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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

ASAMBLEA ESPECIAL
PARA ORIENTE MEDIO

 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
10-24 de OCTUBRE 2010

La Iglesia católica en Oriente Medio:
comunión y testimonio.
"La multitud de los creyentes
no tenía sino un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32)


Este Boletín es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico.
Las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

26 - 24.10.2010

RESUMEN

- COMIDA FRATERNA
- CAPILLA PAPAL PRESIDIDA POR EL SANTO PADRE PARA LA CLAUSURA DE LA ASAMBLEA ESPECIAL PARA ORIENTE MEDIO DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
- ANGELUS DOMINI

COMIDA FRATERNA

Durante el encuentro convivial en el Atrio del Aula Pablo VI, en el Vaticano, el Secretario General del Sínodo de los Obispos, S.E.R. Mons. Nikola Eterović, ha presentado al Papa los datos principales de los trabajos en los que han participado 173 Padres sinodales. Se llevaron a cabo 14 Congregaciones Generales y 6 reuniones de Círculos Menores. Se compartieron 10 entre reflexiones y homilías. Hubo 125 intervenciones, más 5 entregadas por escrito. Intervinieron, también, 12 Delegados Fraternos y se realizaron 12 informes. Adicionalmente, hubo 111 intervenciones libres ante la presencia del Papa. El Presidente Delegado S.B. Ignace Youssif III Younan, agradeció al Pontífice por la oportunidad concedida a las Iglesias de Oriente Medio para que expresaran sus voces, asegurando que los pastores de las Iglesias Orientales regresarán a sus tierras para proclamar, sin temor alguno, el Evangelio en la caridad y en la verdad, y lo vivirán día tras día. El Patriarca greco-melquita S.B. Gregorius III Laham, regaló al Santo Padre un precioso indumento litúrgico oriental. El Papa ha dicho que el don más hermoso de la Asamblea sinodal es la comunión en la diversidad de las Iglesias de Oriente, una comunión que se convierte en testimonio:

Queridos amigos,
Según una bella tradición creada por el Papa Juan Pablo II, los Sínodos se concluyen con una comida, un acto de convivencia que igualmente se inscribe bien en el clima de este Sínodo, que habla de la comunión: no solo ha hablado de ella, sino que nos ha permitido realizar la comunión.
Este es para mí el momento de decir gracias. Gracias al Secretario General del Sínodo y a sus colaboradores, que han preparado y están preparando asimismo el seguimiento de los trabajos. Gracias a los Presidentes delegados, gracias sobre todo al Relator y al Secretario adjunto, que han hecho un trabajo increíble. ¡Gracias! Yo también fui relator en el Sínodo de la Familia y puedo imaginar un poco el trabajo que han llevado a cabo. ¡Gracias también a todos los Padres que han presentado la voz de la Iglesia en Oriente, a los Oyentes, a los Delegados fraternos, a todos!
Comunión y testimonio. En este momento damos gracias al Señor por la comunión que nos ha dado y que nos da. Hemos visto la riqueza, la diversidad de esta comunión. Siete Iglesias de ritos distintos que, sin embargo forman, junto con los demás ritos, la única Iglesia Católica. Es hermoso ver esta verdadera catolicidad que es tan rica en diversidad, tan rica en posibilidades, en culturas distintas y, a pesar de ello, es justamente así como crece la polifonía de una única fe, de una verdadera comunión de los corazones que sólo el Señor puede dar. Por esta experiencia de la comunión damos gracias al Señor, doy gracias a todos ustedes. Me parece tal vez éste el don más importante del Sínodo que hemos vivido y realizado: la comunión que nos une a todos y que es, también en sí misma, testimonio.
Comunión. La comunión católica, cristiana es una comunión abierta, dialogal. Así, estábamos también en diálogo permanente, interior y exteriormente con los hermanos ortodoxos, con las demás Comunidades eclesiales. Y hemos sentido que justamente en esto estamos unidos – aunque haya divisiones exteriores: hemos sentido la profunda comunión en el Señor, en el don de su Palabra, de su vida, y esperamos que el Señor nos guíe para avanzar en esta comunión profunda.
Estamos unidos con el Señor y de este modo - podemos decir - hemos sido “encontrados” por la verdad. Y esta verdad no cierra, no pone límites sino que abre. Por eso estábamos también en diálogo franco y abierto con los hermanos musulmanes, con los hermanos judíos, todos juntos responsables del don de la paz, de la paz precisamente en esta parte de la tierra bendecida por el Señor, cuna del cristianismo y de las otras dos religiones. Deseamos continuar en este camino con fuerza, ternura y humildad y con el valor de la verdad que es amor y que se abre en el amor.
He dicho que concluimos este sínodo con la comida. Pero la verdadera conclusión mañana es la convivencia con el Señor, la celebración de la Eucaristía. La Eucaristía, en realidad, no es una conclusión sino una apertura. El Señor camina con nosotros, está con nosotros, el Señor nos pone en movimiento. Y así, en este sentido estamos en Sínodo, es decir, en un camino que continúa aunque estemos dispersos: estamos en Sínodo, en un camino común. Pidamos al Señor que nos ayude. ¡Y gracias a todos ustedes!


