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20,20). El libro de los Hechos de los Apóstoles
cuenta que en la primera comunidad « tomaban el
alimento con alegrÃa » (2,46). Por donde los dis-
cÃpulos pasaban, habÃa « una gran alegrÃa » (8,8),
y ellos, en medio de la persecución, « se llenaban
de gozo » (13,52). Un eunuco, apenas bautizado,
« siguió gozoso su camino » (8,39), y el carcelero
« se alegró con toda su familia por haber creÃdo
en Dios » (16,34). ¿Por qué no entrar también no-
sotros en ese rÃo de alegrÃa?
6.âHay cristianos cuya opción parece ser la de
una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la
alegrÃa no se vive del mismo modo en todas las
etapas y circunstancias de la vida, a veces muy
duras. Se adapta y se transforma, y siempre per-
manece al menos como un brote de luz que nace
de la certeza personal de ser infinitamente ama-
do, más allá de todo. Comprendo a las personas
que tienden a la tristeza por las graves dificulta-
des que tienen que sufrir, pero poco a poco hay
que permitir que la alegrÃa de la fe comience a
despertarse, como una secreta pero firme con-
fianza, aun en medio de las peores angustias:
«Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la di-
cha [â¦] Pero algo traigo a la memoria, algo que
me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha
acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana
tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad!
[â¦] Bueno es esperar en silencio la salvación del
Señor » (
Lm
3,17.21-23.26).