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  SAN PABLO

 EL VIAJE DEL CAUTIVERIO
 

EN MEDIO DE LA TEMPESTAD
 
Es la narración más fabulosa del Nuevo Testamento. De Cesarea a Roma, “la navegación era peligrosa” después de la fiesta de la Expiación –que introduce el otoño–. Efectivamente, la nave irá a la deriva durante quinte días desde Creta a Malta, no pudiéndose orientar “ni con las estrellas ni con el sol”. El prisionero Pablo se revela más libre que los 276 miembros de la tripulación, capitán, piloto, centurión y marineros. Estaba acostumbrado al mar y a la experiencia de tres naufragios (2Co 11,25) y, sobre todo, demuestra una seguridad que le viene de Dios: “Ninguna de vuestras vidas se perderán, solamente la nave”, dice a sus compañeros cuando todo parecía perdido, “Se me ha aparecido un ángel de Dios a quien pertenezco y a quien doy culto, y me ha dicho: No temas, Pablo… Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo”.

MALTA
 
Se salvan todo. Llegan a la isla, unos nadando y otros gracias a unos tablones y los despojos de la nave. Esta etapa sencilla e idílica (“los nativos nos mostraron una humanidad poco común; encendieron una hoguera”) simboliza la acogida que el mundo pagano dará al Evangelio. Tras el peligro y el naufragio, la escala maravillosa de Malta tiene para Lucas el gusto del alba de una resurrección. Una víbora muerde la mano de Pablo mientras echaba leña a la hoguera, pero él sacudió el animal sobre el fuego sin sufrir ningún daño… la gente lo tomó por un dios. Luego Pablo cura al padre de su anfitrión imponiéndole las manos, así como a los otros enfermos de la isla que acudieron a él. En fin, tuvieron para con él toda suerte de consideraciones y al momento de la partida le proveyeron de lo necesario.

ROMA
 
Después va a Siracusa, Regio y Pozzuoli. Desde aquí toma el camino hacia Roma y tiene la alegría de ser recibido por los hermanos –que han recorrido a pie 50 kilómetros–, pues el Apóstol no es ningún desconocido: habían recibido, tres años antes, su gran Carta a los Romanos. En Roma, existía una comunidad de cristianos, cuyo origen se ignora y que Lucas describe como numerosa y célebre por su fe y sus obras. El cristianismo fue llevado a Roma muy pronto por mercaderes judíos y permaneció al lado de las sinagogas. Cuando Claudio murió Roma contaba con unos 50.000 judíos procedentes de regiones muy distintas, diseminados en las varias sinagogas de la capital del Imperio.
Pablo, pues, llega a Roma en el 61 para ser juzgado. Después de dos años de residencia vigilada, en una casa particular en el centro de la ciudad, cerca del Tíber (el barrio judío de hoy), años que emplea para evangelizar y escribir, el proceso desvanece por falta de acusadores. Pero después del incendio del 64 Nerón acusa a los cristianos de ser los autores del incendio y Pablo fue arrestado, encadenado en la cárcel Marmertina y condenado a la decapitación, que será ejecutada fuera de las murallas aurelianas, en la Vía Ostiense, probablemente entre el 65 y el 67.

 
 

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