The Holy See
back up
Search
riga

CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA

CONFERENCIA PARA LOS NUEVOS OBISPOS
ATENEO "REGINA APOSTOLORUM”
EL OBISPO Y LA PASTORAL FAMILIAR

CONFERENCIA DEL S.E. CARD. ENNIO ANTONELLI
PRESIDENTE DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA

 


1) COMPROMISO PRIORITARIO

Es una convicción largamente compartida por los obispos que la pastoral para y con las familias hoy debe ser considerada absolutamente prioritaria por las comunidades eclesiales. De ello me doy cuenta recibiendo las conferencias episcopales en las visita ad limina. Es una exigencia que nace sea de la gravedad de la crisis actual sea de la conciencia que los Pastores han venido madurando respecto a la importancia decisiva de la familia para el crecimiento humano y cristiano de las personas.


a) La crisis

En virtud de la globalización se difunden desde el occidente a todo el mundo tendencias culturales y dinámicas sociales desfavorables a la familia: relativismo ético (No existe un bien objetivo; no existe ley natural), subjetivismo libertario ( tiene valor la elección como tal, no la elección de la verdad y el bien; por ejemplo se puede elegir la orientación sexual, el suicidio asistido), egocentrismo (se busca la propia autorrealización siguiente el principio del placer y la omnipotencia del deseo), utilitarismo (se instrumentaliza a los demás, se mercantiliza el sexo), consumismo (se es vivo en la medida en que se consuman cosas y experiencias, emociones y sensaciones satisfactorias. También el matrimonio se convierte en matrimonio de prueba), individualismo (trabajo y sociedad se organizan en función de los individuos, ignorando las exigencias de la familia), cientificismo (Tras el desarrollo de las neurociencias se reduce al hombre a su dimensión biológica, desconociendo su dignidad de sujeto personal, especialmente a propósito de los embriones).

Tales tendencias concurren a obscurecer el carácter sagrado de la persona humana y provocan en las familias la crisis de pareja, crisis de natalidad, crisis de la educación.

La crisis de pareja se manifiesta en una avalancha de separaciones, divorcios, familias monoparentales, familias alargadas, cohabitación, con pesadísimos costos psicológicos, éticos, jurídicos, económicos, sociales, con innumerables sufrimientos, desgraciadamente ignorados por los medios de comunicación, sobretodo de los hijos, pero también de los cónyuges, padres, amigos. La familia no viene percibida como una comunidad específica de personas y como un sujeto social fundamental; más bien viene reducida a una suma de individuos que habitan en la misma casa por un cierto tiempo, mientras encuentran en ello provecho. De hecho a veces se llega a considerarla como un residuo del pasado, destinado a disolverse completamente en un futuro no muy lejano, cuando la diferencia de los dos sexos perderá todo su significado y los niños serán concebidos por inseminación artificial y no por copulación.

La crisis de la natalidad es particularmente grave en Europa, Rusia y Japón, pero comienza a suscitar preocupación también en otras áreas geográficas. En la Unión Europea el índice promedio de fecundidad por mujer es 1,56 (en Italia 1,3) por debajo de la cuota de reemplazo generacional (2,1 por mujer) y muy por debajo del deseo expresado, y por varias dificultades no realizado, de las parejas jóvenes de esposos (en promedio 2,5 hijos). Se va al encuentro de un rápido envejecimiento ( y posterior caída) de la población con pesadas consecuencias económicas, sociales y culturales. Dentro de cuarenta años por cada anciano mayor de 65 años habrán solo dos trabajadores, que deberán proveer y asegurar la pensión, media pensión cada uno: lo que es insostenible si se piensa que ahora mismo se tiene grandes dificultades con cuatro trabajadores por cada pensionado mayor de 65 años. Con motivo de estas inquietantes previsiones demográficas, se multiplican las solicitudes de adecuadas política de apoyo a la familia y se desea que el índice de fertilidad en los diferentes países pueda aumentar cuando el desarrollo humano (ingresos, esperanza de vida, educación, igualdad hombre mujer) alcanzará un índice sumamente elevado (0,86). Pero no es solo la demografía motivo de preocupación. No podemos olvidar: el impresionante número de abortos, el alto porcentaje de niños nacidos fuera del matrimonio (1/3), el recurso a la fecundación artificial, el uso éticamente desordenado de la biotecnología, la comercialización del material reproductivo.

En cuanto a la crisis de la educación, esa llama en causa, mas allá de la responsabilidad de la sociedad en su conjunto y de aquella de la escuela, de los medios de comunicación y de la comunidad cristiana, obviamente la responsabilidad de las familias: prioridad dada al trabajo, a la carrera y a la diversión en vez del cuidado de los hijos; contumacia de la figura paterna; creciente ausencia también de la madre; falta de convicciones éticas y religiosas fuertes; actitud permisiva, desacuerdo entre los padres, traumas causados de las separaciones, divorcios, violencia doméstica. También si bien estables económicamente, muchos jóvenes crecen pobres de ideales y de esperanzas, espiritualmente vacíos, interesados solo en la porra deportiva, en las canciones de éxito, la ropa de marca, los viajes publicitados, las emociones del sexo. La única virtud en la parecen creer es la llamada “autenticidad”, que de hecho significa espontaneísmo y narcisismo. Frecuentemente para salir del hastío y de la inseguridad, se reúnen en grupo y se convierten en transgresores: bullionismo, vandalismo, droga, violaciones, estupros, delitos. El Santo Padre Benedicto XVI en una carta a la ciudad y diócesis de Roma (Enero 21 2008) ha hablado de una “emergencia educativa”.

