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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

II ASAMBLEA ESPECIAL PARA ÁFRICA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
4-25 de OCTUBRE 2009

La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz.
"Vosotros sois la sal de la tierra ... Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13,14)


Este Boletín es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico.
Las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

34 - 25.10.2009

RESUMEN

- ALMUERZO FRATERNO CON EL SANTO PADRE
- CAPILLA PAPAL PRESIDIDA POR EL SANTO PADRE PARA LA CLAUSURA DE LA II ASAMBLEA ESPECIAL PARA ÁFRICA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
- ANGELUS DOMINI

ALMUERZO FRATERNO CON EL SANTO PADRE

- PALABRAS DEL SANTO PADRE

Después de haber participado en la Vigésima Congregación General durante la cual se votaron y se aprobaron las Propuestas, el sábado 24 de octubre de 2009, a las 13:00 de la tarde, el Papa ha almorzado con los Padres Sinodales y los Participantes del Sínodo de los Obispos, en el vestíbulo del Aula Pablo VI, en el Vaticano. Al final se ha despedido de los presentes con las palabras que publicamos a continuación.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Queridos hermanos y hermanas:
Ahora es el momento de decir gracias. Gracias ante todo al Señor que nos ha convocado, nos ha reunido, nos ha ayudado a escuchar su Palabra, la voz del Espíritu Santo, y así nos ha dado también la posibilidad de encontrar el camino de la unidad en la multiplicidad de las experiencias, la unidad de la fe y la comunión en el Señor. Por eso la expresión "Iglesia-Familia de Dios" no es sólo un concepto, una idea, sino que es una experiencia vivida durante estas semanas: realmente hemos estado reunidos, aquí, como Familia de Dios. También hemos hecho, con la ayuda del Señor, un buen trabajo.
El tema, de por sí, no era un reto fácil; contenía dos peligros, diría. El tema "Reconciliación, justicia y paz" contiene sin duda una importante dimensión política, aunque es evidente que la reconciliación, la justicia y la paz non son posibles sin una profunda purificación del corazón, sin una renovación del pensamiento, una metanoia, sin una novedad que debe salir precisamente del encuentro con Dios. Pero aunque esta dimensión espiritual es profunda y fundamental, también la dimensión política es muy real, porque sin realizaciones políticas, estas novedades del Espíritu no se suelen producir. Por eso la tentación podía ser la de politizar el tema, de hablar menos como pastores y más como políticos, con una competencia, por tanto, que no es la nuestra.
El otro peligro ha sido - precisamente para evitar esta tentación - el de retirase en un mundo puramente espiritual, en un mundo abstracto y bello, pero no realista. El discurso de un pastor, en cambio, tiene que ser realista, tiene que tocar la realidad, pero en la perspectiva de Dios y de su Palabra. Así pues, el término medio supone, por un lado, estar realmente unidos a la realidad, procurando hablar de lo que hay, y, por otro, no caer en soluciones técnicamente políticas; lo que significa decir una palabra concreta, pero espiritual. Este era el gran problema del Sínodo y me parece que, gracias a Dios, hemos conseguido resolverlo, lo cual para mi es también motivo de gratitud porque facilita mucho la elaboración del documento postsinodal.
Ahora querría volver a los agradecimientos. Doy las gracias sobre todo a los presidentes delegados, que han moderado, con gran "autoridad" y también con alegría, las sesiones del Sínodo. Doy las gracias a los relatores: también ahora hemos visto, y tocado - por decirlo de alguna forma - con la mano, que ellos han llevado el mayor peso del trabajo, han trabajado por la noche y también el domingo, han trabajado durante la comida y ahora se merecen realmente un gran aplauso por nuestra parte.
Puedo comunicar aquí que he decidido nombrar al cardenal Turkson nuevo Presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, sucesor del cardinal Martino. Gracias, Eminencia, por haber aceptado; nos alegra mucho tenerle dentro de poco entre nosotros. Gracias también a todos los Padres, a los Delegados Fraternos, a los Oyentes, a los Expertos y gracias sobre todo a los traductores porque tienen un papel en la trama de "crear Pentecostés". Pentecostés significa entenderse recíprocamente; sin traductores faltaría este puente de comprensión. ¡Gracias! Y gracias sobre todo también al Secretario general, a su equipo, que nos ha guiado y ha organizado silenciosamente muy bien todo.
El Sínodo se acaba y no se acaba, no sólo porque el trabajo sigue adelante con la Exhortación Postsinodal: Synodos significa camino común. Permanezcamos en el común camino con el Señor, precedamos al Señor para prepararle el camino, para ayudarle y abrirle las puertas del mundo para que pueda crear su Reino entre nosotros. Con este fin os doy a todos vosotros mi Bendición. Recemos ahora la oración de acción de gracias por el almuerzo.

