Lumen Fidei - page 26

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recibe en cierto modo la visión propia de Jesús.
Sin esta conformación en el Amor, sin la presen-
cia del Espíritu que lo infunde en nuestros cora-
zones (cf.
Rm
5,5), es imposible confesar a Jesús
como Señor (cf.
1 Co
12,3).
La forma eclesial de la fe
22. De este modo, la existencia creyente se
convierte en existencia eclesial. Cuando san Pa-
blo habla a los cristianos de Roma de que todos
los creyentes forman un solo cuerpo en Cristo,
les pide que no sean orgullosos, sino que se esti-
men « según la medida de la fe que Dios otorgó a
cada cual » (
Rm
12,3). El creyente aprende a verse
a sí mismo a partir de la fe que profesa: la figura
de Cristo es el espejo en el que descubre su pro-
pia imagen realizada. Y como Cristo abraza en sí
a todos los creyentes, que forman su cuerpo, el
cristiano se comprende a sí mismo dentro de este
cuerpo, en relación originaria con Cristo y con
los hermanos en la fe. La imagen del cuerpo no
pretende reducir al creyente a una simple parte
de un todo anónimo, a mera pieza de un gran en-
granaje, sino que subraya más bien la unión vital
de Cristo con los creyentes y de todos los cre-
yentes entre sí (cf.
Rm
12,4-5). Los cristianos son
« uno » (cf.
Ga
3,28), sin perder su individualidad,
y en el servicio a los demás cada uno alcanza has-
ta el fondo su propio ser. Se entiende entonces
por qué fuera de este cuerpo, de esta unidad de
la Iglesia en Cristo, de esta Iglesia que —según la
expresión de Romano Guardini— « es la porta-
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