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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo
13 de enero de 1985

 

Cristo, Siervo de Dios, Siervo de nuestra redención

1. "Los cielos se abrieron y se oyó la voz del Padre: Este es mi Hijo, el amado; escuchadle" (cf. Mc 9, 7).

Hoy la Iglesia escucha esa voz en la sagrada liturgia, que recuerda el bautismo de Jesús en el Jordán.

Aunque dicho bautismo dista 30 años del nacimiento de Jesús en Belén y de la adoración de los Magos de Oriente, en la tradición litúrgica de la Iglesia constituye un componente de la Santa Epifanía, cuyo motivo central se ha recordado el domingo pasado.

La Epifanía del día de hoy es como un sello impreso en todo el período de la Navidad del Señor: "Este es mi Hijo, el amado; escuchadle".

2. Él es Hijo, y se ha hecho "Siervo".

Habla de ello explícitamente la liturgia de hoy con las palabras del libro de Isaías:

"Mirad a mi siervo, a quien sostengo; / mi elegido, a quien prefiero. / Sobre él he puesto mi espíritu, / para que traiga el derecho a las naciones" (Is 42, 1).

Jesucristo: Hijo que se ha hecho Siervo. El bautismo en el Jordán lo confirma plenamente: Jesús se presenta a Juan para hacerse bautizar pero éste trata de impedírselo diciendo: "Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? (Mt 3, 14).

Como si quisiera decir: "Precisamente tú que eres el autor de la gracia salvífica, y Señor de nuestra salvación". Jesús, sin embargo, responde: "Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere" (Mt 3, 15).

Jesús recibe el bautismo de Juan: el bautismo de penitencia. De este modo se manifiesta a Sí mismo como Siervo de nuestra redención. Viene como Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (cf. Jn 1, 29. 36). Lleva en Sí la voluntad de la obediencia al Padre hasta la muerte.

Viene como Aquel que "no quebrará la caña cascada ni apagará el pabilo vacilante" (Is 42, 3).

3. En la plegaria del Ángelus Domini repetimos las palabras de la Madre de Dios:

"He aquí a la sierva del Señor, / hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).

El Hijo de Dios, al nacer de la Sierva del Señor, se ha hecho Siervo: Siervo de Dios, Siervo de nuestra redención.

He aquí lo que nos dice la Epifanía del bautismo en el Jordán.

4. Hoy quisiera llamar vuestra atención sobre la inminente Semana de oración por la unidad de los cristianos.

El tema propuesto: "De la muerte a la vida con Cristo" (Ef 2, 4-7), nos llama a la fe común de todos los creyentes en Jesucristo, Salvador, y por tanto a la raíz de nuestra unidad. Hemos sido redimidos todos por un solo Señor, por la riqueza de su; misericordia.

En la Encíclica Dives in misericordia he propuesto una meditación sobre el amor de Dios por la humanidad entera; como respuesta a este beneplácito de Dios por nosotros, todos los bautizados: católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes, están llamados a colaborar, a fin de que se restablezca la plena unidad en una concorde profesión de fe.

Os invito, por tanto, a vosotros aquí presentes y, a través de vosotros, a todos los hijos de la Iglesia católica, a rezar más intensamente en esta semana, y a unirse en esta oración con los otros cristianos para invocar juntos el don de la reconciliación y de la unidad.

En nuestra ciudad de Roma, la Comisión ecuménica diocesana ha organizado una vigilia interconfesional de oración común, que se tendrá el 21 de enero próximo en la iglesia de San Francisco Javier en la Garbatella. Al concluir la Semana de oración, el 25 de enero, yo mismo presidiré la solemne celebración eucarística en la basílica de San Pablo Extramuros.

Que nuestra esperanza, como deseaba el Decreto conciliar sobre el Ecumenismo, se ponga toda "en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros y en la virtud del Espíritu Santo" (Unitatis redintegratio 24).

 



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