 

b) La prioridad pastoral de la familia según el Magisterio.

La clara conciencia acerca de la importancia decisiva de la familia para la Iglesia y para su misión emerge con fuerza de las enseñanzas del Magisterio.

El Concilio Vaticano II: “El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar. (Gaudium Spes 47)

Juan Pablo II, el Papa de la familia (además del de los jóvenes): “La futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica” (Discurso al Episcopado latinoamericano en Puebla, 28.1.1979). “(Entre los numerosos caminos) la familia es el primero y más importante… La Iglesia considera el servicio a la familia una de sus tareas esenciales... Sea el hombre que la familia constituyen el camino de la Iglesia.” (Gratissimam sane 2.2.1994, n.2)

La Conferencia Episcopal Italiana: “Verdaderamente el futuro de la Iglesia y de su presencia salvadora en el mundo pasa en una manera singular a través de la familia, nacida y sostenida por el matrimonio cristiano.” (Evangelización y Sacramento del matrimonio 20.6.1975, n.119).

El convencimiento del Papa y Obispos viene confirmada por contrasto también de las voces de los laicos dignos de ser recordados. Voltaire, según el cual destruir a la familia es destruir el cristianismo: “Nuestra esperanza se basa en la lujuria. Hundimos el cristianismo en el fango.” Miguel De Unamuno: “La agonía de la familia es la agonía del Cristianismo”.

De la estricta conexión entre la familia y la Iglesia se deriva el compromiso pastoral prioritario, delineado ya por la Conferencia Episcopal Italiana poco después del Concilio en términos que siguen siendo sustancialmente pertinentes.” Es necesario que la familia se convierta en el centro unificador de la acción pastoral… La familia debe mas aún convertirse en un sujeto de pastoral, siendo los cónyuges dotados de gracias, carismas y experiencias particulares…La experiencia de los grupos de espiritualidad familiar, de los ejercicios espirituales para los cónyuges, de encuentros reservados a ellos, para profundizar el misterio cristiano del matrimonio y de la familia y los problemas de la educación de los hijos, y para prepararse al apostolado, debe ser fomentada, sostenida y difundida. (Matrimonio y familia hoy en Italia 15.11.1969, n.16). Décadas mas tarde, después del Congreso de Palermo, la misma Conferencia Episcopal reitera: “La Iglesia que se encuentra en Italia quiere afirmar la prioridad de la familia, fundada en el matrimonio, como sujeto social y eclesial… Por ello se compromete a promover una pastoral orgánica con y por las familias.” (Con el don de la caridad dentro la historia 26.5.1996 n. 37). Una sintonía con estas indicaciones reencontramos todavía en el reciente documento del Episcopado Latino Americano en la conclusión de la Asamblea de Aparecida, donde entre otras cosas leemos que la pastoral familiar “debe ser asumida como eje transversal de toda la actividad evangelizadora”. (Documento de Aparecida, n. 435).



2) LA PAREJA Y LA FAMILIA
EN UN PERSPECTIVA ANTROPOLOGICA

Me parece que son tres los núcleos temáticos sobre los cuales hoy se debe en modo particular concentrar la atención de los Obispos, de los Sacerdotes y de los operadores pastorales: la antropología de la pareja y de la familia, la familia como sujeto de evangelización, la familia como recurso para la sociedad civil. La temática antropológica esta muy presente en el debate cultural actual y condiciona la ética, la política, la espiritualidad, la acción pastoral.

 
a) La teoría de género

El desafío más peligroso viene de la ideología de género, nacida en los ambientes feministas y homosexuales anglosajones y ya difusa ampliamente en el mundo. Según dicha teoría, el sexo biológico no tiene ninguna importancia; no tiene mayor significado que el color de cabello. Lo que cuenta es el género, o sea la orientación sexual que cada uno elige libremente y construye según los propios impulsos, tendencias, deseos y preferencias. Se ha hecho célebre la frase de Simone de Beauvoir: “On ne naît pas femme; on le devient” (No se nace mujer se hace). Frase acuñada sobre el vestigio de una afirmación de Erasmo di Totterdam a propósito de la educación de los niños “Homines non nascuntur, sed effinguntur”. El ser humano es, pues, no una realidad natural, sino cultural (constructivismo).

El valor supremo a tutelar es la libertad de elección. Cada uno debe tener la posibilidad de construir la orientación sexual propia y eventualmente cambiarla durante su vida. Mientras los sexos biológicos son dos solamente, las categorías de comportamiento sexual son numerosas: heterosexual masculina, heterosexual femenina, homosexual, lésbico, bisexual, transexual, travesti, voyeurismo, otras formas indiferenciadas y flexibles. Todas las prácticas son respetables y de legitimidad social. En el pasado la diferencia natural de los dos sexos servia para afirmar y mantener la supremacía y el dominio masculino en muchos ambientes: economía, instrucción, arte, filosofía, religión, política, convivencia civil. Según la concepción naturalista (véase por ejemplo Aristóteles) el hombre nace para ser activo en la producción, para trabajar fuera de casa, para operar en la sociedad, para dirigir; en cambio la mujer nace para ser pasiva en la producción, acoger la vida y cuidarla, educar a los hijos, trabajar en casa, obedecer. El naturalismo debe ser sustituido por el constructivismo, el valor falso del sexo por el valor del gender. Se necesita renovar la mentalidad y el modo de vivir, cambiando las normas sociales que rigen la sexualidad.