[00343-04.03] [00000] [Texto original: italiano]

Al final del Almuerzo el Santo Padre ha comunicado que ha nombrado Presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz a S.Em. Card. Peter Kodwo Appiah TURKSON, Arzobispo de Cape Coast (GHANA), Relator General de la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos.

CAPILLA PAPAL PRESIDIDA POR EL SANTO PADRE PARA LA CLAUSURA DE LA II ASAMBLEA ESPECIAL PARA ÁFRICA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

- HOMILÍA DEL SANTO PADRE

A las 10:00 de esta mañana, 25 de octubre de 2009, XXX domingo del tiempo ordinario, en la Basílica Vaticana, sobre la tumba del apóstol Pedro, el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido la Celebración de la Eucaristía con los Padres Sinodales, para clausurar la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, que se ha celebrado en el Aula del Sínodo en el Vaticano desde el 4 de octubre de 2009, sobre el tema “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz “Vosotros sois la sal de la tierra...Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 13.14)”.

Han concelebrado junto al Papa 239 Padres sinodales, otros Partecipantes y colaboradores, de los cuales 33 eran Cardenales, 75 Arzobispos, 120 Obispos y otros 8 Presbíteros (8 Padres Sinodales, 5 miembros de la Secretaría General, 4 Oyentes, 15 Expertos, 2 Encargados de Prensa, 25 Asistentes y 3 Traductores). En total los Concelebrantes han sido 294.

Mientras el Santo Padre y los Concelebrantes se dirigían hacia el Altar, se ha ejecutado el canto en Igbo “Enwere m anuri” (“Qué alegría”) y el Salmo 46 “Iubilate Deo”.

Han subido al Altar para la Oración Eucarística los Presidentes Delegados S.Em. Card. Francis ARINZE, Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (CIUDAD DEL VATICANO), S.Em. Card. Wilfrid Fox NAPIER, O.F.M., Arzobispo de Durban (SUDÁFRICA) y S.Em. Card. Théodore-Adrien SARR, Arzobispo de Dakar (SENEGAL); el Relator General S.Em. Card. Peter Kodwo Appiah TURKSON, Arzobispo de Cape Coast (GHANA); el Secretario General S.E.R. Mons. Nikola ETEROVIĆ (CIUDAD DEL VATICANO); los Secretarios Especiales S.E.R. Mons. Damião António FRANKLIN, Arzobispo de Luanda (ANGOLA) y S.E.R. Mons. Edmond DJITANGAR, Obispo de Sarh (CHAD).

La Primera lectura ha sido pronunciada en portugués, el Salmo responsorial en italiano y la Segunda lectura en inglés. El Evangelio ha sido proclamado en latín. La Oración de los fieles ha sido pronunciada en francés, Kikongo, Malagasy, Swahili e Igbo. Durante el rito del Ofertorio se ha cantado en lengua Yoruba, “Tewo gbebowa” (“Recibe nuestro sacrificio”); el Cordero de Dios se ha cantado en lengua Efik, “Eyen eron”. Los cantos de comunión han sido el Salmo 118, en latín, y “Munzo ya” (“Señor estamos aquí”), en lengua Hausa. Como conclusión, el “Ave Maria” en lengua Igbo y una letanía en lengua Ge’ez.

Durante el Sagrado Rito, después de la proclamación del Evangelio, el Santo Padre ha pronunciado la Homilía que publicamos a continuación.

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

¡Venerados hermanos!
¡Queridos hermanos y hermanas!

