JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Viena, domingo 11 de septiembre de 1983
¡Queridos hermanos y hermanas! Como conclusión de esta liturgia festiva deseamos recitar en común la oración mariana de la Iglesia en la hora del mediodía. Dicha oración nos recuerda diariamente los comienzos de nuestra esperanza cristiana en aquel acontecimiento triple: el ángel anuncia a María la Buena Nueva —María dice: hágase en mi según tu palabra—, la Palabra eterna se hace uno de nosotros. Abrámonos una vez más cada uno de nosotros al mensaje que Dios nos ha dirigido en este Katholikentag con el fin de que su Palabra pueda hacerse carne también en nuestra vida.
Por eso os invito a todos a la plegaria común: a los que estáis reunidos alrededor de este altar, a los que os habéis unido a nosotros mediante la televisión y la radio, a todos, en los distintos países de Europa, pero principalmente a vosotros, cristianos de Austria: en las diócesis de Salzburgo y Viena, Linz y Sankt Pölten, Graz-Seckau y Eisenstadt, Insbruck y Feldkirch.
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