En nombre de la libertad de elección, de la igualdad y de la lucha contra la discriminación vienen reivindicados los llamados “nuevos derechos humanos” y en particular los “derechos sexuales y reproductivos”. Vuelven en esta categoría: la legitimación jurídica de las varias formas de convivencia, la familia en todas sus formas, el derecho al ejercicio estéril de la sexualidad (solución a la explosión demográfica), el matrimonio gay, la anticoncepción, la libertad de abortar, la libertad para todos de adoptar niños, la libertad de procrear artificialmente, la represión de la homofobia, la promoción de la libertad sexual de los adolescentes aún en contra de la voluntad de sus padres.

A las instancias políticas de los varios niveles se les pide de gobernar según la perspectiva de género. Desgraciadamente estas peticiones encuentran una escucha creciente: ONG, Agencias de la ONU para la población, salud y educación, conferencias del Cairo (1994) y de Pekín (1995), Parlamento Europeo de Estrasburgo. Hasta ONG de inspiración cristiana y asociaciones caritativas católicas se dejan tentar de palabras sacrosantas como dignidad, misericordia, respeto a la libertad, lucha contra la discriminación y la marginación

 

b) Diversidad y comunión

La antropología cristiana es la primera en afirmar la igual dignidad de hombres y mujeres, como personas e hijos de Dios. Todos tienen los mismos derechos fundamentales y deben ser tutelados por la ley. Aquello sin embargo no significa que realidades diferentes deben ser tratadas de la misma manera. La igualdad jurídica exige también el reconocimiento y la tutela de las diferencias (por ejemplo niños, discapacitados, minorías culturales).

Es justo promover igualdad de oportunidades para hombre y mujer, refutando roles y jerarquías sociales fijas. Pero esta fuera de la realidad y del buen sentido pensar, como algunos ha llegado a hacerlo, que la liberación de la mujer implica la liberación del matrimonio (palabra que se buscaría fuera eliminada del código y civil) y de la maternidad (función que debería ser sustituida con una máquina para la gestación de los nuevos seres humanos). Los niños tienen necesidad del amor padre y madre para nacer y crecer en modo digno.

Es justo abrir los mayores espacios posibles a la libertad; pero solo hasta el punto en que sean compatibles con el bien común de la sociedad. Ninguno piensa en legalizar la cleptomanía, la piromanía, la pederastia, el incesto, la poligamia, la promiscuidad sexual, la violación sexual. La libertad, para ser tal, debe tener en cuenta la realidad, los datos biológicos, psíquicos, sociales. Debe tener en cuenta la naturaleza humana como tendencia dirigida hacia su realización. Por lo que se refiere a la sexualidad, el ser humano no tiene un instinto polarizado únicamente a la reproducción de la especie como los animales; es movido de pulsiones abiertas a varios objetivos que van por ello elaborados y dirigidos al bien de la persona y de la sociedad. Análogamente la necesidad de comer culturalmente viene elaborada a través del arte de la cocina y el arte de estar a la mesa.

La ideología de género, que quiere reaccionar contra una historia de dominación masculina, en realidad permanece aprisionada dentro de la lógica del poder. Bajo la máscara del igualitarismo se esconde desconfianza, rivalidad, competencia, conflicto entre los sexos, para prevalecer el uno sobre el otro.

De acuerdo con la antropología cristiana, el dominio es una desviación del sentido original de la sexualidad, un fruto del pecado: "Hacia tu marido será tu instinto, y él te dominará» (Gn 3:16). Debe salir de la lógica del poder y entrar en la del amor. "Todo cuanto queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Mateo 7:12). "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22:29). No se trata de renunciar al bien propio, sino de armonizarlo con el de los demás. Crecemos juntos, nunca separados o en contra de los demás. El amor es deseo y don, eros y ágape, "nunca separados del todo" (Benedicto XVI DC, 7).

El amor es "virtud unitiva" (S. Th I-II q 26, 2 a 2, q I-II 28, sed contra 1 y 2), energía unificadora entre las personas en el respeto de la alteridad.

Yo me experimento como sujeto único e irrepetible, autoconsciente y libre, capaz de autotrascenderme hacia el otro (algo o alguno), siempre tendiendo a llegar mas allá con el pensamiento, el deseo y la acción. Experimento subjetivamente desde dentro también mi cuerpo, a través del cual siento, me expreso, comunico; el mismo cuerpo que de otra parte es también objeto observable y analizable desde el exterior con las varias disciplinas científicas (física, química, biología, neurociencias, etc.).

Mientras me reconozco como persona, es decir como sujeto espiritual y corpóreo, irrepetible y en relación con los demás, debo reconocer que también los otros son personas como yo; son un bien en si mismos, merecedores de ser valorados y acompañados en su desarrollo. No puedo solo servirme de ellos para mi utilidad y placer, debo también servirlos, dedicarme a su bien según mis posibilidades, hacerme cargo de su crecimiento humano integral, sin cálculos en el dar y recibir, sin condiciones ni plazos. No debo nunca reducirlos a un instrumento intercambiable y sustituible por otro. La única actitud adecuada hacia las personas es el amor, el hacerse uno con los demás, respetando su libertad, valorando su alteridad y sus diferencias, llevando incluso el peso de sus límites y pecados, como hizo Jesús respecto a los todos los hombres.