He aquí un mensaje de esperanza para África: lo acabamos de escuchar de la Palabra de Dios. Es el mensaje que el Señor de la historia no se cansa de renovar para la humanidad oprimida y derrotada de cada época y de cada tierra, desde cuando reveló a Moisés cuál era su voluntad respecto de los israelitas esclavos en Egipto: “He visto la aflicción de mi pueblo… he escuchado el clamor… conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo… y para subirlo a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel” (Ex 3,7-8). ¿Qué tierra es esa? ¿Acaso no es el Reino de la reconciliación, de la justicia y de la paz, a la que está llamada toda la humanidad? El designio de Dios no cambia. Es el mismo que profetizó Jeremías, en los magníficos oráculos denominados “Libro de la consolación”, de donde se ha tomado la primera lectura de hoy. Es un anuncio de esperanza para el pueblo de Israel, postrado por la invasión del ejército de Nabucodonosor, por la devastación de Jerusalén y del Templo, y por la deportación a Babilonia. Un mensaje de alegría para el “resto” de los hijos de Jacob, que anuncia un futuro para ellos, porque el Señor los llevará de nuevo a su tierra, por un camino recto y llano. Las personas que necesitan apoyo, como el ciego y el cojo, la mujer embarazada y la parturienta, experimentarán la fuerza y la ternura del Señor: Él es un Padre para Israel, dispuesto a cuidar de él como del primogénito (cf. Jr 31,7-9).

El designio de Dios no cambia. A lo largo de los siglos y los cambios de la historia, El siempre apunta a la misma meta: el Reino de la libertad y de la paz para todos. Esto conlleva su predilección por todos los que se ven privados de libertad y de paz, por todos los que ven violada su dignidad de personas humanas. Pensemos especialmente en los hermanos y hermanas que en África sufren la pobreza, enfermedades, injusticias, guerras y violencias, o migraciones forzadas. Estos hijos predilectos del Padre celestial son como el mendigo ciego del Evangelio, Bartimeo, que “estaba sentado junto al camino” (Mc 10,46), a las puertas de Jericó. Precisamente por ese camino pasa Jesús el Nazareno. Es el camino que lleva a Jerusalén, donde se consumará la Pascua, su Pascua sacrifical, que el Mesías acepta por nosotros. Es el camino de su éxodo que también es el nuestro: el único camino que lleva a la tierra de la reconciliación, de la justicia y de la paz. En ese camino el Señor encuentra a Bartimeo, que había perdido la vista. Sus caminos se cruzan, se convierten en un único camino. “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!”, grita el ciego con confianza. Replica Jesús: “Llamadle”, y añade: “¿Qué quieres que te haga?”. Dios es la luz y el creador de la luz. El hombre es hijo de la luz, hecho para ver la luz, pero ha perdido la vista, y se ve obligado a mendigar. A su lado pasa el Señor, que se ha hecho mendigo por nosotros: sediento de nuestra fe y de nuestro amor. “¿Qué quieres que te haga?”. Dios lo sabe, pero pregunta; quiere que el hombre hable. Quiere que el hombre se levante, que recupere la valentía para pedir lo que le corresponde por su dignidad. El Padre quiere oír de boca del hijo la libre voluntad de volver a ver la luz, esa luz para la cual lo ha creado. “Rabbuní, ¡que vea!”. Y Jesús le dice: “Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino” (Mc 10,51-52).

Queridos Hermanos, demos gracias porque este “misterioso encuentro entre nuestra pobreza y la grandeza” de Dios se ha realizado también en la Asamblea sinodal para África que hoy se concluye. Dios ha renovado su llamada: “¡Ten confianza! Levántate” (Mc 10, 49). Y también la Iglesia que está en África, a través de sus Pastores, venidos de todos los países del Continente, de Madagascar y de las demás islas, ha acogido el mensaje de esperanza y la luz para caminar en la vía que conduce al Reino de Dios. “Vete, tu fe te ha salvado” (Mc 10, 52). Sí, la fe en Jesucristo – cuando es bien comprendida y practicada – guía a los hombres y a los pueblos a la libertad en la verdad o, para utilizar las tres palabras del tema sinodal, a la reconciliación, a la justicia y a la paz. Bartimeo que, curado, sigue a Jesús por el camino, es la imagen de la humanidad que, iluminada por la fe, se pone en camino hacia la tierra prometida. A su vez, Bartimeo se vuelve testigo de la luz, contando y demostrando en primera persona que ha sido curado, renovado, regenerado. Esto es la Iglesia en el mundo: comunidad de personas reconciliadas, operadores de justicia y de paz; “sal y luz” en medio a la sociedad de los hombres y de las naciones. Por esto el Sínodo ha confirmado con énfasis – y lo ha manifestado – que la Iglesia es Familia de Dios, en la que no pueden subsistir divisiones de base étnica, lingüística o cultural. Testimonios conmovedores nos han mostrado que, aun en los momentos más oscuros de la historia humana, el Espíritu Santo actúa y transforma los corazones de las víctimas y de los perseguidores para que se reconozcan hermanos. La Iglesia reconciliada es una potente levadura para la reconciliación en cada país y en todo el Continente africano.

La segunda lectura nos ofrece una perspectiva más: la Iglesia, comunidad que sigue a Cristo en el camino del amor, tiene una forma sacerdotal. La categoría del sacerdocio, come llave interpretativa del misterio de Cristo y, por consiguiente, de la Iglesia, ha sido introducida en el Nuevo Testamento por el Autor de la Carta a los Hebreos. Su intuición tiene origen en el Salmo 110, citado en el fragmento de hoy, allá donde el Señor Dios, con solemne juramento, asegura al Mesías: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.(v. 4). Referencia que evoca otra, extraída del Salmo 2, en el que el Mesías anuncia el decreto del Señor que dice de Él: “Tú eres mi hijo; yo te engendré hoy” (v. 7). De estos escritos deriva la atribución a Jesucristo del carácter sacerdotal, no en sentido genérico, sino “según el orden de Melquisedec”, es decir, el sacerdocio sumo y eterno, de origen no humano sino divino. Si cada sumo sacerdote “es tomado de entre los hombres y es constituido para servicio a favor de los hombres delante de Dios” (Hb 5, 1), solo Él, Cristo, el Hijo de Dios, posee un sacerdocio que se identifica con su misma Persona, un sacerdocio singular y trascendente, del que depende la salvación universal. Este sacerdocio suyo, Cristo lo ha transmitido a la Iglesia mediante el Espíritu Santo; por tanto la Iglesia tiene en sí misma, en cada uno de sus miembros, por medio del Bautismo, un carácter sacerdotal. Pero – y aquí reside un aspecto decisivo – el sacerdocio de Jesucristo ya no es primariamente ritual, sino existencial. La dimensión del rito no es abolida, sino, como aparece claramente en la institución de la Eucaristía, toma su significado del Misterio pascual, que lleva al cumplimiento los sacrificios antiguos y les supera. Nacen así, contemporáneamente, un nuevo sacrificio, un nuevo sacerdocio y también un nuevo templo, coincidiendo los tres con el Misterio de Jesucristo. Unida a Él, a través de los Sacramentos, la Iglesia prolonga su acción salvífica, permitiendo a los hombres volver a curarse mediante la fe, como el ciego Bartimeo. Así la Comunidad eclesial, tras las huellas de su Maestro y Señor, es llamada a recorrer con decisión el camino del servicio, a compartir hasta el final la condición de los hombres y de las mujeres de su tiempo, para dar testimonio a todos del amor de Dios y así sembrar la esperanza.

Queridos amigos, la Iglesia transmite este mensaje de salvación conjugando siempre la evangelización y la promoción humana. Pensemos, por ejemplo, en la histórica Encíclica Populorum progressio: lo que el Siervo de Dios Pablo VI elaboró en términos de reflexión, los misioneros lo han puesto en práctica y lo siguen haciendo, promoviendo un desarrollo respetuoso de la culturas locales y del ambiente, según un lógica que ahora, después de más de 40 años, parece la única capaz de sacar a los pueblos africanos de la esclavitud, del hambre y de las enfermedades. Esto significa transmitir el anuncio de la esperanza de “forma sacerdotal”, es decir, viviendo en primera persona el Evangelio, e intentando traducirlo en proyectos y obras coherentes con el principio dinámico fundamental, que es el amor. Durante estas tres semanas, la segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos ha confirmado lo que mi venerado predecesor Juan Pablo II ya había precisado bien, y sobre lo que yo también he querido profundizar en la reciente Encíclica Caritas in veritate: esto es, hay que renovar el modelo de desarrollo global, de manera que sea capaz de “incluir a todos los pueblos, y no solamente a los particularmente dotados” (nº 39). Lo que la doctrina social de la Iglesia ha defendido siempre a partir de su visión del hombre y de la sociedad, hoy es necesario también para la globalización (cfr. ibid.). Esta -conviene recordar- no se debe entender de forma fatalista como si sus dinámicas estuvieran producidas por unas anónimas fuerzas impersonales e independientes de la voluntad humana. La globalización es una realidad humana y como tal se puede modificar según los distintos enfoques culturales. La Iglesia trabaja con su concepción personalista y comunitaria para orientar el proceso en términos de relacionalidad, de fraternidad y de participación (cfr. ibid., nº 42).

“¡Ten confianza! levántate” Así hoy el Señor de la vida y de la esperanza se dirige a la Iglesia y a las poblaciones africanas, al final de estas semanas de reflexión sinodal. Levántate, Iglesia en África, familia de Dios, porque te llama el Padre celestial, que tus antepasados invocaban como creador, antes de conocer su cercanía misericordiosa, revelada en su Hijo Unigénito, Jesucristo. Emprende el camino de una nueva evangelización con el valor que proviene del Espíritu Santo. La urgente acción evangelizadora, de la que tanto se ha hablado durante estos días, conlleva también un llamamiento urgente a la reconciliación, condición indispensable para establecer en África unas relaciones de justicia entre los hombres y para construir una paz equitativa y duradera en el respeto de todos los individuos y de todos los pueblos; una paz que necesita y se abre a la aportación de todas las personas de buena voluntad más allá de los respectivos grupos religiosos, étnicos, lingüísticos, culturales y sociales. En esta comprometida misión tú, Iglesia peregrina en el África del tercer milenio, no estás sola. Está cerca de ti con la oración y la solidaridad real toda la Iglesia católica, y desde el Cielo te acompañan los santos y las santas africanos, que, con la vida entregada a veces incluso hasta el martirio, han dado testimonio de plena fidelidad a Cristo.

¡Ten confianza! Levántate, Continente africano, tierra que acogió al Salvador del mundo cuando de niño tuvo que refugiarse con José y María en Egipto para proteger su vida de la persecución del rey Herodes. Acoge con renovado entusiasmo el anuncio del Evangelio para que el rostro de Cristo pueda iluminar con su esplendor la multiplicidad de las culturas y de los lenguajes de tus poblaciones. Mientras ofrece el pan de la Palabra y de la Eucaristía, la Iglesia se compromete también a actuar, con todos los medios disponibles, para que a ningún africano le falte el pan cotidiano. Por esto, junto a la obra de primordial urgencia de la evangelización, los cristianos están también trabajando en los proyectos de promoción humana.

Queridos Padres Sinodales, al final de estas reflexiones, deseo dirigiros mi saludo más cordial y os doy las gracias por vuestra edificante participación. Cuando volváis a casa, vosotros, Pastores de la Iglesia en África, llevad mi bendición a vuestras Comunidades. Transmitid a todos la llamada, que con frecuencia se ha escuchado en este Sínodo, a la reconciliación, a la justicia y a la paz. Mientras se cierra la Asamblea sinodal no puedo dejar de renovar mi vivo reconocimiento al Secretario General del Sínodo de los Obispos y a todos sus colaboradores. Expreso mi agradecimiento también a los coros de la comunidad nigeriana de Roma y del Colegio Etíope, que contribuyen a la animación de esta liturgia. Y por último quiero dar las gracias a todos los que han acompañado los trabajos sinodales con la oración. Que la Virgen María recompense a todos y cada uno, y que conceda a la Iglesia en África crecer en cada lugar de ese gran Continente, difundiendo por todas partes la “sal” y la “luz” del Evangelio.

[00344-04.04] [00000] [Texto original: italiano]


ANGELUS DOMINI

- PALABRAS DEL SANTO PADRE

Al final de la Santa Misa celebrada esta mañana en la Basílica Vaticana para clausurar la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, el Santo Padre Benedicto XVI salió al exterior de la Basílica para rezar el Ángelus con los fieles y los peregrinos presentes en la plaza de San Pietro. Estas son las palabras pronunciadas por el Papa:

