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SANTA MISA
EN EL IV DÍA DE LOS NOVENDIALES
HOMILÍA DE SU EMINENCIA REVERENDÍSIMA
EL SEÑOR CARDINAL MAURO GAMBETTI
Basílica de San Pedro
Martes, 29 de abril de 2025
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Homilía del Emmo. Card. Mauro Gambetti
El pasaje del Evangelio es conocido. Una escena grandiosa de carácter universal: todos los pueblos, que viven juntos en el único campo que es el mundo, están reunidos ante el Hijo del Hombre, sentado en el trono de su gloria para juzgar.
El mensaje es claro: en la vida de todos, creyentes y no creyentes, sin distinción, hay un momento decisivo: en un momento dado, unos comienzan a participar de la misma alegría de Dios, otros comienzan a sufrir el tremendo dolor de la verdadera soledad, porque, expulsados del Reino, quedan desesperadamente solos en el alma.
En la traducción italiana (CEI) se habla de ovejas y cabras para distinguir los dos grupos. Pero el griego, junto al femenino próbata —rebaño, ovejas—, utiliza èrífia, que indica principalmente los machos de la especie. Las ovejas, que no se rebelan, son fieles, dóciles, cuidan de los corderitos y de los más débiles del rebaño, entran en el reino preparado para ellas desde la creación del mundo; los machos cabríos, que quieren la independencia, desafían con los cuernos al pastor y a los demás animales, saltan sobre las otras cabras en señal de dominio, ante el peligro piensan en sí mismos y no en el resto del rebaño, están destinados al fuego eterno. Es natural preguntarse: a nivel personal e institucional, ¿cuál de los dos estilos encarnamos?
Evidentemente, la pertenencia o no al Reino de Dios no depende del conocimiento explícito de Cristo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento... sediento... forastero... desnudo... enfermo o en la cárcel?».
En el texto griego, el verbo «ver» es expresado por Mateo con òráo, que significa ver en profundidad, percibir, comprender. Parafraseando: Señor, ¿cuándo te «comprendimos», «identificamos», «calificamos»? La respuesta de Jesús da a entender que no es la profesión de fe, el conocimiento teológico o la práctica sacramental lo que garantiza la participación en la alegría de Dios, sino la implicación cualitativa y cuantitativa en la historia humana de los hermanos más pequeños. Y la cifra de lo humano es la realeza de Jesús de Nazaret, que en su vida terrenal compartió en todo, la debilidad de nuestra naturaleza, hasta ser rechazado, perseguido y crucificado.
En definitiva, la parábola del juicio universal manifiesta el secreto sobre el que se apoya el mundo: el Verbo se hizo carne, es decir, «Dios quiso solidarizarse con la humanidad hasta tal punto que quien toca al ser humano toca a Dios, quien honra al ser humano honra a Dios, quien desprecia al ser humano desprecia a Dios» (Elia Citterio).
De hecho, la parábola revela la suprema dignidad de los actos humanos, definidos en relación con la compasión, la solidaridad, la ternura y la proximidad en la humanidad. Encuentro en los versos con los que Edith Bruck quiso despedirse del papa Francisco (Osservatore Romano, 23 de abril de 2025) la expresión poética de tanta humanidad:
Hemos perdido a un hombre que vive en mí.
Un hombre que amaba, se conmovía, lloraba, invocaba la paz, reía, besaba, abrazaba, se emocionaba y emocionaba, derramaba calor.
El amor de la gente de cualquier color y de cualquier lugar lo rejuvenecía.
La ironía y el espíritu lo hacían sabio.
Su humanidad era contagiosa, enternecía incluso a las piedras.
De las enfermedades lo curaba su fe sana, arraigada en el cielo.
La «humanidad cristiana» hace de la Iglesia el hogar de todos. Qué actuales son las palabras de Francisco pronunciadas en la conversación con los jesuitas en Lisboa en 2023: Todos, todos, todos están llamados a vivir en la Iglesia: ¡no lo olviden nunca!
Como relatan los Hechos de los Apóstoles, Pedro lo había afirmado claramente: «En verdad, me doy cuenta de que Dios no hace acepción de personas, sino que acoge a quienes le temen y practican la justicia, cualquiera que sea su nación».
El pasaje de la primera lectura es la conclusión del encuentro de Pedro con los paganos Cornelio y su familia (Hch 10); un episodio que, en una época globalizada, secularizada y sedienta de Verdad y Amor como la nuestra, a través de la actitud de Pedro, señala el camino de la evangelización: la apertura sin reservas al ser humano, el interés gratuito por los demás, el compartir la experiencia y el profundizar para ayudar a cada hombre y cada mujer a dar crédito a la vida, a la gracia de la creación y, cuando vean que agrada a Dios – diría San Francisco de Asís (Rnb XVI, 43) –, el anuncio del Evangelio, es decir, la revelación de la humanidad divina de Jesús en la historia, para llamar a los pueblos a la fe en Cristo, «loco de amor» por el ser humano, como enseña santa Catalina de Siena, de quien hoy se celebra la fiesta en Italia. Entonces podrá desplegarse para todos el pleno valor de la profesión de fe, de la sana teología y de los sacramentos que enriquecen con toda gracia la vida en el Espíritu.
María, la humilde sierva del Señor que dio al mundo al Salvador, nos indique el camino del auténtico discipulado y del anuncio.
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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 29 de abril de 2025
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