CAPILLA PAPAL PRESIDIDA POR EL SANTO PADRE PARA LA CLAUSURA DE LA ASAMBLEA ESPECIAL PARA ORIENTE MEDIO DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

- HOMILÍA DEL SANTO PADRE

A las 9:30 de esta mañana, 24 de octubre de 2010, XXX Domingo del tiempo "per annum", en la Basílica de San Pedro, ante la tumba del apóstol Pedro, el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido la Celebración de la Eucaristía con los Padres Sinodales, para clausurar la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, que se ha celebrado en el Aula del Sínodo en el Vaticano desde el 10 de octubre de 2010, sobre el tema La Iglesia católica en Oriente Medio:comunión y testimonio. "La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32).

Con el canto de Iubilate Deo, a las 9:15, ha dado inicio el ingreso en la Basílica. Los concelebrantes, guíados por los maestros de ceremonias, se han situado en sus respectivos lugares alrededor del Altar de la Confesión. A continuación, los señores cardenales y los componentes de la Presidencia de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos han participado en la procesión de ingreso con el Santo Padre.

Con el Papa han concelebrado 177 Padres Sinodales (entre los cuales 19 Cardenales, 9 Patriarchi, 72 Arzobispos, 67 Obispos y 10 Sacerdotes) y 69 colaboradores.

Han subido al altar para la Oración Eucarística los presidentes delegados S. B. Em. Card. Nasrallah Pierre SFEIR, Patriarca de Antioquía de los Maronitas, Obispo de Joubbé, Sarba y Jounieh de los Maronitas (LÍBANO), ad honorem, S. B. Em. Card. Emmanuel III DELLY, Patriarca de Babilonia de los Caldeos (IRAQ), ad honorem, S. Em. R. Card. Leonardo SANDRI, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales (CIUDAD DEL VATICANO), S. B. Ignace Youssif III YOUNAN, Patriarca de Antioquía de los Sirios (LÍBANO); el Relator General S. B. Antonios NAGUIB, Patriarca de Alejandría de los Coptos (REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO); el Secretario General S. E. R. Mons. Nikola ETEROVIĆ, Arzobispo titular de Cibale (CIUDAD DEL VATICANO); el Secretario Especial S. E. R. Mons. Joseph SOUEIF, Arzobispo de Chipre de los Maronitas (CHIPRE).

La Primera Lectura ha sido pronunciada en francés, el Salmo responsorial en latín y la Segunda Lectura en inglés. El Evangelio ha sido proclamado en latín y en griego. La Oración de los fieles ha sido pronunciada en árabe, inglés, farsi, turco y hebreo. Los cantos “Maior est Caritas” en latín e “Himno de los Querubines” en griego han acompañado el Ofertorio, y “Bonus Pastor” en latín y “Alcemos las alabanzas” en árabe, la Comunión. Al final de la celebración se entonó la antífona mariana “Ave Regina Caelorum”.

Durante el Sagrado Rito, después de la lectura del Evangelio, el Santo Padre ha pronunciado la siguiente Homilía:

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

¡Venerados Hermanos,
ilustres señores y señoras,
queridos hermanos y hermanas!

