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DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LOS PARTICIPANTES EN LOS CAPÍTULOS GENERALES DE OCHO INSTITUTOS RELIGIOSOS

Villas Pontificias de Castel Gandolfo, patio del Palacio Apostólico
Sábado, 12 de julio de 2025

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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 

La paz esté con ustedes.

¡Bienvenidos todos! Sentémonos y reflexionemos juntos un poco.

Queridos hermanos y hermanas

Les doy la bienvenida con alegría con motivo de sus capítulos y asambleas. Saludo a los superiores generales, a los miembros de los Consejos, a todos ustedes.

Ustedes se han reunido para orar, confrontarse y reflexionar juntos sobre lo que el Señor les pide para el futuro. Sus fundadores y fundadoras, dóciles a la acción del Espíritu Santo, les han dejado en herencia carismas diversos para la edificación del Cuerpo de Cristo (cf. Ef 4,11-12); y precisamente para que este crezca según los designios de Dios, la Iglesia les pide el servicio que ustedes están realizando (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Perfectae caritatis, 4).

Sus respectivos Institutos encarnan aspectos complementarios de la vida y la acción de todo el Pueblo de Dios: la ofrenda de sí mismo en unión con el Sacrificio de Cristo, la misión ad gentes, el amor a la Iglesia custodiado y transmitido, la educación y la formación de los jóvenes. Se trata de caminos diferentes con los que se expresa de forma carismática la única y eterna realidad que los anima a todos: el amor de Dios por la humanidad.

Como es habitual, cada una de sus congregaciones ha identificado perspectivas particulares, a la luz de las cuales releer la herencia recibida, para renovar y actualizar sus contenidos. También estas líneas de trabajo, que han elegido durante el tiempo de preparación, en la oración y en la escucha recíproca, son un don precioso, ya que son fruto del Espíritu. Es Él quien, a través de la contribución de muchos, bajo la guía de los pastores, «ayuda a la comunidad cristiana a caminar en la caridad hacia la verdad plena (cf. Jn 16,13)» (Benedicto XVI, Homilía en la Misa de apertura de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 13 de mayo de 2007). Han formulado, así, unas líneas orientativas que contienen referencias fundamentales: renovar un auténtico espíritu misionero, hacer propios los sentimientos «que fueron los de Cristo Jesús» (cf. Flp 2,5), enraizar la esperanza en Dios (cf. Is 40,31), mantener viva en el corazón la llama del Espíritu (cf. 1 Ts 5,16-19), promover la paz, cultivar la corresponsabilidad pastoral en las Iglesias locales y otras cosas más. Acompañarlos y recordarlos juntos, en este momento, nos ayuda a captar la riqueza de nuestro ser comunitario, en particular como religiosos y religiosas, comprometidos en la misma maravillosa aventura de «seguir a Cristo más de cerca» (Catecismo de la Iglesia Católica, 916).

Que esto renueve y confirme en todos nosotros la conciencia y la alegría de ser Iglesia, y en particular los anime, en el discernimiento capitular, a pensar en grande, como piezas únicas de un diseño que los supera y los involucra más allá de sus propias expectativas: el proyecto de salvación con el que Dios quiere conducir a toda la humanidad hacia sí, como una sola gran familia (cf. Francisco, Audiencia general, 29 de mayo de 2013). Este es el espíritu con el que nacieron sus Institutos y este es el horizonte en el que hay que situar todo esfuerzo, para que contribuya, a través de pequeñas luces, a difundir por toda la tierra la luz de Cristo, que nunca se agota (cf. Misal Romano, Preconio pascual).

Queridísimos, pidamos juntos al Señor que seamos dóciles a la voz de su Espíritu, que «nos enseña todas las cosas» (cf. Jn 14, 26) y sin cuya ayuda, en nuestra debilidad, ni siquiera sabemos qué pedir (cf. Rm 8, 26).

Gracias por su trabajo y por su fiel presencia en tantos lugares del mundo. Los bendigo de corazón y rezo por ustedes.

¡Gracias!

Oremos juntos:

[Padre Nuestro]

[Bendición]

¡Gracias a todos ustedes!
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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 12 de julio de 2025



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