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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 9 de febrero de 1992

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. La peregrinación espiritual que estamos realizando por los santuarios de América en el V Centenario de la llegada del mensaje de la salvación a aquel continente nos lleva hoy a Cartagena de Indias, en Colombia, donde queremos detenernos a reflexionar y orar en el santuario de San Pedro Claver.

Misionero jesuita español, este santo ha sido uno de los más grandes y heroicos evangelizadores que ha tenido América durante la primera etapa de la implantación de la Iglesia en las tierras del Caribe. Ha pasado a la historia como el apóstol de los esclavos negros. Era aún estudiante de teología cuando fue enviado al Nuevo Reino de Granada, la actual Colombia, para completar su formación. En Cartagena fue ordenado sacerdote y allí vivió casi cuarenta años, dedicándose, con una caridad pastoral sin límites a proteger, asistir, ayudar y evangelizar a los esclavos procedentes de África. Bautizó a más de trescientos mil negros, que algunos hombres, sin conciencia y sin respeto de la dignidad humana, habían arrojado a las playas del nuevo mundo.

2. Pedro Claver murió a la edad de 73 años, en 1654. Su cuerpo es muy venerado en el santuario de Cartagena que lleva su nombre. Ante su tumba me fue dado orar en julio de 1986, durante mi visita pastoral a Colombia.

En aquella ocasión quise unir mi voz de Pastor de la Iglesia universal a la del apóstol de los esclavos negros, para defender a las víctimas de todas las esclavitudes modernas que oprimen a tantos hombres y mujeres de hoy.

3. Que san Pedro Claver alcance abundantes gracias espirituales y temporales para todos los afroamericanos esparcidos por las diversas regiones de América, con el fin de que logren, según el designio de Dios, su plena promoción humana, personal y social.

Deseo que sepan que la Iglesia les lleva en el corazón. Precisamente por eso, su situación será objeto de especial atención pastoral por parte de los obispos que se reunirán en la Conferencia de Santo Domingo.

Saludo cordialmente, desde ahora, a todos los afroamericanos, con la gozosa esperanza de tener un encuentro también con muchos de ellos, durante el proyectado viaje a América Latina, el próximo mes de octubre.

María Santísima, «esclava del Señor», estrella de la primera y de la nueva evangelización, acoja bajo su protección y bendiga a todas las queridas poblaciones de América.



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