JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 6 de junio de 1993
Solemnidad de la Santísima Trinidad
1. Hoy, mientras la Iglesia latina celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad según el calendario gregoriano, nuestros hermanos orientales, que siguen el calendario juliano, celebran la gran fiesta de Pentecostés. Nos unimos a ellos en la alegría y en la invocación común al Espíritu Santo, «que está presente en todo lugar y todo lo colma» ―según la plegaria litúrgica bizantina―, a fin de que derrame abundantemente sus dones sobre nosotros para un nuevo florecimiento evangélico y un crecimiento común en la fe y en la santidad de vida.
Esta solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio de comunión y modelo de unidad perfecta para la Iglesia y toda la familia humana, así como la celebración de Pentecostés de nuestros hermanos orientales, me ofrece la oportunidad de encomendar a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo la próxima reunión de la Comisión mixta para el diálogo teológico entre las Iglesias católica y ortodoxa, que tendrá lugar del 18 al 24 de este mes en Balamand (El Líbano), en la escuela teológica del patriarcado greco-ortodoxo de Antioquía.
2. En diciembre de 1987, con ocasión de la visita a Roma de nuestro venerado hermano, el patriarca Dimitrios, agradecimos juntos al Señor el sólido progreso realizado a través del diálogo común. Basándome en aquellos resultados y, sobre todo, contando con la constante ayuda divina, expreso ahora mi deseo sincero de que la cuestión que estamos estudiando actualmente sobre las relaciones entre las Iglesias orientales católicas y las Iglesias ortodoxas halle una solución satisfactoria. Os invito a orar conmigo al Espíritu Santo, para que ilumine los corazones y los impulse a buscar sinceramente los caminos de la unidad plena que el Señor quiere para sus discípulos. De este modo, se podrá proseguir la investigación teológica, que hasta ahora ha sido muy fecunda.
Una aclaración leal de las controversias históricas, con espíritu de fraternidad eclesial y con actitud de obediencia exclusiva a la voluntad del Señor, contribuirá a facilitar cada vez más el diálogo teológico con miras a la comunión plena, e indicará también caminos y modos para ofrecer ya desde ahora un testimonio común de cooperación desinteresada en el anuncio del Evangelio.
3. En este tiempo de inquietud y tensiones, en el que se desencadenan luchas trágicas y guerras fratricidas, el esfuerzo generoso de católicos y ortodoxos por intensificar la búsqueda de la unidad plena representa, con toda seguridad, una contribución real a la pacificación entre los pueblos y a la construcción de nuevos lazos de solidaridad entre las naciones.
Queridos hermanos y hermanas, encomiendo a vuestra ferviente oración y a la de todos los católicos esparcidos por el mundo esta próxima e importante cita de diálogo y caridad fraterna. Imploremos ahora sobre ella la protección materna de María con el rezo del Ángelus.
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