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  SAN PABLO

 HACIA GRECIA
 

LIDIA Y LA IGLESIA DE FILIPOS

En Tróada, Pablo tiene una visión en al que un macedonio le suplica: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Inmediatamente se embarca hacia Grecia y se para en Filipos, ciudad comercial y colonia romana poblada de veteranos y campesinos latinos, donde el judaísmo ha recibido el influjo del helenismo.

La casa de Lidia, vendedora de púrpura, que recibió el bautismo con toda su familia y da hospitalidad a los misioneros durante su estancia en la ciudad, se convierte en el centro de una comunidad que se forma rápidamente y que va a ser una de las más fieles a Pablo, y le ofrecerá afecto y ayudas materiales (2Co 11,8). Con esta comunidad quiere celebrar la Pascua unos años más tarde, antes de dejar definitivamente la región del mar Egeo.

Las autoridades locales acusan pronto a Pablo de proselitismo. En esta época, no se distinguía bien el cristianismo del judaísmo. Si bien el judaísmo gozaba de un estatuto privilegiado, Pablo, por primera vez, fue encarcelado con Silas. Hacia la medianoche, mientras estaban en oración cantando himnos a Dios, un terremoto libra a los prisioneros; el carcelero al ver las puertas abiertas trató de matarse. Pero Pablo le gritó “Estamos todos aquí”. El carcelero se hizo bautizar con toda su familia. Pablo reivindica su ciudadanía romana para que le saquen de la cárcel no en secreto sino “en triunfo”, antes de regresar a la casa de Lidia.

TESALÓNICA: LUGAR DE CULTO FAMILIAR

Pablo, según su costumbre, va a la sinagoga de la ciudad y durante tres sábados discute con los judíos basándose en las Escrituras, explicándolas y demostrando que “Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos”. Pero le acusan de ir contra las leyes imperiales, lo que hizo que los hermanos lo enviaran a Berea. Cuando los judíos de Tesalónica se enteran de que Pablo había predicado en Berea van allí y agitan la población, por lo que Pablo se ve obligado a huir de nuevo y a toda prisa hacia Atenas, donde más tarde llegarán Silas y Timoteo. Poco después, la comunidad de Tesalónica recibe sus dos primeras Cartas de Pablo; en ellas se lee el fervor y las inquietudes de una Iglesia joven.

En Tesalónica, donde Jasón, así como en Filipos, donde Lidia, el lugar de culto y de religión era la casa, es decir, la familia, con todo su entorno: las relaciones sociales y el trabajo.

ATENAS, LOS ÍDOLOS

En la capital del helenismo, donde llegan de todo el Imperio romano para estudiar, Pablo encuentra la cultura griega, “interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos”. Predica tanto en la sinagoga como en la plaza –incluso en el Areópago– suscitando de este modo la curiosidad de intelectuales, “epicúreos o estoicos”, pero poca adhesión a la fe cristiana. “He encontrado también una inscripción: ‘Al Dios desconocido’. Pues bien, lo que adorabais sin conocer , eso os vengo yo a anunciar”. (Pablo no cita este episodio. Este tipo de discurso evoca más bien la predicación de los primeros misioneros en las Iglesias griegas de finales del siglo I, ante paganos influidos por el estoicismo. El hecho de que no haya ninguna alusión a la cruz y a la salvación hace dudar de que Pablo lo pronunciase alguna vez).

 
 

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