A distancia de dos semanas de la Celebración de apertura, nos reunimos de nuevo en el día del Señor, alrededor del Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro, para concluir la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos. En nuestros corazones hay una profunda gratitud a Dios que nos ha donado esta experiencia de verdad extraordinaria, no sólo para nosotros, sino para el bien de la Iglesia, del Pueblo de Dios que vive en las tierras entre el Mediterráneo y Mesopotamia. Como Obispo de Roma, deseo compartir este reconocimiento con vosotros, venerados Padres Sinodales: Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos. Doy las gracias de manera particular al Secretario General, a los cuatro Presidentes Delegados, al Relator General, al Secretario Especial y a todos los colaboradores que, en estos días, han trabajado sin ahorrar esfuerzos. Esta mañana hemos dejado el Aula del Sínodo y hemos venido “al templo para rezar”; por esto, nos atañe directamente la parábola del fariseo y del publicano relatada por Jesús y referida por el evangelista San Lucas (cfr. Lc 18, 9-14). También nosotros podríamos tener la tentación, como el fariseo, de recordar a Dios nuestros méritos, tal vez pensando en el trabajo de estas jornadas. Pero, para subir al Cielo, la oración debe salir de un corazón humilde, pobre. Y, por tanto, también nosotros, al término de este evento eclesial, deseamos ante todo rendir gracias a Dios, no por nuestros méritos, sino por el don que Él no ha hecho. Nos reconocemos pequeños y necesitados de salvación, de misericordia; reconocemos que todo viene de Él y sólo con su Gracia se realizará todo cuanto el Espíritu Santo nos ha dicho. Sólo así podremos “volver a casa” verdaderamente enriquecidos, más justos y más capaces de caminar por las vías del Señor.
La Primera Lectura y el Salmo responsorial insisten en el tema de la oración, subrayando que ésta es más potente en el corazón de Dios cuanto mayor es la condición de necesidad y aflicción de quien la reza. “ La oración del humilde atraviesa las nubes” afirma el Eclesiástico (Si 35,21); y el salmista agrega: “Yahvé está cerca de los desanimados, él salva a los espíritus hundidos” (Sal 34,19). Tenemos presentes a tantos hermanos y hermanas que viven en la región medio-oriental y que se encuentran en situaciones difíciles, a veces muy duras, tanto por los problemas materiales como por el desánimo, el estado de tensión y, a veces, el miedo. La Palabra de Dios hoy nos ofrece también una luz de esperanza consoladora, allí donde presenta la oración, personificada, que “ no desiste hasta que el Altísimo le atiende, juzga a los justos y les hace justicia” (Si 35, 21-22). También este vínculo entre oración y justicia nos hace pensar en tantas situaciones en el mundo, en particular en Oriente Medio. El grito del pobre y del oprimido encuentra inmediato eco en Dios, que quiere intervenir para abrir una vía de salida, para restituir un futuro de liberad, un horizonte de esperanza.
Esta confianza en el Dios cercano, que libera a sus amigos, es la que testimonia el Apóstol Pablo en la epístola hodierna, extraída de la Segunda Epístola a Timoteo. Al ver cercano el final de la vida terrenal, Pablo hace un balance. “He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe” (2 Tm 4, 7). Para cada uno de nosotros, queridos hermanos en el episcopado, este es un modelo que hay que imitar: ¡que la Bondad divina nos conceda hacer nuestro un similar balance! “Pero el Señor, -prosigue Pablo - me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles” (2 Tm 4, 17). ¡Es una palabra que resuena con especial fuerza en este domingo en que celebramos la Jornada Misionera Mundial! Comunión con Jesús crucificado y resucitado, testimonio de su amor. La experiencia del Apóstol es paradigmática para cada cristiano, especialmente para nosotros Pastores. Hemos compartido un momento importante de comunión eclesial. Ahora nos separamos para volver cada uno a su misión, pero sabemos que permanecemos unidos, permanecemos en su amor.
La Asamblea sinodal que hoy se concluye ha tenido presente siempre la imagen de la primera comunidad cristiana, descrita en los Hechos de los Apóstoles: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32). Es una realidad experimentada en los días pasados, durante los cuales hemos compartido las alegrías y los dolores, las preocupaciones y las esperanzas de los cristianos de Oriente Medio. Hemos vivido la unidad de la Iglesia en la variedad de las Iglesias presentes en esa región. Guiados por el Espíritu Santo, nos hemos convertido en “un solo corazón y una sola alma” en la fe, en la esperanza y en la caridad, sobre todo durante las Celebraciones eucarísticas, fuente y culmen de la comunión eclesial, como también en la Liturgia de las Horas, celebrada cada mañana en uno de los 7 ritos católicos de Oriente Medio. Así, hemos valorado la riqueza litúrgica, espiritual y teológica de las Iglesias Orientales Católicas, además de la de la Iglesia Latina. Se ha tratado de un intercambio de dones preciosos, de los cuales se han beneficiado todos los Padres sinodales. Deseamos que esta experiencia positiva se repita también en las respectivas comunidades de Oriente Medio, favoreciendo la participación de los fieles en las celebraciones litúrgicas de los demás ritos católicos y, por lo tanto, la apertura a la dimensión de la Iglesia universal.