A semejanza del amor de Cristo, el amor auténtico se lleva a cabo según la dinámica pascual del sacrificio y la alegría, sea en las relaciones y actividades cotidianas, sea en las grandes elecciones que orientan la vida. Si decirle a alguien “Te amo” significa solamente “Contigo me siento bien”, equivaldría a decirle “contigo satisfago mis deseos” y en definitiva “Tu me eres útil”. Sin el don y el sacrificio no existe el amor.

Por otra parte el amor no es autolesionismo, sino camino a la realización definitiva. “El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.” (Lc 17,33):cf. Mt 10,39; 16,25; Mc 8,35; Lc 9,24; Gv 12,25). El hombre no puede “encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (Vaticano II, GS 24). “El hombre no puede vivir sin amor… su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente” Giovanni Paolo II RH 10). El amor es la vocación fundamental del hombre, su bien supremo al cual están dirigidos todos los demás bienes y energías.

La familia de "comunidad de amor y vida" (Vaticano II, GS 48) es la primera escuela y la humanidad común, que se desarrolla y cultiva la vocación al amor. Las personas en la familia tienden no sólo para su propio beneficio, sino también por el bien de los demás. Si no hay una atención preferente, y para los más vulnerables: niños, enfermos, discapacitados y ancianos. Cada persona es reconocida como un bien en sí mismo. Nos ayudamos unos a otros y se nos educa, crecemos juntos en la humanidad. Como en un coro de mejorar y armonizar las diferentes voces, para que la familia va a mejorar y armonizar las diferencias básicas de los seres humanos, el de los sexos (hombres y mujeres) y de las generaciones (padres-hijos).

El desarrollo del amor es al mismo tiempo un proceso gradual hacia la alteridad y la comunión. El niño nace egocéntrico y vive dependiente de sus padres; el adolescente dirige su atención especialmente hacia los amigos del mismo sexo; el joven se interesa en el otro sexo y llega formar un vínculo estable de pareja en el matrimonio; los cónyuges no se cierran en su relación de pareja, sino juntos se abren para acoger los hijos. Una misma dinámica lleva el uno hacia el otro y juntos los lleva hacia un tercero ( inseparabilidad de la dimensión unitiva y procreativa).

El soltero esta llamado a salir de sí mismo; la pareja esta llamada a trascenderse a sí misma (mientras que en la relación homosexual la relación de pareja permanece estéril). La sexualidad, como alguno ha dicho, es altruismo escrito en el alma y en el cuerpo (M. Zundel).La lógica de la comunión y del don presuponen la alteridad y la diferencia. La alteridad y la diferencia son para el don y la comunión.

El hombre y la mujer son ambos seres humanos, pero en modo diverso. Son diversos en el cuerpo (órganos genitales, aspecto, rostro, voz) en las actitudes, en los intereses, en la cualidad de la inteligencia y el carácter, en la afectividad.

Ambos generan, pero en modo diverso: el hombre fuera de sí; la mujer dentro de sí. Coherentemente con esta diferencia fundamental, comprenden, aman, comunican, trabajan en manera distinta.

Las diferencias son correlativas y complementarias, para propiciar la interacción, el intercambio, la construcción de una historia común y de un vínculo de pareja. Sobretodo cada uno da al otro el poder de procrear y convertirse en progenitor. El ser progenitor no es solamente un hecho físico, sino un evento personal, que perfecciona grandemente a los cónyuges en la imagen de Dios creador y padre. (Santo Tomás I, q 99, a2)

Las diferencias vividas no como conflicto en la lógica del poder, sino como don en la lógica del amor son un bien para todos y un motivo de alegría. El marido es un don para la esposa y viceversa; los padres son un don para los hijos y viceversa; los hermanos son un don el para el otro. El amor, en cuanto comunión entre personas diversas, es el fin hacia el cual es necesario encauzar los impulsos y las energías de la sexualidad. La comunión entonces es “el modo propio de ser y vivir” de las personas (Juan Pablo II Gratissiman sane 7)

 

3) LA FAMILIA
SUJETO DE EVANGELIZACIÓN


El segundo tema central, sobre el que me parece los Obispos deben concentrar su atención, es el que respecta a la participación de la familia en la misión evangelizadora de la Iglesia, participación indicada sintéticamente por Juan Pablo II con estas palabras: “La familia cristiana está llamada a tomar parte viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original, es decir, poniendo al servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto comunidad íntima de vida y de amor.” (Juan Pablo II FC 50)

Evangelizar significa acoger, testimoniar, manifestar y comunicar en el mundo el amor y la presencia salvadora de Dios y de Cristo. (Cfr. Concilio Vaticano II A.G., 10)

La Iglesia es sujeto de evangelización en sentido pleno, sacramento, signo y anticipo del Reino de Dios que es, el cuerpo y expresión visible en la historia de Cristo crucificado y resucitado, la participación y expresión de la comunión trinitaria divina de las personas divinas "para que el mundo crea" (cfr. Jn 17:20-23).

