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  LA BASÍLICA

 LA TUMBA DEL APÓSTOL
 

LA TUMBA
 

Pablo llegó a Roma en el 61, para ser juzgado. Fue decapitado
[1] entre el 65 y el 67, y su cuerpo enterrado a dos millas del lugar del martirio, en el área sepulcral que la cristiana Lucina poseía en la Vía Ostiense que formaba parte de un antiguo cementerio[2]. Fue posible enterrar al apóstol Pablo en una necrópolis romana, aun siendo cristiano, en cuanto ciudadano romano. Su tumba fue enseguida objeto de veneración, y sobre ella se edificó una cella memoriae o tropaeum, donde, durante estos siglos de persecución, iban a rezar los fieles y los peregrinos, sacando fuerzas para continuar la evangelización del gran misionero[3].

LA LÁPIDA
 

A 1,37 metros debajo del actual Altar papal, una lápida de mármol (2,12 m. x 1,27 m.) lleva la inscripción PAULO APOSTOLO MART….Esta formada por varias piezas. La que lleva el nombre PAULO posee tres agujeros, uno redondo y dos cuadrados
[4].

EL SARCÓFAGO
 

Sobre un sarcófago macizo de 2,55 m. de largo por 1,25 m. de ancho y 0,97 m. de altura fueron edificados los sucesivos “altares de la Confesión”. Durante las últimas obras se abrió un hueco debajo del Altar papal para que los fieles puedan ver la tumba del Apóstol.


1) Fuera de las murallas aurelianas, en la Vía Ostiense, sin duda alguna en Aquas Salvias.
2) Las excavaciones han confirmado la presencia de un cementerio debajo de la Basílica y a su alrededor nichos y fosas para los pobres y los esclavos liberados.
3) El presbítero Gayo, “que vivía bajo Ceferino, obispo de los romanos desde el 199 al 217”, citado por Eusebio en el siglo III, fue el primero que refirió que había visto la memoria de los dos Apóstoles: “Yo puedo mostrar -escribía a Proclus- los trofeos (monumentos funerarios) de los Apóstoles. Si tienen a bien ir al Vaticano o al camino que lleva a Ostia, hallarán los trofeos de aquéllos que han fundado la Iglesia de Roma”.
4) El agujero redondo, que no altera la inscripción, es sin duda alguna contemporáneo, empalma con un pequeño conducto unido a la tumba y recuerda el uso romano, posteriormente también cristiano, de verter perfumes en las tumbas. Esta lápida de los siglos IV - V atestigua verosímilmente un culto anterior a la gran construcción del 386.

 
 

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