqueza de la Palabra de Dios.
Igualmente ha sido un escuela de escucha. Hemos oído los unos a los otros. Ha sido una escucha recíproca. Justamente escuchándonos los unos a los otros hemos aprendido mejor a escuchar la Palabra de Dios. Hemos realizado la experiencia de cómo sea verdadera la palabra de san Gregorio Magno: la Escritura crece con quien la lee. Sólo a la luz de las diferentes realidades de nuestra vida, sólo en la comparación con la realidad de cada día, se descubren las potencialidades, las riquezas escondidas de la Palabra de Dios. Veamos que en la comparación con la realidad se abre una manera nueva, así como el sentido de la Palabra que nos es donada por las Sagradas Escrituras.
De este modo estamos realmente enriquecidos. Hemos visto que ninguna meditación, ni ninguna reflexión científica puede por sí misma, sacar de esta Palabra de Dios todos los tesoros, todas las potencialidades que se descubren sólo en la historia de cada vida.
No sé si el Sínodo ha sido más interesante o edificante. En todo caso ha sido conmovedor. Nos hemos enriquecido de esta escucha reciproca. En el dar oídos al otro, de este modo escuchamos mejor al mismo Señor. Y en este diálogo del escuchar aprendemos luego una realidad más profunda, la obediencia a la Palabra de Dios, la adaptación de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad de Dios. Una obediencia que no es ataque a la libertad, ya que desencadena todas las posibilidades de nuestra libertad.
Ha llegado ahora al momento del agradecimiento a todos aquellos que han trabajado por el Sínodo. No me atrevo ahora a hacer una lista total de cada uno de los que han intervenido porque seguramente podría olvidar a muchos. No obstante, agradezco a todos por el enorme trabajo que hicieron los Presidentes delegados, el Relator, con su Secretario adjunto, todos los Relatores, los Colaboradores, los Técnicos, los Expertos, los Oyentes y las Oyentes; de los que hemos escuchado palabras conmovedoras. Un cordial gracias a todos. Estoy un poco preocupado porque me parece que hemos violado el derecho humano de algún reposo nocturno, así como el reposo del domingo porque son efectivamente derechos fundamentales. Debemos reflexionar sobre el modo de mejorar esta situación en los próximos Sínodos. Quisiera dar ahora las gracias también a la empresa que nos han preparado este maravilloso almuerzo, y a todos aquellos que han servido. Gracias por este regalo.
Ahora debemos empezar a elaborare el documento postsinodal con la ayuda de estos textos. También ésta será una escuela de escucha. En este sentido, permanezcamos juntos, escuchando todas las voces de los otros. Y veamos que sólo si el otro me lee la Escritura, yo puedo entrar en la riqueza de la Escritura. Tenemos siempre la necesidad de este diálogo, de escuchar la Escritura leída por el otro en su perspectiva, en su visión, para aprender conjuntamente la riqueza de este don.
A cada uno les deseo ahora ¡Buen viaje! y ¡Gracias por todo vuestro trabajo!

CAPILLA PAPAL PRESIDIDA POR EL SANTO PADRE PARA LA CONCLUSIÓN DE LA XII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

- HOMILÍA DEL SANTO PADRE

A las 09.30 de esta mañana 26 de octubre 2008, XXX domingo del tiempo «per annum», en la Basílica Vaticana, cerca de la tumba del apóstol Pedro, el Santo Padre Benedicto XVI preside la Celebración de la Eucaristía con los Padres Sinodales, para la conclusión de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebra en la Aula del Sínodo en el Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008, sobre el tema Verbum Domini in vita et missione Ecclesiæ.

Concelebran junto al Papa 326 Padres sinodales y colaboradores, entre los cuales 52 Cardenales, 14 Jefes de las Iglesias Católicas Orientales, 45 Arzobispos, 130 Obispos y otros 85 Presbíteros (12 Padres Sinodales, 5 miembros de la Secretaria General, 30 Oyentes, 5 Expertos, 4 Encargados de Prensa, 24 Asistentes y 5 Traductores).

Mientre el Santo Padre y los Concelebrantes se dirigen al Altar, se ejecuta el Canto de la entrada Tu es Petrus.

Suben al Altar para la Oración Eucarística los Presidentes Delegados del Sínodo de los Obispos, el Relator General y el Secretario Especial de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con el Secretario General del Sínodo de los Obispos.