Pero sujeto indispensable de evangelización es también la familia cristiana, realización parcial de la Iglesia, “iglesia doméstica” (Concilio Vaticano II LG 11), “iglesia en miniatura” (Juan Pablo II FC 49). “La familia cristiana – explica Juan Pablo II está insertada de tal forma en el misterio de la Iglesia que participa, a su manera, en la misión de salvación que es propia de la Iglesia. Los cónyuges y padres cristianos, en virtud del sacramento, «poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su estado y forma de vida» (115). Por eso no sólo «reciben» el amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad «salvada», sino que están también llamados a «transmitir» a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad «salvadora». (Juan Pablo II FC 49). El sacramento del matrimonio confiere a los esposos un ministerio eclesial, para la edificación del pueblo de Dios, similar al de los sacerdotes ordenados. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1535)

En virtud del sacramento del matrimonio, el pacto del matrimonio participa y pone de manifiesto la alianza de Cristo con la Iglesia (cfr. Ef. 5,21-23). En cuanto unión vivificada por el Espíritu Santo, significa, contiene e irradia el misterio de la unión de Cristo con la Iglesia (cfr. Pablo VI Disc. 4.5.1970). El Señor llama a los dos esposos a vivir un amor oblativo, total, único, fiel, indisoluble, fecundo, elevado a la caridad conyugal, para que revivan la unión de Cristo con la Iglesia y la manifiesten en un modo propio e insustituible, como pareja y como familia. Llama a los dos esposos a vivir su relación como signo y anticipo de las bodas eternas con Cristo, él único capaz de saciar nuestro deseo ilimitado de amor y felicidad; así de no nutrir esperanzas excesivas, que fácilmente andarían al encuentro de desilusiones y poner en peligro la fidelidad y estabilidad de la pareja. Obviamente el sacramento no dispensa del esfuerzo, pero lo hace sensato y sostenible. Para que eso sea efectivamente fructífero, se necesita que la pareja se comprometa permanentemente en un camino espiritual: oración, escucha de la palabra de Dios, participación a la Eucaristía, gestos de atención recíproca, diálogo constante. En la medida en que la familia se convierta en una pequeña iglesia, la Iglesia se convierte en una gran familia, familia de familias.

Siempre y en todas partes las familias cristianas son la principal vía de transmisión de las virtudes humanas y de la fe y vida cristiana. En el Antiguo Testamento la transmisión de la fe se daba sobretodo en la familia (cfr. Ex 10:2; Deuteronomio 6:20-25) y la misma fiesta de la Pascua, tenía un carácter eminentemente familiar (cfr. Ex 12:24-27). En el Nuevo Testamento vemos que las familias están muy involucradas en la misión de la evangelización (cfr. Mc 6:10; a las 12.12, 16.4; 18,7,18; 20,7-12; Rm 16,3-5, 11:15; Fm 1-2). En los siglos primeros, el Evangelio de forma espontánea se transmite de persona a persona, de la mujer al marido y viceversa, de padres a hijos y viceversa, de un esclavo a su amo, y viceversa, extendiéndose de casa en casa, de ambiente en ambiente, de ciudad en de la ciudad, a pesar de las persecuciones.

Hoy en día, en un mundo secularizado y religiosamente indiferente, la evangelización tiene buenas perspectivas de éxito sólo si se despierta la responsabilidad misionera de los cristianos practicantes y sus familias. El apostolado individual y familiar es el más cercano; el más eficaz y persuasivo. La familia puede evangelizar en casa mediante la oración y la escucha de la palabra de Dios, el diálogo y la edificación mutua, en su ambiente mediante las relaciones con los vecinos, los parientes, los amigos, los compañeros de trabajo y otros referentes sociales; en la parroquia mediante la participación fiel a la Misa dominical, la colaboración sistemática en el camino catequístico de los hijos, en la inclusión en las actividades formativas, caritativas, recreativas, y la participación a encuentros para familias, en grupos, movimientos y asociaciones, la animación del itinerario de educación de los jóvenes al amor y de preparación de los novios al matrimonio, la cercanía a las familias en dificultad.” Por otra parte, la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia. Dentro, pues, de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados… Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive”(Pablo VI, EN 71).

Con esta perspectiva de la familia como sujeto de evangelización se están realizando en muchos países experiencias muy bellas y fructíferas. El Consejo Pontificio para la Familia, luego del VI Encuentro Mundial de las Familias en Ciudad de México, busca promover involucrando muchos sujetos eclesiales, una recopilación y puesta en circulación de las experiencias más relevantes, para que sean de estímulo e inspiración para nuevas experiencias. Próximamente tendrá lugar un seminario de estudio para calibrar bien la iniciativa; el año próximo se llevara a cabo una conferencia eclesial; después a través de una amplia colaboración vendrán puestas en relieve y sujetas a discernimiento las experiencias para señalar a las Conferencias Episcopales y para difundir a través del Internet y otras formas de comunicación. La iniciativa quiere ser un servicio a la comunión eclesial y a las familias. Se ocupará de varios e importantes capítulos de la pastoral familiar, así como de aquellos que a continuación serán puestos en reseña.


a) La oración en familia

Es deseable una convencida, inteligente y perseverante reactivación pastoral. La oración no es todo, pero todo depende de la oración. La oración común abre la puerta de la casa a una presencia especial de Jesús "Donde dos o tres estén congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt. 18:20).

