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VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, CHILE Y ARGENTINA

JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo de Ramos 12 de abril de 1987
Jornada Mundial de la Juventud
«Avenida 9 de Julio», Buenos Aires

 

1. "Hemos conocido el amor y hemos creído en él" (cf. Jn 4, 16).

El misterio de la redención que la Iglesia celebra en la Semana Santa que comenzamos hoy, es un misterio de amor y de fe.

Un misterio hecho realidad en nuestro mundo gracias a una joven, María, la Virgen de Nazaret, que conoció el amor de Dios y creyó en él. Por Ella nos llegó la salvación y la esperanza de un mundo nuevo.

Conoció el amor de Dios cuando el Ángel la llamó "llena de gracia" y le anunció que sería la Madre del Salvador. Creyó en el amor de Dios cuando se entregó con todo su ser al designio amoroso del Padre y se dejó invadir por el Espíritu Santo, Espíritu del amor, diciendo: "Hágase en mi según tu palabra" (Lc 1, 3).

2. La historia de la salvación sigue siendo en la Iglesia una historia del amor de Dios que nos precede y acompaña correspondido por una fe libre y generosa del hombre que se entrega en pos del proyecto de Dios sobre la misma humanidad. La Iglesia contempla en María el modelo y el ejemplo más sublime de esa colaboración, para que la salvación penetre en las entrañas del mundo y de la sociedad.

María es testigo del misterio del amor de Dios, que culmina en la pasión y en la resurrección de Cristo. Y Ella es también el modelo de la fidelidad y de la cooperación maternal en su entrega amorosa de la fe, de la esperanza y del amor. Ella es la Virgen del Calvario en la noche del dolor, la Virgen de la Pascua en la aurora del día sin ocaso de la resurrección de Cristo. Por eso es la Virgen de la esperanza en la palabra y en las promesas de su Hijo.

3. Jóvenes de Argentina, de América Latina y del mundo entero: Mirad a María. Invocadla e imitadla porque Ella es vuestro modelo. Es la Madre de Jesús y de los discípulos de Jesús.

Con Ella caminamos hacia un mundo nuevo, hacia la civilización del amor; como pueblo de la Pascua, presente en la historia, peregrino hacia la patria, conocemos el amor de Dios, como María, y creemos en él, para ser sembradores de esperanza y constructores de paz.



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