Durante el Sagrado Rito, luego de la proclamación del Evangelio, el Santo Padre lee la Homilía que publicamos seguidamente.

Después de la Bendición Apostólica el coro y la asamblea ejecutan la antífona mariana Ave Regina Cælorum.

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

¡Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,queridos hermanos y hermanas!

La Palabra del Señor, proclamada poco antes en el Evangelio, nos ha recordado que en el amor se resume toda la Ley divina. El Evangelista san Mateo narra que los fariseos, después de que Jesús respondiera a los saduceos tapándoles la boca, se reunieron para ponerlo a prueba (cfr. 22, 34-35). Uno de éstos, un doctor de la ley, le preguntó: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?” (Mt 22, 36). La pregunta deja adivinar la preocupación, presente en la antigua tradición judaica, por encontrar un principio unificador de las distintas formulaciones de la voluntad de Dios. No era una pregunta fácil, si tenemos en cuenta que en la Ley de Moisés se contemplan 613 preceptos y prohibiciones. ¿Cómo podemos discernir, entre todos éstos, el más grande? Pero Jesús no titubea y responde con prontitud: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento” (Mt 22, 37-38) En su respuesta, Jesús está citando el Shemá, la oración que el fiel israelita reza varias veces al día, sobre todo por la mañana y por la tarde (cfr. Dt 6, 4-9; 11, 13-21; Nm 15, 37-41): la proclamación del amor íntegro y total debido a Dios, como único Señor. El acento se pone sobre la totalidad de esta dedicación a Dios, con la enumeración de las tres facultades que definen al hombre en sus estructuras psicológicas profundas: corazón, alma y mente. El término mente, dianoia, contiene el elemento racional. Dios no es solamente objeto de amor, de compromiso, de voluntad y de sentimiento, sino también de intelecto, y por tanto no debe ser excluido de este ámbito. Nuestro pensamiento debe debidamente adaptarse al pensamiento de Dios. Sin embargo, Jesús añade luego algo que, la verdad, el doctor de la ley no había pedido: “El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 39). El aspecto sorprendente de la respuesta de Jesús consiste en el hecho de que Él establece una relación de semejanza entre el primer y el segundo mandamiento, definido también en esta ocasión con una fórmula bíblica sacada del código levítico de santidad (cfr. Lv 19, 18). De esta forma, así pues, en la conclusión del pasaje los dos mandamientos se unen en el papel de principio fundamental en el que se apoya toda la Revelación bíblica: “De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 40).
La página evangélica sobre la que estamos meditando evidencia que ser discípulos de Cristo es poner en práctica sus enseñanzas, que se resumen en el primero y más grande de los mandamientos de la Ley divina, el mandamiento del amor. También la primera Lectura, del libro del Éxodo, insiste en el deber del amor; un amor testimoniado concretamente en las relaciones entre las personas: tienen que ser relaciones de respeto, de colaboración, de ayuda generosa. El prójimo al que debemos amar es también el forastero, el huérfano, la viuda y el indigente, esos ciudadanos que no tienen ningún “defensor”. El autor sagrado se detiene en detalles particularizados, como en el caso del objeto dado en prenda por uno de estos pobres (cfr. Ex 22, 25-26). En este caso es Dios mismo quien tutela la situación de este prójimo.
En la segunda Lectura podemos ver una concreta aplicación del supremo mandamiento del amor en una de las primeras comunidades cristianas. San Pablo escribe a los Tesalonicenses, y les da a entender que, aunque los conozca desde hace poco, los aprecia y los lleva con cariño en su corazón. Por este motivo él los indica como “modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya” (1 Ts 1, 6-7). Por supuesto, no faltan debilidades y dificultades en aquella comunidad fundada poco tiempo antes, pero el amor todo lo supera, todo lo renueva, todo lo vence: el amor de quien, consciente de sus propios límites, sigue dócilmente las palabras de Cristo, divino Maestro, transmitidas a través de un fiel discípulo suyo. “Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor -escribe san Pablo-, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones”. “Partiendo de vosotros -prosigue el Apóstol-, ha resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes” (1 Ts 1, 6.8). La enseñanza que sacamos de la experiencia de los Tesalonicenses, experiencia que en verdad acomuna a todas las auténticas comunidades cristianas, es que el amor por el prójimo nace de la escucha dócil de la Palabra divina y acepta también las duras pruebas por la verdad de la Palabra divina y, de este modo, crece el verdadero amor y se vuelve resplandeciente la verdad.. ¡Qué importante es, entonces, escuchar la Palabra y encarnarla en la existencia personal y comunitaria!
