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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 9 de enero de 1983

 

1. "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto" (Lc 3, 22).

Hoy escuchamos en la liturgia estas palabras que se oyeron en la región del Jordán cuando Cristo recibió el bautismo de manos de Juan.

Es sabido que el bautismo administrado por Juan era "un bautismo de conversión" (Mc 1, 4).

Cuando "fue Jesús desde Galilea al Jordán... para que Juan lo bautizara" (Mt 3, 13), "Juan intentaba disuadirlo diciéndole: Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? Jesús le contestó: Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere" (ib., 3, 14-15).

Y Juan lo bautizó.

2. Con la solemnidad del Bautismo del Señor la liturgia clausura el período de Navidad y el de la Epifanía del Señor.

La liturgia es concisa.

Aún hace poco tiempo, nos alegrábamos por la venida al mundo del Hijo de Dios en la noche de Belén y, apenas hace unos días, por la venida de los Magos de Oriente. Hoy contemplamos estos acontecimientos desde la perspectiva de "unos treinta años" (Lc 3, 23) de Jesús. Y aún cuando retornaremos todavía al período de la infancia en la fiesta de la Presentación del Señor, sin embargo, ya queda hoy cerrada, en cierto sentido, esta perspectiva.

Dejamos rápidamente el tiempo de la vida oculta en Belén, Egipto y Nazaret, para encontrarnos en los umbrales de la actividad mesiánica y pública del Redentor.

Precisamente en este momento, cuando Juan en las riberas del Jordán señala "al cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (cf. Jn 1, 29), la voz de lo alto vuelve a confirmar la filiación divina de Cristo.

De este modo, nos encontramos simultáneamente en el centro mismo de la Epifanía. La Epifanía, efectivamente, es la manifestación del Hijo, de la misma naturaleza que el Padre, en Jesucristo nacido de la Virgen María, la noche de Belén.

3. Recuerdo hoy a los obispos de la República de Zimbabwe, que vinieron el año pasado en visita ad Limina Apostolorum. Se trata de 7 obispos que representan una comunidad católica equivalente casi al 10 por ciento de la población de ese país, de la que, no obstante, el 58 por ciento profesa la fe cristiana.

A pesar de las dificultades relacionadas con los hechos bélicos de los últimos años la Iglesia de Zimbabwe está viva y es dinámica y desarrolla una intensa actividad tanto en el campo educativo como en el asistencial, además de en su tarea especifica de evangelización.

Con los obispos colaboran, a distintos niveles, sacerdotes diocesanos y religiosos, religiosas, catequistas e incluso misioneros laicos, mientras se preparan en tres seminarios los futuros responsables de aquella Iglesia.

Pidamos al Señor que dicha Iglesia en Zimbabwe crezca cada vez más en extensión y todavía más en la profundidad de la fe, del amor y de la esperanza, y que no permita les falten jamás personas generosas para su servicio.

 



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