Lumen Fidei - page 3

3
1. L
a
luz
de
la
fe
: la tradición de la Iglesia ha
indicado con esta expresión el gran don traído
por Jesucristo, que en el Evangelio de san Juan
se presenta con estas palabras: «Yo he venido
al mundo como luz, y así, el que cree en mí no
quedará en tinieblas » (
Jn
12,46). También san Pa-
blo se expresa en los mismos términos: « Pues el
Dios que dijo: “Brille la luz del seno de las tinie-
blas”, ha brillado en nuestros corazones » (
2 Co
4,6). En el mundo pagano, hambriento de luz, se
había desarrollado el culto al Sol, al
Sol invictus,
invocado a su salida. Pero, aunque renacía cada
día, resultaba claro que no podía irradiar su luz
sobre toda la existencia del hombre. Pues el sol
no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden
llegar hasta las sombras de la muerte, allí donde
los ojos humanos se cierran a su luz. «No se ve
que nadie estuviera dispuesto a morir por su fe en
el sol »,
1
decía san Justino mártir. Conscientes del
vasto horizonte que la fe les abría, los cristianos
llamaron a Cristo el verdadero sol, « cuyos rayos
dan la vida ».
2
A Marta, que llora la muerte de su
hermano Lázaro, le dice Jesús: « ¿No te he dicho
que si crees verás la gloria de Dios? » (
Jn
11,40).
Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo
1
Dialogus cum Tryphone Iudaeo,
121, 2:
PG
6, 758.
2
  C
lemente de
A
lejandría
,
Protrepticus,
IX:
PG
8, 195.
1,2 4,5,6,7,8,9,10,11,12,13,...88
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