La oración común nos ha ayudado también a afrontar los desafíos de la Iglesia Católica en Oriente Medio. Uno de ellos es la comunión en el interior de cada Iglesia sui iuris, así como en las relaciones entre las varias Iglesias Católicas de distintas tradiciones. Como nos ha recordado la hodierna página del Evangelio (cfr. Lc 18, 9-14), necesitamos humildad para reconocer nuestros límites, nuestros errores y nuestras omisiones, con objeto de poder formar verdaderamente “un solo corazón y una sola alma”. Una comunión más plena en el interior de la Iglesia Católica favorece también el diálogo ecuménico con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales. En esta Asamblea Sinodal la Iglesia Católica ha corroborado también su profunda convicción de proseguir este diálogo, con el fin de que se realice cumplidamente la oración del Señor Jesús “para que todos sean uno” (Jn 17,21).
A los cristianos en Oriente Medio se les pueden aplicar las palabras del Señor Jesús: “No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino” (Lc 12,32). En efecto, aunque poco numerosos, ellos son portadores de la Buena Nueva del amor de Dios por el hombre, amor que se reveló precisamente en Tierra Santa en la persona de Jesucristo. Esta Palabra de salvación, reforzada con la gracia de los Sacramentos, resuena con particular eficacia en los lugares en los que, por la divina Providencia, fue escrita, y es la única Palabra capaz de romper el círculo vicioso de la venganza, del odio, de la violencia. De un corazón purificado, en paz con Dios y con el prójimo, pueden nacer propósitos e iniciativas de paz a nivel local, nacional e internacional. A esta obra, a cuya realización está llamada toda la comunidad internacional, los cristianos, ciudadanos de pleno derecho, pueden y deben dar su contribución con el espíritu de las bienaventuranzas, convirtiéndose así en constructores de paz y en apóstoles de reconciliación para el beneficio de toda la sociedad.
Desde hace demasiado tiempo en Oriente Medio perduran los conflictos, las guerras, la violencia, el terrorismo. La paz, que es don de Dios, también es el resultado de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad, de las instituciones nacionales e internacionales, y en particular de los Estados más implicados en la búsqueda de la solución de los conflictos. Nunca debemos resignarnos a la falta de paz. La paz es posible. La paz es urgente. La paz es la condición indispensable para una vida digna de la persona humana y de la sociedad. La paz es también el mejor remedio para evitar la emigración de Oriente Medio. “Invocad la paz sobre Jerusalén” -nos dice el Salmo (122, 6). Oremos por la paz en Tierra Santa. Oremos por la paz en Oriente Medio, esforzándonos para que este don de Dios ofrecido a los hombres de buena voluntad se difunda por el mundo entero.
Otra contribución que los cristianos pueden aportar a la sociedad es la promoción de una auténtica libertad religiosa y de conciencia, uno de los derechos fundamentales de la persona humana que cada Estado debería respetar siempre. En numeroso países de Oriente Medio existe la libertad de culto, pero no pocas veces el espacio de la libertad religiosa es muy limitado. Ampliar este espacio de libertad es una exigencia para garantizar a todos los que pertenecen a las distintas comunidades religiosas la verdadera libertad de vivir y profesar su fe. Este argumento podría ser objeto de diálogo entre los cristianos y los musulmanes, diálogo cuya urgencia y utilidad ha sido ratificada por los Padres sinodales.
Durante los trabajos de la Asamblea se ha subrayado a menudo la necesidad de volver a proponer el Evangelio a las personas que lo conocen poco o que incluso se han alejado de la Iglesia. Se ha evocado muchas veces la urgente necesidad de una nueva evangelización también para Oriente Medio. Se trata de un tema muy extendido, sobre todo en los países de antigua cristianización. También la reciente creación del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización responde a esta profunda exigencia. Por eso, después de haber consultado al episcopado del mundo entero y después de haber escuchado al Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, he decidido dedicar la próxima Asamblea General Ordinaria, en 2012, al siguiente tema: “Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam - La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
¡Queridos hermanos y hermanas de Oriente Medio! Que la experiencia de estos días os asegure que no estáis nunca solos, que os acompañan siempre la Santa Sede y toda la Iglesia, la cual, nacida en Jerusalén, se ha extendido por Oriente Medio y después por el mundo entero. Encomendamos la aplicación de los resultados de la Asamblea Especial para Oriente Medio, así como la preparación de la General Ordinaria, a la intercesión de la Beata Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz. Amén.