En esta celebración eucarística, que cierra los trabajos sinodales, advertimos de manera singular el especial vínculo que existe entre la escucha amorosa de la palabra de Dios y el servicio desinteresado hacia los hermanos. ¡Cuántas veces, durante estos días pasados, hemos oído experiencias y reflexiones que evidencian la necesidad, hoy cada vez mayor, de escuchar más íntimamente a Dios, de conocer más profundamente su palabra de salvación, de compartir más sinceramente la fe que en la mesa de la palabra divina se alimenta constantemente! Queridos y venerados Hermanos, gracias por la contribución que cada uno de vosotros ha ofrecido a la profundización del tema del Sínodo: “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”. A todos os saludo con afecto. Dirijo un especial saludo a los Señores Cardenales Presidentes delegados del Sínodo y al Secretario General, a quienes agradezco su constante dedicación. Os saludo a vosotros, queridos hermanos y hermanas, que habéis venido de todos los continentes aportando vuestra enriquecedora experiencia. Cuando regreséis a casa, transmitid a todos el saludo afectuoso del Obispo de Roma. Saludo a los Delegados Fraternos, a los Expertos, a los Oyentes y a los Enviados especiales: a los miembros de la Secretaría General del Sínodo, a todos los que se han ocupado de las relaciones con la prensa. Un recuerdo especial va para los Obispos de la China continental, que no han podido estar representados en esta Asamblea sinodal. Deseo ser aquí el intérprete, y doy gracias a Dios por ello, de su amor por Cristo, de su comunión con la Iglesia universal y de su fidelidad al Sucesor del Apóstol san Pedro. Ellos están presentes en nuestras oraciones, junto con todos los fieles que se han confiado a sus cuidados pastorales. Pedimos al “Mayoral” de la grey (1 P 5, 4) que les dé alegría, fuerza y celo apostólico para guiar con sabiduría y amplitud de miras a la comunidad católica de China, a todos nosotros así querida.
Todos nosotros, que hemos participado en los trabajos sinodales, nos llevamos consigo la renovada conciencia de que la tarea prioritaria de la Iglesia, desde el inicio de este nuevo milenio, es ante todo la de alimentarse de la Palabra de Dios, para hacer eficaz el compromiso de la nueva evangelización, del anuncio en nuestros tiempos. Ahora es menester que esta experiencia eclesial sea llevada a todas las comunidades; es menester que se comprenda la necesidad de traducir en gestos de amor la palabra escuchada, porque sólo así se vuelve creíble el anuncio del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas que marcan a las personas. Ello exige en primer lugar un conocimiento más íntimo de Cristo y una escucha de su palabra siempre dócil.
En este Año Paulino, al hacer nuestras las palabras del Apóstol: “Ay de mí si no predico el Evangelio” (1 Co 9, 16), deseo de corazón que en cada comunidad se considere con una más sólida convicción este anhelo de Pablo como vocación al servicio del Evangelio para el mundo. Al comienzo de las labores sinodales recordaba la llamada de Jesús: “la mies es mucha” (Mt 9, 37), llamada a la cual nunca debemos cansarnos de responder, a pesar de las dificultades que podamos encontrar. Mucha gente está buscando, a veces hasta sin darse cuenta, el encuentro con Cristo y su Evangelio; muchos sienten la necesidad de encontrar en Él el sentido de sus vidas. Dar un testimonio, claro y compartido, de una vida según la Palabra de Dios, garantizado por Jesús, se convierte, por tanto, en un indispensable criterio de verificación de la misión de la Iglesia.
