Lumen Fidei - page 16

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rostro que no es un rostro ».
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En lugar de te-
ner fe en Dios, se prefiere adorar al ídolo, cuyo
rostro se puede mirar, cuyo origen es conocido,
porque lo hemos hecho nosotros. Ante el ídolo,
no hay riesgo de una llamada que haga salir de
las propias seguridades, porque los ídolos « tie-
nen boca y no hablan » (
Sal
115,5). Vemos en-
tonces que el ídolo es un pretexto para ponerse
a sí mismo en el centro de la realidad, adorando
la obra de las propias manos. Perdida la orienta-
ción fundamental que da unidad a su existencia,
el hombre se disgrega en la multiplicidad de sus
deseos; negándose a esperar el tiempo de la pro-
mesa, se desintegra en los múltiples instantes de
su historia. Por eso, la idolatría es siempre poli-
teísta, ir sin meta alguna de un señor a otro. La
idolatría no presenta un camino, sino una multi-
tud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y
forman más bien un laberinto. Quien no quiere
fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las vo-
ces de tantos ídolos que le gritan: « Fíate de mí ».
La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo
opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos
para volver al Dios vivo, mediante un encuentro
personal. Creer significa confiarse a un amor mi-
sericordioso, que siempre acoge y perdona, que
sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta
poderoso en su capacidad de enderezar lo torci-
do de nuestra historia. La fe consiste en la dispo-
nibilidad para dejarse transformar una y otra vez
10
 M. B
uber
,
Die Erzählungen der Chassidim
, Zürich 1949, 793.
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