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1.âL
a
alegrÃa
del
E
vangelio
llena el co-
razón y la vida entera de los que se encuentran
con Jesús. Quienes se dejan salvar por Ãl son li-
berados del pecado, de la tristeza, del vacÃo inte-
rior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace
y renace la alegrÃa. En esta Exhortación quiero
dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a
una nueva etapa evangelizadora marcada por esa
alegrÃa, e indicar caminos para la marcha de la
Iglesia en los próximos años.
I.âA
legrÃa que
se
renueva
y
se
comunica
2.âEl gran riesgo del mundo actual, con su
múltiple y abrumadora oferta de consumo, es
una tristeza individualista que brota del corazón
cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de
placeres superficiales, de la conciencia aislada.
Cuando la vida interior se clausura en los propios
intereses, ya no hay espacio para los demás, ya
no entran los pobres, ya no se escucha la voz de
Dios, ya no se goza la dulce alegrÃa de su amor,
ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los
creyentes también corren ese riesgo, cierto y per-
manente. Muchos caen en él y se convierten en
seres resentidos, quejosos, sin vida. Ãsa no es la
opción de una vida digna y plena, ése no es el
deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida