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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 28 de agosto de 1988

 

1. Siguiendo nuestra peregrinación por los santuarios de la Madre de Dios en toda la tierra, hoy, último domingo de agosto, vamos a Czestochowa, en mi patria. Vamos allí precisamente hoy porque el 26 de agosto la Iglesia en Polonia celebra la solemnidad de la Virgen de Czestochowa. Al acudir espiritualmente a Jasna Góra, centro espiritual de la piedad mariana de mi patria, deseo visitar y saludar al mismo tiempo todos los santuarios marianos de Polonia.

Hoy nombraré sólo dos: la Madre de Dios de Kalwaria Zebrzydowska, a la que he acudido en peregrinación desde mi infancia, y a la Madre de la Justicia y del Amor social de Piekary, en Silesia. Sin embargo. Llevo en lo más profundo de mi corazón todos los lugares de la presencia de la Madre, en los que los fieles han aprendido, y siguen aprendiendo, el gran misterio de la filiación divina.

2. Jasna Góra ―Clarus mons: Monteclaro― es el santuario de la Reina de Polonia. Es, desde hace seis siglos, el lugar de la presencia especial de la Madre de Dios, lugar de las grandes celebraciones y de las peregrinaciones, no sólo de los polacos y de las naciones eslavas, sino además de fieles provenientes de numerosos países de Europa Occidental y de todo el mundo. Lo conocen también muchos italianos que peregrinan allí todos los años.

3. La circunstancia que dio comienzo a este gran encuentro de la Madre de Dios con su pueblo, acaeció en 1382, año en que la imagen de la Madre de Dios, gran obra de arte, fue llevada allí desde Oriente y confiada a los padres paulinos.

Esta antigua efigie, que lleva en sí signos de elementos del cristianismo de Oriente y Occidente, es un símbolo de la unión de estos dos mundos, de las riquezas y de las culturas que mediante el bautismo se encontraron y unieron en Cristo.

4. Con Jasna Góra y con la imagen de la Madre de Dios, están vinculados importantes acontecimientos, tales como la defensa de Jasna Góra, de Polonia y de la libertad de conciencia, ocurrida a mediados del siglo XVI, durante la invasión sueca, llamada "el diluvio". El santuario ha desempeñado incluso el papel de la defensa de la fe, de la cultura y de la conservación de la identidad nacional, sobre todo durante el largo periodo de la división de Polonia.

Durante la segunda guerra mundial, el Papa Pío XII afirmó: Polonia no ha perecido ni perecerá porque Polonia crece, ora: Polonia tiene Jasna Góra.

5. En los difíciles años de la postguerra, durante los años de la ateización organizada y sistemática, Jasna Góra se convirtió para la Iglesia y el Episcopado polaco, bajo la guía del primado, cardenal Stefan Wynszynski, en un lugar de encuentro para la creación de eficaces programas y de iniciativas pastorales. Fue, además, punto de referencia para la regeneración social, como la solidaridad, u otros grupos y movimientos de renovación social. Nacen de ello las definiciones lapidarias y justas, como por ejemplo: "Aquí late el corazón inmortal de Polonia", "Aquí hemos sido libres siempre", "Jasna Góra, capital espiritual de Polonia". Y con frecuencia se llama a la efigie "la imagen de la libertad" y el "signo de la unidad del Oriente y el Occidente cristianos".

Muchos Papas han demostrado veneración y amor a la imagen de Jasna Góra. En nuestro siglo, Pío X le ofreció coronas de oro. Pío XI hizo, en Castelgandolfo, una capilla con una reproducción de la Virgen Negra. Son conocidas las expresiones de amor hacia la Señora de Jasna Góra por parte de Juan XXIII; Pablo VI quiso ir en peregrinación a su santuario, pero no le fue posible.

Dios ha permitido que yo, hijo de esa tierra y de esa nación, haya podido realizar tres veces la peregrinación apostólica a Jasna Góra y llevar a la Reina de Polonia la Rosa de Oro que el mismo Pablo VI hubiera querido ofrecerle personalmente, orar por la Iglesia y dejar a mis compatriotas el mensaje de fe y de esperanza.

"¡María, Reina de Polonia, estoy contigo; recuerdo, velo!"


Después del Ángelus

Mi más cordial saludo se dirige ahora a los numerosos peregrinos, llegados de España y América Latina, presentes en esta plegaria en honor de Nuestra Señora.

Antes de regresar a vuestros hogares, una vez finalizado el merecido descanso de las vacaciones, os invito, amadísimos hijos e hijas, a mantener siempre firme vuestra fe en Dios, en medio de los continuos avatares de la vida, así como a no desviar vuestra mirada de la Virgen María, nuestra valiosa intercesora ante el Padre.

A vosotros y a cuantos se han unido, mediante la radio o la televisión, a nuestro rezo del “Angelus” imparto complacido la Bendición Apostólica.



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