La oración transforma y eleva gradualmente la vida personal y familiar, haciendo crecer el amor recíproco y hacia todos. Activa la transmisión de la fe y de las virtudes cristianas de los padres a los hijos. Hace de la familia un sujeto de evangelización en su ambiente. Las formas de oración pueden ser muy variadas. Me parece que hoy sea de promoverse con apoyos idóneos sobretodo la oración de escucha de la Palabra de Dios para vivirla, como ha recomendado Juan Pablo II: ““Dado que participa de la vida y misión de la Iglesia, la cual escucha religiosamente la Palabra de Dios y la proclama con firme confianza,(120) la familia cristiana vive su cometido profético acogiendo y anunciando la Palabra de Dios. Se hace así, cada día más, una comunidad creyente y evangelizadora” (Juan Pablo II, FC 51).

Gracias a la mediación de las Sagradas Escrituras, interpretadas de conformidad con la Iglesia, Dios nos dirige su Palabra viva llena del Espíritu Santo y por ello verdadera y eficaz. Esa palabra es en definitiva Jesucristo, el sujeto central y el contenido de la Revelación. Por lo tanto, leyendo con fe la Escritura, se lleva a cabo un encuentro con la persona de Jesucristo, que viene a iluminar y transformar nuestras vidas. Leer, escuchar, discutir, practicar y ser cada vez más una familia que pertenece a Cristo: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lc 8:21). Para conectar más fácilmente las palabras escritas con Jesucristo, la Palabra viva, es bueno seguir el año litúrgico escogiendo los textos para meditar sobretodo de las lecturas del domingo. Puede bastar incluso un tiempo breve para rezar y escuchar juntos, hacer discernimiento sobre la propia vida, tomar algún compromiso para la vida cotidiana y de revisar en el momento oportuno en el diálogo familiar espontáneo.


b) Las parejas animadoras de la pastoral familiar

Constituyen la columna vertebral; son indispensables ya sea a nivel parroquial como a nivel diocesano. Deben ser bien seleccionadas, tomando en cuenta su testimonio de vida y su capacidad de comunicación. Deben adquirir una competencia específica a través de cursos apropiados de formación. Es bueno que su ministerio sea autorizado por un adecuado encargo del Obispo. Las Asociaciones y Movimientos eclesiales podrían ofrecer su valiosa colaboración, poniendo a disposición los candidatos idóneos. Los diáconos casados podrían desenvolver fructíferamente su ministerio en el ámbito de la pastoral familiar, en el presente de privilegiar.

 

c) La educación de los jóvenes al amor

Es en ella que se debe integrar la educación sexual que de otro modo se convierte en deseducación. Debe comenzar muy temprano porque más y más precoz son los conocimiento y las experiencias deseducativas. Empeñar a los niños y adolescentes a hacer el bien concretamente con el ejercicio cotidiano y hacerles experimentar que existe más gozo en dar que en recibir, como Jesús ha dicho. Acompañar la maduración progresiva de la afectividad (autoestima, conciencia de los propios límites, equilibrio entre el deseo y el sentido de la realidad, respeto por los demás, reciprocidad). La afectividad debe integrarse con la razón, para ser una gran energía dirigida a hacia el bien verdadero. En esta perspectiva la sexualidad va orientada a la alegría del amor, entendido como don y comunión, superando la tentación del placer egoísta que reduce al otro a un puro instrumento.

 

d) La preparación al matrimonio.

No debemos subestimar la valiosa indicación de Juan Pablo II: “La misma preparación al matrimonio cristiano se califica ya como un itinerario de fe. Es, en efecto, una ocasión privilegiada para que los novios vuelvan a descubrir y profundicen la fe recibida en el Bautismo y alimentada con la educación cristiana. De esta manera reconocen y acogen libremente la vocación a vivir el seguimiento de Cristo y el servicio al Reino de Dios en el estado matrimonial. (Juan Pablo II, FC 51). Sería deseable que los breves cursos para novios se convirtieran siempre mas en itinerarios de fe y vida cristiana, prolongados por todo el tiempo del noviazgo: conversación inicial con el sacerdote, encuentros periódicos en un pequeño grupo (cinco o seis parejas) bajo la guía de una pareja animadora de esposos cristianos, reflexión y comparación estimulados de papeletas preparadas para tal propósito, ejercicio práctico sobre aspectos concretos de la vida cristiana y familiar (relación con Jesucristo y su Iglesia, oración, diálogo de pareja, autoconocimiento, servicio recíproco, manejo de conflictos, perdón, amor y sexualidad, uso del dinero, espíritu de sacrificio, etc.). Si tendría así un camino de conversión (como el catecumenado) y no simplemente una instrucción teórica; se evitaría el riesgo, en el contexto cultural actual, de muchos matrimonios nulos; se encaminaría mas hacia el insertarse en un red valiosa de amistad entre familias y en la comunidad parroquial.

 

e) Los encuentros familiares

Recordar la recomendación de Benedicto XVI en el V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia: “ Las familias no están solas… Es muy importante su papel en las parroquias, así como en las asociaciones eclesiales.” El acompañamiento a los cónyuges debe continuar en los limites de lo posible aún después del matrimonio, especialmente respecto a las parejas jóvenes. Sería deseable que los encuentros para familias vengan insertados orgánicamente en los programas pastorales y que sean bastante frecuentes, como antídoto a la pobreza relacional de nuestro tiempo. Encuentros periódicos en un lugar adecuado, con momentos comunes y momentos diferenciados para padres e hijos. Encuentros de oración y amistad, de formación y de diálogo, de convivencia y diversión. Es necesario abrir el circuito cerrado de la familia nuclear; vencer el aislamiento construyendo una red real de relaciones y solidaridad, humana y espiritualmente significativas. Los adultos y sobretodo los adolescentes tiene necesidad de tener interlocutores a quienes confiarse incluso fuera de las paredes del hogar.

