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término
âÂÂemûnah
puede significar tanto la fideli-
dad de Dios como la fe del hombre. El hombre
fiel recibe su fuerza confiándose en las manos de
Dios. Jugando con las dos acepciones de la pala-
bra âÂÂpresentes también en los correspondientes
términos griego (
pistós
) y latino (
fidelis
)âÂÂ, san Ci-
rilo de Jerusalén ensalza la dignidad del cristiano,
que recibe el mismo calificativo que Dios: ambos
son llamados « fieles ».
8
San AgustÃn lo explica asÃ:
«El hombre es fiel creyendo a Dios, que promete;
Dios es fiel dando lo que promete al hombre ».
9
11.âÂÂUn último aspecto de la historia de Abrahán
es importante para comprender su fe. La Palabra
de Dios, aunque lleva consigo novedad y sorpre-
sa, no es en absoluto ajena a la propia experiencia
del patriarca. Abrahán reconoce en esa voz que
se le dirige una llamada profunda, inscrita desde
siempre en su corazón. Dios asocia su promesa a
aquel «âÂÂlugar » en el que la existencia del hombre
se manifiesta desde siempre prometedora: la pa-
ternidad, la generación de una nueva vida: « Sara
te va a dar un hijo; lo llamarás Isaac » (
Gn
17,19).
El Dios que pide a Abrahán que se fÃe totalmente
de él, se revela como la fuente de la que proviene
toda vida. De esta forma, la fe se pone en rela-
ción con la paternidad de Dios, de la que procede
la creación: el Dios que llama a Abrahán es el
Dios creador, que «âÂÂllama a la existencia lo que
no existe » (
Rm
4,17), que « nos eligió antes de la
8
âÂÂCf.
Catechesis
V, 1:
PG
33, 505A.
9
In Psal.
32, II, s. I, 9:
PL
36, 284
.