Las lecturas que la liturgia ofrece hoy a nuestra meditación nos recuerdan que la plenitud de la Ley, como la de todas las Escrituras divinas, es el amor. Quien entonces cree haber comprendido las Escrituras o, por lo menos, alguna parte de éstas, sin comprometerse a construir, mediante su inteligencia, el doble amor de Dios y del prójimo, demuestra en realidad que está todavía lejos de haber captado su sentido profundo. Pero, ¿cómo podemos poner en práctica este mandamiento?, ¿cómo podemos vivir el amor de Dios y de los hermanos sin un contacto vivo e intenso con las Sagradas Escrituras? El Concilio Vaticano II afirma que “es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura” (Const. Dei Verbum, 22) para que las personas, cuando encuentren la verdad, puedan crecer en el amor auténtico. Se trata de un requisito que hoy se hace indispensable para la evangelización. Y, ya que no pocas veces el encuentro con la Escritura corre el riesgo de no ser “un hecho” de Iglesia, sino que está expuesto al subjetivismo y a la arbitrariedad, se vuelve indispensable una promoción pastoral robusta y creíble de la conciencia de la Sagrada Escritura, para anunciar, celebrar y vivir la Palabra en la comunidad cristiana, dialogando con las culturas de nuestro tiempo, poniéndose al servicio de la verdad y no de las ideologías del momento e incrementando el diálogo que Dios quiere tener con todos los hombres (Cfr. ibid., 21). Con esta finalidad debe tenerse en cuenta de manera especial la preparación de los pastores, dispuestos a la necesaria acción de difundir la práctica bíblica con las ayudas oportunas. Deben estimularse los esfuerzos actuales para suscitar un movimiento bíblico entre los laicos, la formación de animadores de grupos, con especial atención hacia los jóvenes. Debe sostenerse el esfuerzo para hacer conocer la fe a través de la Palabra de Dios, también para quien está “lejos”y especialmente para quienes están a la búsqueda sincera del sentido de la vida.
Muchas otras reflexiones podrían añadirse, pero, para concluir, me limito a destacar que el lugar privilegiado en el que resuena la Palabra de Dios que edifica la Iglesia como ha sido dicho muchas veces en el Sínodo, es, sin duda, la liturgia. En ésta se evidencia que la Biblia es el libro de un pueblo y para un pueblo; una herencia, un testamento entregado a los lectores, para que apliquen en sus vidas la historia de la salvación testimoniada en lo escrito. Existe, por lo tanto, una relación de recíproca y vital dependencia entre pueblo y Libro: la Biblia es un Libro vivo con el pueblo que es su sujeto que lo lee; el pueblo no subsiste sin el Libro porque en éste encuentra su razón de ser, su vocación, su identidad. Esta mutua dependencia entre pueblo y Sagrada Escritura es celebrada en cada asamblea litúrgica, la cual, gracias al Espíritu Santo, escucha a Cristo, ya que es Él quien habla cuando en la Iglesia se lee la Escritura y se acoge la alianza que Dios renueva con su pueblo. Escritura y liturgia convergen, entonces, con el único fin de llevar al pueblo al diálogo con el Señor, a la obediencia de la voluntad del Señor. La Palabra que sale de la boca de Dios y que testimonian las Escrituras regresa a Él en forma de respuesta orante, de respuesta vivida, de respuesta al amor (Cfr. Is 55, 10-11).
Queridos hermanos y hermanas, oremos para que de la escucha renovada de la Palabra de Dios, bajo la acción del Espíritu Santo, pueda brotar una auténtica renovación de la Iglesia universal en todas las comunidades cristianas. Confiamos los frutos de esta Asamblea sinodal a la materna intercesión de la Virgen María. También a Ella confío la II Asamblea Especial del Sínodo para África que tendrá lugar en Roma en octubre del próximo año. Tengo la intención de ir a Camerún el mes de marzo venturo para entregar a los representantes de las Conferencias Episcopales de África el Documento de trabajo de dicha Asamblea sinodal. De allí proseguiré, si Dios quiere, hacia Angola para celebrar solemnemente el 500 aniversario de la evangelización del país. Que María Santísima, que ofreció su vida como “sierva del Señor” para que todo se cumpliese en conformidad a los divinos deseos (Cfr. Lc 1, 38) y que exhortó a hacer todo lo que dijera Jesús (Cfr. Jn 2, 5), nos enseñe a reconocer en nuestra vida el primado de la Palabra, la única que nos puede ofrecer la salvación. ¡Que así sea!