 

f) Las comunidades familiares de evangelización.

Los encuentros entre las familias a veces asumen la forma de pequeñas comunidades cristiana al interno de la gran comunidad parroquial. El Directorio de la Pastoral Familiar de la Conferencia Episcopal Italiana las recomienda con estas palabras:” Resulta oportuna la acción de parejas y familias que ponen a disposición su casa para momentos de escucha de la Palabra de Dios y saben como llamar a esta confrontación otras parejas y familias del barrio o de las cercanías.” (DPF 141)

Se trata de promover reuniones de carácter familiar, en casa, animadas por una pareja de esposos espiritualmente motivada y adecuadamente preparada y ayudada de la parroquia, con la participación de los hijos y de los invitados ( parientes, vecinos, amigos, compañeros, alrededor de quince personas en total). Se renueva así la experiencia de los orígenes cristianos, cuando los grupos de creyentes se reunían en las casas (cfr. Rm 16,5,10-11,14-15; Fm 1-2; Col 4,15), y se recuperan algunas funciones de la ya desaparecida familia patriarcal, compuesta de varios núcleos. En vez de trabajar creando actividades organizadas y artificiales en la parroquia, se valora como objetivo de evangelización las relaciones espontáneas que ya existen entre las familias.

 

g) Las agregaciones eclesiales

Otra realidad importantísima para la pastoral familiar son las Asociaciones y Movimientos eclesiales, don del Espíritu Santo para un renovado florecimiento de la vida cristiana y para la nueva evangelización. Sus experiencias y miembros pueden avivar incluso la pastoral ordinaria de las parroquias y de las diócesis. Entre otras cosas pueden ofrecer parejas animadoras para la pastoral ordinaria. Algunas de estas agregaciones son específicamente de carácter familiar; pero también las otras contribuyen mucho a la vida cristiana de las familias.

 

h) La colaboración entre la parroquia y la familia

Subrayo solamente aquello que se refiere al itinerario de iniciación cristiana de los hijos. Se involucra a los padres durante todo el trayecto: algunos encuentros de preparación al bautismo de los hijos; algunos encuentros después del bautismo cada año, para ayudarles en la educación de los niños (al menos de tres años en adelante); papeles complementarios a aquellos de los catequistas en la catequesis de preparación para la confirmación y la primera comunión. Así mientras se transmite la fe a los hijos, redescubren y profundizan la fe también los padres.

 

i) Las parejas irregulares

Mientras permanezcan en una situación objetivamente en contraria con el Evangelio, no están en plena comunión con la iglesia y por ello no pueden ser admitidos a recibir la Eucaristía, sacramento de la comunión no solo espiritual, sino también visible.

Pero continúan siendo parte de la iglesia y deben participar en la Misa, incluso sino reciben la Eucaristía. La comunidad cristiana debe tener por ellos un amor respetuoso y atento, signo de la misericordia divina. Aunque no se les pueda ministerios eclesiales (lectores, catequistas, ministros de la eucaristía, etc.), pueden de cualquier manera ser insertados y valorizados en las varias actividades (caritativas, culturales, recreativas, organizativas). Sobretodo invitarles a hacer, con generosidad y sacrificio, el bien que son capaces de hacer; a ser humildes y confiar siempre en la misericordia de Dios; a pedir a Dios con perseverancia la gracia de poder conocer y cumplir siempre mejor su voluntad.

Para encaminar con ellos buenas relaciones puede ser oportuno algún encuentro específico. Se necesita también verificar si existen posibilidades eventuales para regularizar su convivencia, por ejemplo en el caso de que su matrimonio religioso precedente haya sido nulo.

 

l) Promoción del compromiso civil

Los fines y reglas de la convivencia civil tienen consistencia propia y no se confunden con aquellos de la vida eclesial. Todavía los cristianos laicos deben trabajar por construir la sociedad en un modo que sea coherente con la centralidad de la persona, las exigencias objetivas de la humanidad auténtica, la visión cristiana del hombre. La pastoral tiene la tarea de tener despierta su responsabilidad. Por lo que se refiere a la causa de la familia, es urgente favorecer el reforzamiento, incluso numérico, y estimular la acción valiente, inteligente y perseverante de las Asociaciones Familiares de inspiración cristiana, para que sean más incisivas en el ámbito cultural, social y político. En el nivel de base es necesario animar a las familias a adherirse a las Asociaciones.

Con esta indicación entramos en el tercer núcleo temático de actualidad particular para nuestro tiempo: la familia como recurso para la sociedad y sujeto de interés público.

 

4) LA FAMILIA
EN LA SOCIEDAD CIVIL

a) Escuela de humanidad y laboratorio de convivencia.

Juan Pablo II ha puesto un grande énfasis en la tarea natural, original, insustituible, e inalienable de la familia en la sociedad (cfr. FC 42-46).

Esta célula fundamental y vital, en la medida en que es animada del amor y se logra con éxito, alimenta en todos sus miembros, importantes virtudes personales y sociales: confianza en los otros, justicia, servicio, laboriosidad, cuidado de los más débiles, gratuidad, perdón, reciprocidad, diálogo, sinceridad, fidelidad, ejercicio de la autoridad como servicio, obediencia generosa, cooperación, solidaridad, respeto a la naturaleza. En un contexto de democracia avanzada, de movilidad, de flexibilidad en el trabajo, la familia como fuerte factor de cohesión y de desarrollo, aparece incluso más necesaria.