[00210-04.03] [NNNNN] [Texto original: italiano]

ANGELUS DOMINI

Después la conclusión de la solemne Concelebración Eucarística en la Basílica de San Pedro, antes de recitar el Ángelus Domini en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas,
Con la solemne celebración de esta mañana en la Basílica de San Pedro se concluyó la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos bajo el tema: “La Iglesia Católica en Oriente Medio: comunión y testimonio”. Este domingo, además, se celebra la Jornada Misionera Mundial que tiene por lema: “La construcción de la comunión eclesial es la clave de la misión”. Sorprende la similitud entre los temas de estos dos acontecimientos eclesiales. Ambos invitan a ver a la Iglesia como misterio de comunión que, por su naturaleza, está destinado a todo el hombre y a todos los hombres. El siervo de Dios, el Papa Pablo VI, afirmaba que la Iglesia “existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa”. (Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 8 diciembre 1975, 14: AAS 68, [1976], p. 13). Por ello, la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en 2012, será dedicada al tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. En cualquier momento y en cualquier lugar- también hoy en Oriente Medio- la Iglesia está presente y actúa para acoger a cada hombre y ofrecerle en Cristo, la plenitud de la vida. Como escribía el teólogo italo-alemán Romano Guardini: “La realidad “Iglesia” implica toda la plenitud del ser cristiano que se desarrolla en la historia, en cuanto ésta comprende la plenitud de lo humano que se relaciona con Dios” (Formación Litúrgica, Brescia 2008, 106-107).
Queridos amigos, en la Liturgia de hoy, leemos el testimonio de San Pablo con relación al premio final que el Señor nos entregará “a todos los que hayan esperado con amor su manifestación” (2 Tm 4,8).  No se trata de una espera inactiva o solitaria, ¡al contrario! El apóstol vivió en comunión con Cristo resucitado para que “se proclamara plenamente el mensaje del Evangelio” y para que “todas las gentes lo escuchasen” (2 Tm 4, 17). La tarea misionera no es revolucionar al mundo sino transfigurarlo, tomando la fuerza de Jesucristo que “nos convoca a la mesa de su Palabra y de la Eucaristía para gustar el don de su Presencia, formarnos en su escuela y vivir cada vez más conscientemente unidos a Él, Maestro y Señor”. (Mensaje para la 84ª Jornada Misionera Mundial). También los cristianos de hoy,  como está escrito en la carta a Diogneto: “muestran, que la vida es maravillosa y extraordinaria su vida en común. Transcurren su tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes. Se los mata y en ello se les da la vida. Incluso haciendo el bien, son perseguidos y cada día son más numerosos.” (Cfr. V, 4.9.12.16; VI, 9 [SC 33], Paris 1951, 62-66).
A la Virgen María que de Jesús Crucificado recibió la nueva misión de ser Madre de todos aquellos que desean creer en Él y seguirlo, encomendamos las comunidades cristianas de Oriente Medio y a todos los misioneros del Evangelio.

Después de recitar el Ángelus Domini, el Papa ha dicho:

[En francés] En este día termina también la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos. Los invito a rezar por todos los pueblos de esta región, pidiéndole al Señor que suscite,  en todos los rincones del mundo, hombres y mujeres de paz y reconciliación.

[En inglés] Te damos gracias Señor por las bendiciones recibidas durante la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, que concluyó esta mañana en la Basílica de San Pedro.



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