ANGELUS DOMINI

- PALABRAS DEL PAPA

Al final de la Santa Misa, el Santo Padre Benedicto XVI se ha asomado a la ventana de Su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para decir el Angelus con los fieles y los peregrinos presentes en la plaza de San Pietro y, al introducir la oración mariana, el Papa ha pronunciado sobre la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos apenas concluida, las palabras que publicamos seguidamente.

PALABRAS DEL PAPA

Queridos hermanos y hermanas,
con la Celebración Eucarística en la Basílica de San Pietro se ha concluido esta mañana la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tuvo como tema “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”. Cada Asamblea sinodal es una fuerte experiencia de comunión eclesial, pero ésta lo ha sido más aun porque ha sido puesto al centro de la atención lo que ilumina y guía la Iglesia: la Palabra de Dios, que es Cristo en persona. Y nosotros hemos vivido cada jornada en religiosa escucha, advirtiendo toda la gracia y la belleza de ser sus discípulos y servidores. Según el significado originario del término “iglesia”, hemos experimentado la alegría de ser convocados por la Palabra y, especialmente en la liturgia, nos hemos encontrado en el camino dentro de ésta, como en nuestra tierra prometida que nos hace percibir el Reino de los cielos.
Un aspecto sobre el cual se ha reflexionado mucho es la relación entre la Palabra y las palabras, es decir, entre el Verbo divino y las escrituras que lo expresan. Come enseña el Concilio Vaticano II en la Constitución Dei Verbum (n. 12), una buena exégesis bíblica exige tanto el método histórico-crítico que el teológico, porque la Sagrada Escritura es Palabra de Dios en palabras humanas. Esto conlleva a que cada texto deba ser leído e interpretado teniendo presentes la unidad de toda la Escritura, la viva tradición de la Iglesia y la luz de la fe. Si es verdad que la Biblia también es una obra literaria, más bien, el gran códice de la cultura universal, es desde luego verdad que ésta no debe despojarse del elemento divino, sino que debe ser leída con el mismo Espíritu con el que ha sido compuesta. Exégesis científica y lectio divina, por lo tanto, son una y otra necesarias y complementarias para investigar, a través del significado literal, lo espiritual que Dios quiere comunicarnos hoy.
Al final de la Asamblea sinodal, los Patriarcas de las Iglesias Orientales han lanzado un invocación que la hago mía, para llamar la atención a la comunidad internacional, de los líderes religiosos y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad sobre la tragedia que está acaeciendo en algunos países de Oriente, donde los cristianos son víctimas de intolerancia y de crueles violencias, muertos, o son amenazados y obligados a abandonar sus casas y a deambular en la búsqueda de refugio. Pienso en este momento sobre todo en Irak y en India. Estoy seguro que las antiguas y nobles poblaciones de aquellas Naciones hayan aprendido, en el curso de los siglos de respetuosa convivencia, a apreciar el aporte que las pequeñas y, sin embargo, operosas y calificadas minorías cristianas dan al crecimiento de la patria común. Éstas no demandan privilegios, sino que desean sólo poder seguir viviendo en su país junto a sus conciudadanos, como lo han hecho siempre. A las Autoridades civiles y religiosas interesadas, solicito no ahorrar ningún esfuerzo a fin de que la legalidad y la convivencia civil, sean restauradas lo más pronto posible y los ciudadanos honestos y leales sepan que cuentan la protección necesaria por parte de las instituciones del Estado. Auspicio también que los Responsables civiles y religiosos de todos los Países, conscientes de su función de guía y referencia para los pueblos, cumplan con gestos significativos y explícitos de amistad y de consideración en relación de las minorías cristianas o de otras religiones, y surja un punto de referencia honorable para la defensa de sus legítimos derechos.
Estoy muy contento, asimismo, de hacerles conocer a todos los aquí presentes, lo que ya he anunciado hace poco durante la Santa Misa: en octubre del próximo año se realizará en Roma la IIda. Asamblea Especial del Sínodo para áfrica. Antes de esto, si Dios quiere, el mes de marzo, tengo la intención de viajar a áfrica, visitando primeramente Camerún, donde entregaré a los Obispos del Continente la Instrumentum laboris del Sínodo y, luego, a Angola para celebrar el 500° aniversario de la evangelización de este país. Confiamos los sufrimientos antes recordados, así como las esperanzas que todos llevamos en el corazón, y especialmente las esperanzas en favor del Sínodo de África, a la intercesión de María Santísima.

 

 
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