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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Castelgandolfo
Domingo 16 de agosto de 1992

 

1. La Asunción de la Santísima Virgen que hemos celebrado ayer, nos lleva hoy en peregrinación espiritual a Paraguay, cuya capital tiene el nombre de «Asunción» en honor de este misterio de María al que, desde la creación de la diócesis en el año 1547, está dedicada la catedral.

La difusión del Evangelio en aquella nación se inició y se ha desarrollado en el arco de cuatro siglos bajo la materna protección de María, de forma que los misterios de la Virgen han dado nombre a diversas ciudades y diócesis: Concepción, Encarnación, Asunción.

2. La Virgen es venerada con especial devoción, bajo la advocación de «Nuestra Señora de los Milagros» en el famoso santuario de Caacupé, que tuve el gozo de visitar el 18 de mayo de 1988, día de mi cumpleaños.

Ante la sugestiva imagen que —según la tradición— fue tallada por un indio ya en los comienzos de la evangelización recé pidiendo por intercesión de María que la Iglesia «reciba una renovada efusión del Espíritu para proclamar el Evangelio con la entereza de una fe profunda y la fecundidad del testimonio cristiano» (Plegaria a la Virgen de Caacupé, 18 de mayo de 1988).

3. Junto con todos los que os habéis reunido aquí y con los que están unidos a nosotros mediante la radio y la televisión repito esta misma plegaria rezando particularmente por la Iglesia que está en América Latina, para que la celebración del V Centenario de la evangelización constituya un fuerte estímulo en orden a un compromiso misionero cada vez más generoso.

Nuestra Señora de la Asunción, ruega por nosotros.



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