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DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE
1 de agosto de 2024
Sobre la Santa Montaña
Carta al Obispo de Caguas (Puerto Rico)
Estimado hermano:
En la historia de la América profunda podemos encontrar muchas mujeres
que han ocupado un lugar relevante para la transmisión de la fe, a veces aún más
deslumbrante que la labor limitada que podían desarrollar algunos sacerdotes. Al
respecto, el Papa Francisco se refirió a «la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas,
rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo.
Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con
admirable entrega y ardiente fe» (Querida Amazonia, 99). Y agregó «las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio y prolongando la
fuerza y la ternura de María, la Madre» (Ibíd, 101). Estas mujeres no necesitaron para ello el Orden
Sagrado, les bastaba la potencia del Bautismo, el impulso del Espírito Santo y
la cercanía de María Santísima.
Las palabras del querido Papa Francisco son suficientes para expresar la belleza
y el sentido exacto de la figura de Elenita de Jesús, una mujer como tantas de
nuestros pueblos, que vivió bajo el impulso del Espíritu Santo, en la caridad y
en el anuncio del Evangelio, inspirada por un profundo amor a nuestra Madre del
cielo, la Virgen María.
En su decreto del 26 de noviembre de 2018, Usted decía que Elenita fue una mujer
que, como catequista misionera, sirvió a la Iglesia en un momento determinante
de la historia, cuando la fe católica se veía seriamente amenazada. Ella lo hizo
íntimamente identificada con su sufrido pueblo. En su carta del 11 de octubre de
2022 Usted explicaba muy bien que Elenita se hizo intérprete de un pueblo muy
pobre, «caminó presencialmente en medio de éste como discípula de Jesús y bajo
el manto de la Virgen María. También hizo suyas las hambres y necesidades de la
gente humilde de nuestros campos, como también sus ansias de fe y de esperanza».
En las diversas narraciones sobre Elenita se entremezclan elementos de su vida
histórica y de su muerte con otros elementos simbólicos que integran el imaginario colectivo y que, de
diversas maneras, se vuelven expresión de gratitud hacia esa bella figura de
mujer.
A partir de los testimonios recogidos en el citado decreto, Usted muestra que la
gente la llamaba “madre” por las hermosas actitudes que veía en ella: «su
sencillez, sus virtudes cristianas, austeridad de vida, espiritualidad,
conocimiento, dotes personales y capacidad catequística».
Sabemos que Elenita tenía una fuerte devoción hacia la Virgen María. Se cuenta
que llevaba con ella un cuadro de la Virgen y que hizo llegar una imagen de la
Virgen desde España; que hizo construir varias capillas marianas y que impulsaba
la advocación de la Virgen del Monte Carmelo (cf. Síntesis de Mons. Ramos
Morales del 8 de septiembre de 2022). Por eso, la devoción a la Virgen del
Carmen en el Santuario de la Santa Montaña sería, sin duda, una gran alegría
para Elenita. El mejor homenaje serían las peregrinaciones al Santuario de la
Virgen del Carmen, a quien ella tanto quería, y tratar de vivir entregados a
Jesucristo y a su Reino de amor y de justicia.
Es verdad que en su vida encontramos signos de su gran unión con Jesucristo
sufriente, y que en muchos de sus gestos se prolongaba el cariño de María, la
Madre del cielo. Diversos testimonios dicen que se parecía a la Virgen y
algunos, en un exceso de admiración, cometían el error de afirmar que era la
Virgen. Ciertas expresiones que quizás ella misma usaba, podrían confundir, pero,
en aquellos tiempos, cuando los catequistas misioneros de estos lugares se
sentían muy identificados con algún santo usaban palabras que en realidad
querían decir “yo soy de”, “yo me identifico con”. Hoy no nos expresarnos de ese
modo porque provoca confusión. Por lo tanto, toda expresión de aprecio a Elenita
debe evitar la impresión de afirmar que ella era la Virgen María.
Habiendo leído con suma atención la documentación enviada por Usted - que recoge
diversos estudios elaborados por personas con distintos puntos de vista - y
teniendo en cuenta su ponderada opinión como Obispo, considero que el cuidado de
la fe de losfieles exige una clarificación definitiva: debe evitarse
completamente una identificación de Elenita de Jesús con Nuestro Señor
Jesucristo, el único Redentor, o con la Virgen María, primera cooperadora en la
obra su Hijo. Ante cualquier intento de atribuir a Elenita de Jesús la identidad
del Señor, o de María Santísima, el juicio no puede ser otro que “constat de
non supernaturalitate”. Elenita de Jesús no es la Virgen María. Queda Usted
habilitado para emitir el correspondiente decreto con las disposiciones que
considere necesarias (cfr. Dicasterio para la Doctrina de la Fe,
Normas para proceder en el
discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales, 17 mayo 2024,
Art. 21 §1). Esto se debe aplicar, también, con respecto a apariciones no
auténticas o a restos de sangre que no deben ser venerados.
Al mismo tiempo, como usted ha indicado siempre, no se puede negar que la figura
de Elenita de Jesús posee un gran valor para la Iglesia en Puerto Rico y debe
ser considerada como un estímulo a la entrega total por el Reino de Dios.
Ciertamente, sería una alegría para ella si quienes la aman utilizasen su figura
como motivación para entregarse únicamente a Dios y evitasen dirigir hacia ella
los gestos de culto que corresponden a la Madre de Jesucristo. Es mejor no dañar
este tesoro desvirtuando su sentido original.
La figura de Elenita nos habla de amor a Jesucristo y a María, nos habla de la
dignidad de las mujeres, nos habla de entrega generosa, compromiso, austeridad.
Nos habla también, de forma muy elocuente, sobre el cuidado y la defensa de los
pobres, como dice el Documento de Aparecida:
«Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los
valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la
fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres […] A
la luz del Evangelio reconocemos su inmensa dignidad y su valor sagrado a los
ojos de Cristo, pobre como ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia
creyente, compartiremos con ellos la defensa de sus derechos» (398).
Quiera Dios que, evitando todo lo que pueda crear confusión, volvamos los oídos
y el corazón al Evangelio, que debe resonar día tras día en la Santa Montaña,
para que sea siempre un lugar donde se adore a Jesucristo, el único Señor y
Redentor, como seguramente lo habría deseado Elenita de Jesús, humilde y pobre
entre los pobres.
Reciba mi más afectuoso saludo y mi reconocimiento por su labor pastoral.
Víctor Manuel Card. FERNÁNDEZ
Prefecto
EX AUDIENTIA DIEI 01.08.2024
Franciscus
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