PALABRAS DEL SANTO PADRE

¡Queridos hermanos y hermanas!
Hace un momento, con la celebración eucarística en la Basílica de San Pedro, ha concluido la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. Tres semanas de oración y de escucha recíproca, para discernir lo que el Espíritu Santo dice hoy a la Iglesia que vive en el Continente africano, y al mismo tiempo a la Iglesia universal. Los Padres sinodales, llegados de todos los países de África, han presentado la rica realidad de las Iglesias locales. Juntos hemos compartido sus alegrías por el dinamismo de las comunidades cristianas, que siguen creciendo en cantidad y calidad. Estamos agradecidos a Dios por el impulso misionero que ha encontrado un terreno fértil en numerosas diócesis y que se manifiesta en el envío de misioneros a otros países africanos y a otros continentes. Se le ha dado una especial importancia a la familia, que también en África constituye la célula primaria de la sociedad, pero que hoy está amenazada por corrientes ideológicas procedentes también del exterior. ¿Qué decir, además, de los jóvenes expuestos a este tipo de presión, influenciados por modelos de pensamiento y de comportamiento que se oponen a los valores humanos y cristianos de los pueblos africanos? Naturalmente, se han planteado en la Asamblea los problemas actuales de África y su gran necesidad de reconciliación, de justicia y de paz. Precisamente a esta necesidad la Iglesia responde proponiendo de nuevo, con renovado impulso, el anuncio del Evangelio y la promoción humana. Animada por la Palabra de Dios y por la Eucaristía, se esfuerza por hacer que nadie se vea privado de lo necesario para vivir y que todos puedan conducir una existencia digna del ser humano.
Recordando el viaje apostólico que realicé a Camerún y Angola durante el pasado mes de marzo, y que tenía también el objeto de poner en marcha la preparación inmediata del segundo Sínodo para África, hoy deseo dirigirme a todas las poblaciones africanas, en particular a las que comparten la fe cristiana, para entregarles idealmente el Mensaje final de esta Asamblea sinodal. Es un Mensaje que sale de Roma, sede del Sucesor de Pedro, que preside la comunión universal, pero se puede decir, en un sentido no menos verdadero, que tiene su origen en África, de la que recoge las experiencias, las expectativas, los proyectos, y ahora vuelve a África, llevando la riqueza de un evento de profunda comunión en el Espíritu Santo. ¡Queridos hermanos y hermanas que me escucháis desde África! Encomiendo de modo especial a vuestra oración los frutos del trabajo de los Padres sinodales, y os animo con las palabras de Nuestro Señor Jesús: ¡sed la sal y la luz en la amada tierra africana!
Mientras se clausura este Sínodo, deseo recordar que para el próximo año está prevista una Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos. Con ocasión de mi Visita a Chipre, tendré el placer de entregar el Instrumentum laboris de dicha asamblea. Demos gracias al Señor, que no se cansa jamás de edificar su Iglesia en la comunión, e invoquemos con confianza la materna intercesión de la Virgen María.

[en Francés] Os recibo con alegría para la oración del Ángelus, queridos peregrinos de lengua francesa. En este día en el que se concluye la Segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, la liturgia nos recuerda que sólo Cristo Jesús puede sanar plenamente a la persona humana de la miseria de un corazón herido. ¡Que nuestra oración sea insistente, para que todos los pueblos de la tierra, y en particular los pueblos africanos, caminen con Él por los caminos de la vida, de la reconciliación, de la justicia y de la paz! ¡Que Nuestra Señora de África proteja y guíe a los hombres y a las mujeres de este amado continente! ¡Feliz domingo!

[en Inglés] Me alegra poder saludar a todos los hoy presentes de lengua inglesa en la plaza de San Pedro. Acabamos de clausurar la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, que ha sido un tiempo de gracia. Os invito a todos a que recéis por nuestros hermanos y nuestras hermanas de África. ¡Que el Señor, que ha dado la vista al ciego del Evangelio, renueve su fe para que siempre puedan ver y seguir con claridad el camino de la reconciliación, de la justicia y de la paz que lleva a la salvación! Sobre todos vosotros y sobre el pueblo de África invoco las abundantes bendiciones de Dios.

[en Alemán] De corazón saludo a los aquí presentes de lengua alemana en la plaza de San Pedro. El Evangelio de este domingo, que acabamos de escuchar también en la Basílica de San Pedro durante la celebración eucarística de clausura del Sínodo de los Obispos para África, nos narra la curación de un ciego. Jesús oyó el grito insistente de Bartimeo y le devolvió la vista. Esto nos anima, con todas nuestras dificultades personales, así como con los retos y las necesidades del continente africano, a que nos dirijamos a Cristo llenos de fe y confianza. Él nos dona también ayuda y salvación. ¡Que el Señor os proteja a todos vosotros y a vuestras familias!

[en Español] Saludo con afecto a los fieles de lengua española. Con la celebración eucarística en la Basílica de San Pedro ha concluido esta mañana la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. En un clima de profunda y fraterna comunión eclesial, hemos escuchado testimonios elocuentes del gran dinamismo misionero de la Iglesia africana, así como de los importantes desafíos que tiene que afrontar en el momento presente. Pidamos al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que conceda al Pueblo de Dios en África un renovado impulso evangelizador, al servicio de la reconciliación y la paz. ¡Feliz domingo!

[00345-04.03] [00000] [Texto original: plurilingüe]

 

 
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