De las investigaciones sociológicas, realizadas en diversos países, resulta que la pareja hombre-mujer unida en matrimonio, estable y duradero, ofrece muchas ventajas respecto a las familias desintegradas o incompletas (monoparentales) y a la cohabitación, por ejemplo mejor salud física y equilibrio psíquico con menor consumo de cigarros, alcohol o drogas; mejor educación y menor perdición juvenil; mejor asistencia y éxito escolar; mayor éxito laboral e ingreso económico; expectativa de vida mas larga, menos suicidios y menos violencia; menos abusos a los niños y menor tasa de mortalidad infantil…

Por el contrario, el “no-matrimonio”, causa mucho sufrimiento a los hombres, mujeres, sus hijos, sus parientes; y tiene pesados costos sanitarios, psicológicos, éticos, judiciales, económicos, demográficos, sociales.

Al respecto es significativo que el 97% de los jóvenes italianos cree que la estabilidad familiar es relevante para la serenidad de la vida y el 88% desee el matrimonio religioso o civil.

Es también interesante que en Europa se multipliquen las propuestas para sostener la natalidad y la familia. Mientras en un pasado reciente la atención se concentraba sobre la paridad de oportunidades de hombres y mujeres, ahora comienza a focalizarse sobre los intereses de los niños.

 

b) Sostener las familias.

Es de interés público que las familias sean unidas y estables, fundadas sobre el matrimonio, capaces de cumplir su misión procreativa y educativa. Ellas tienen el derecho a recibir el adecuado apoyo cultural, jurídico y económico. Es necesario por ello tutelar su identidad en relación a otras formas de convivencia; agilizar el acceso a vivienda; ofrecer oportunidad de trabajo y asegurar en todo caso un ingreso mínimo vital; incentivar la conciliación del trabajo con las exigencias de la vida familiar; para hacer justas y proporcionales a la carga de la familia la recaudación de impuestos; favorecer las tareas de cuidado y atención en casa; prolongar y retribuir en medida adecuada las licencias parentales; proveer servicios para la infancia; hacer efectiva la libertad de elegir entre escuela estatal y no estatal; conceder descuentos y facilidades a las familias numerosas; promover la formación de redes de familias.

Los políticos, al elaborar las leyes, programas e intervenciones, deberían escuchar no solo las asociaciones que representan a los trabajadores y las empresas, sino también las asociaciones que tutelan los intereses de las familias. Las políticas de trabajo y aquellas de la familia están entrelazadas y deberían de ser pensadas en conjunto.

Por su parte las asociaciones familiares deberían empeñarse a fondo en hacer presión en la opinión pública y en sus gobiernos, en encontrarse con los parlamentarios y participar en las audiencias, intervenir en los foros de las ONG. Es necesario edificar una sociedad amiga de la familia y gobernada no en perspectiva gender, sino en perspectiva de familia.

 

c) Sensibilizar la opinión pública

Siendo la política fuertemente condicionada de la opinión pública, es necesario promover y tener abierto un amplio debate cultural sobre la positividad de la familia, organizando eventos extraordinarios (como el “Family day” en Roma del 12 de mayo del 2007) y encuentros ordinarios de formación en varios niveles, solicitando la colaboración de los medios de comunicación, promoviendo estudios e investigaciones científicas, elaborando propuestas para que a la familia sea reservada un carril preferencial en la sociedad.

Espera en primer lugar a las asociaciones familiares llevar a cabo este compromiso con decisión, a raíz del VI Encuentro Mundial en la ciudad de México, se esta llevando a cabo un proyecto de investigaciones y estudios sociológicas sobre los beneficios, para las personas y para la sociedad, obtenidos de familias sanas y viceversa los daños como consecuencia de familias separadas e incompletas. El objetivo es sensibilizar a la opinión pública, la cultura, la política y la economía para sostener la causa de la familia. Es de esperar que el lenguaje de los hechos pueda ser más persuasivo que el de las ideas. Se deberán seguir dos caminos: recolección y utilización de datos estadísticos ya existentes; la realización de nuevas investigaciones apropiadas. Se comenzaría con un numero pequeño de países muestra, en modo de poder presentar los resultados en el VII Encuentro mundial de las Familias en Milán, en el 2012. Sucesivamente, si este primer experimento tiene éxito, la iniciativa sería extendida a todos los países dispuestos a acogerla. Sea en la fase preeliminar sea en aquella sucesiva la propuesta vendrá hecha para cada país a la respectiva Conferencia Episcopal, que elegirá el instituto científico y se hará cargo de los costos financieros, avalándose eventualmente también de patrocinadores. Un comité científico, que se esta constituyendo en el Consejo Pontificio de la Familia, desarrollará el proyecto y acompañara su ejecución, interactuando con todas las partes interesadas en los diferentes países.

 

5) Conclusión

Queriendo condesar en una fórmula sintética la difícil tarea del Obispo y de la Iglesia en relación con la familia en el momento presente, tal vez se podrían señalar tres orientaciones: promover una pastoral para y con las familias; inspirar un compromiso civil para y con las familias; sobretodo rezar por y con las familias, por que “si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores” (Salmo 127,1)


  

top