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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 12 de octubre de 1986

 

1. Dentro de pocos días iremos a Asís representantes de la Iglesia católica, de otras Iglesias y comunidades eclesiales cristianas y de las grandes religiones del mundo. Iremos allí como creyentes en Dios, preocupados por las vicisitudes de la historia humana. Y estaremos allí para rezar durante toda la jornada del lunes 27.

Pero no debe ser ésta una jornada aislada, una excepción en el ritmo de nuestra vida cotidiana. Ha de ser un tiempo fuerte de nuestro compromiso continuo de oración y de acción por la paz.

2. Como sabéis, 1986 ha sido declarado por las Naciones Unidas "Año Internacional de la Paz". Ello me ha movido a dirigir una invitación para que, con motivo de este año, se desarrolle un "movimiento mundial de oración por la paz" (Homilía del 25 de enero, 1986).

Esta invitación la he dirigido "a los creyentes de todas las religiones" (ib.). Pero, en primer lugar, a los fieles de la Iglesia católica.

Soy muy consciente de que, en las Iglesias particulares de todo el mundo, los obispos y sus comunidades han acogido mi exhortación. El mismo día del encuentro de Asís, o el día inmediatamente anterior, en el mundo entero se rezará mucho por la misma intención que nos reúne en la ciudad de San Francisco. Y allí, obispos provenientes de varios continentes harán visible el compromiso de la Iglesia católica en favor de la paz.

Quiera el Señor Jesús, "Príncipe de la Paz" (cf. Is 9, 5), que esta singular ocasión reavive en cada uno la disponibilidad al servicio diario por la paz. Que anime un servicio de oración, de esfuerzos, de sincera contribución personal y comunitaria en favor de la paz. Se nos exige una auténtica conversión del corazón, para que todos seamos verdaderos "artífices de paz" (cf. Mt 5, 9). Dentro de lo posible, este compromiso debe concretarse después en iniciativas comunes con nuestros hermanos cristianos y con los de otras religiones del mundo.

Podemos estar seguros de cumplir así la voluntad de Dios, nuestro Padre, en el tiempo presente. Dios es efectivamente el "Dios de la paz" (cf. 1 Cor 14, 33).

Y que María Santísima interceda por nosotros ante su Hijo para que nos conceda ahora y siempre "su paz" (cf. Jn 14, 27).



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