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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA CONFEDERACIÓN DE COFRADÍAS DE LAS DIÓCESIS DE ITALIA

Sala del Consistorio
Lunes, 16 de enero de 2023

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Queridos hermanos y hermanas, buenos días y ¡bienvenidos!

Me alegra encontraros. Doy las gracias al presidente, doctor Rino Bisignano, y a monseñor Michele Pennisi, asistente eclesiástico nacional, como también a los miembros del Consejo directivo de la Confederación de las Cofradías de las diócesis de Italia, a los coordinadores y a los asistentes regionales aquí presentes.

Fundada en el 2000, en el contexto del gran Jubileo, vuestra Confederación trabaja desde hace ya más de 20 años para acoger, sostener y coordinar la riquísima y variada presencia de las Cofradías en las diócesis de Italia. Ahora os preparáis para celebrar, dentro de dos años, vuestro 25º aniversario en el contexto de otro Jubileo, el de 2025, que tiene como lema “Peregrinos de esperanza”. Nos estamos preparando para este momento fuerte de la vida de la Iglesia, y vosotros sois una realidad muy significativa para esta preparación y después para la celebración.

Lo sois en primer lugar por la amplia presencia que tenéis sobre el territorio nacional y por la cantidad de personas que involucráis, con cerca de tres mil doscientas Cofradías inscritas —y muchas otras existentes y no inscritas— y dos millones de miembros; y a estos se añade la comunidad extendida de familiares y amigos que a través de ellos se unen a vuestra actividad. Es un cuadro impresionante, que trae a la mente lo que dice el Concilio Vaticano II, a propósito de la naturaleza y de la misión de los laicos en la Iglesia, y esto es que ellos «están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento» (Const. dogm. Lumen gentium, 31).

Vuestro “fermento”, vuestra levadura está bien presente en el tejido eclesial y social italiano, y debe ser mantenido vivo, para que pueda hacer fermentar toda la masa. Lo recomendaba san Juan Pablo II cuando decía: «Hoy la urgencia de la evangelización exige que también las Cofradías participen más intensa y directamente en la obra que la Iglesia realiza para llevar la luz, la redención, la gracia de Cristo a los hombres de nuestro tiempo» (Jubileo de las Cofradías, 1 de abril de 1984). En el contexto de la nueva evangelización, la piedad popular constituye de hecho una poderosa fuerza de anuncio, que tiene mucho que ofrecer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 126). Aquí me refiero a la Evangelii gaudium  126. Pero sobre la piedad popular, el que sigue siendo el texto más fuerte, que ayuda mucho, es el de san Pablo VI, en la Evangelii nuntiandi. Conviene volver siempre a ese texto, que ha aclarado bien el lugar de la piedad popular en la vida de la Iglesia. La Evangelii nuntiandi sigue siendo actual: esa es una exhortación apostólica profética, que ayuda, ¡que hace ir adelante!

Por eso os animo a cultivar con empeño creativo y dinámico vuestra vida asociativa y vuestra presencia caritativa, que se fundan en el don del bautismo y que conllevan un camino de crecimiento bajo la guía del Espíritu Santo. Dejaos animar por el Espíritu y caminad: como hacéis en las procesiones, hacedlo así en toda vuestra vida de comunidad. La riqueza y la memoria de vuestra historia no se deben convertir nunca en motivo de repliegue sobre vosotros mismos, de celebración nostálgica del pasado, de cierre hacia el presente o de pesimismo por el futuro; sean más bien estímulo fuerte para reinvertir hoy vuestro patrimonio espiritual, humano, económico, artístico, histórico y también folclórico, abiertos a los signos de los tiempos y a las sorpresas de Dios. Es con esta fe y con esta apertura que quien os ha precedido dio origen a vuestras fraternidades. Sin esta fe y esta apertura, nosotros hoy no nos encontraríamos aquí, tan numerosos, a dar gracias al Señor por tanto bien recibido y cumplido. ¡Con tantas cofradías!

Quisiera además invitaros a articular vuestro camino según tres líneas fundamentales: evangelicidad, eclesialidad y misionariedad. Esta indicación la resumiría así:

— caminar tras las huellas de Cristo;

— caminar juntos;

— caminar anunciando el Evangelio.

En primer lugar, caminar tras las huellas de Cristo. Os exhorto a cultivar la centralidad de Cristo en vuestra vida, en la escucha cotidiana de la Palabra de Dios. Esto es muy importante: la cercanía al Evangelio. Nosotros debemos leer todos los días el Evangelio. Os lo aconsejo: tomad un libro del Evangelio de bolsillo, llevadlo en el bolsillo o en el bolso y después cuando tengáis un poco de tiempo, leed algo durante el día. Un pequeño fragmento todos los días. El Evangelio hace crecer, hace crecer el corazón. Contacto físico con el Evangelio y después contacto espiritual. Os exhorto, por tanto, a cultivar la centralidad de Cristo, organizando y participando regularmente en momentos formativos, en la asistencia asidua a los sacramentos, en una intensa vida de oración personal y litúrgica. Vuestras antiguas tradiciones litúrgicas y devocionales estén animadas por una vida espiritual intensa, con fervor, y por el compromiso concreto de la caridad. Y no tengáis miedo de actualizarlas en comunión con el camino de la Iglesia, para que puedan ser un don accesible y comprensible para todos, en los contextos en los que vivís y trabajáis, y un estímulo a acercarse a la fe también para los alejados.

Segundo: caminar juntos. La historia de las Cofradías ofrece a la Iglesia una experiencia secular de sinodalidad, que se expresa a través de instrumentos comunitarios de formación, de discernimiento y de deliberación, y a través de un contacto vivo con la Iglesia local, con los obispos y con las diócesis. Vuestros consejos y vuestras asambleas —como os pidió el amado Papa Benedicto XVI— no se reduzcan nunca a encuentros puramente administrativos o particularistas (cfr. Discurso a la Confederación de cofradías de las diócesis de Italia, 10 de noviembre de 2007); sean siempre y antes que nada lugares de escucha de Dios y de la Iglesia, de diálogo fraterno, caracterizado por un clima de oración y de caridad sincera. Solo así podrán ayudaros a ser realidades vivas y a encontrar nuevas vías de servicio y de evangelización.

Y esto nos lleva a la tercera dimensión de vuestro camino: caminar anunciando el Evangelio, testimoniando vuestra fe y cuidando de los hermanos, especialmente de las nuevas pobrezas de nuestro tiempo, como muchos de vosotros habéis demostrado en este tiempo de pandemia. Estudiad bien cuáles son las nuevas pobrezas. Nosotros quizá no conocemos, pero hay muchas, las nuevas pobrezas. La historia de las cofradías tiene en este sentido un gran patrimonio carismático. ¡No dejéis decaer esta herencia! Mantened vivo el carisma del servicio y de la misión, respondiendo con creatividad y valentía a las necesidades de nuestro tiempo.

Evangelicidad, eclesialidad y misión: estas son, queridos hermanos y hermanas, las tres palabras que os encomiendo hoy. Y quisiera concluir renovándoos la invitación a ser «misioneros del amor y de la ternura de Dios […] misioneros de la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, nos espera siempre y nos ama tanto» (Homilía en la Jornada de las Cofradías y de la piedad popular, 5 de mayo de 2013).

Que la Virgen, que con tantas advocaciones veneráis como vuestra Madre, os custodie y os guía siempre. Os bendigo de corazón a vosotros, a todos los cofrades y a vuestras familias. Y os pido: no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.



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