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gozo salvÃfico. Me llena de vida releer este texto:
« Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador.
Ãl exulta de gozo por ti, te renueva con su amor,
y baila por ti con gritos de júbilo » (3,17).
Es la alegrÃa que se vive en medio de las pe-
queñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta
a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios:
«Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate
bien [â¦] No te prives de pasar un buen dÃa » (
Si
14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye de-
trás de estas palabras!
5.âEl Evangelio, donde deslumbra gloriosa la
Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegrÃa.
Bastan algunos ejemplos: «Alégrate » es el saludo
del ángel a MarÃa (
Lc
1,28). La visita de MarÃa a
Isabel hace que Juan salte de alegrÃa en el seno de
su madre (cf.
Lc
1,41). En su canto MarÃa procla-
ma: «Mi espÃritu se estremece de alegrÃa en Dios,
mi salvador » (
Lc
1,47). Cuando Jesús comienza
su ministerio, Juan exclama: «Ãsta es mi alegrÃa,
que ha llegado a su plenitud » (
Jn
3,29). Jesús
mismo « se llenó de alegrÃa en el EspÃritu Santo »
(
Lc
10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os
he dicho estas cosas para que mi alegrÃa esté en
vosotros, y vuestra alegrÃa sea plena » (
Jn
15,11).
Nuestra alegrÃa cristiana bebe de la fuente de su
corazón rebosante. Ãl promete a los discÃpulos:
«Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se conver-
tirá en alegrÃa » (
Jn
16,20). E insiste: «Volveré a
veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os
podrá quitar vuestra alegrÃa » (
Jn
16,22). Des-
pués ellos, al verlo resucitado, « se alegraron » (
Jn