JUAN PABLO II
REGINA COELI
Agrigento, domingo 9 de mayo de 1993
Queridos hermanos y hermanas:
1. Viendo a los numerosos niños presentes en este encuentro de oración mariana, me vienen espontáneamente a la mente las palabras de Jesús: «Dejad que los niños vengan a mí..., porque de los que son como éstos es el reino de los cielos» (Mt 19, 14). Os saludo a todos con alegría y afecto, queridos muchachos y muchachas de Agrigento, y también a vosotros padres y madres que los acompañáis.
En la ciudad del almendro en flor, vosotros, queridos muchachos, sois como las flores de la comunidad, los hijos predilectos del Padre celestial, cuyos ángeles contemplan su rostro. Mientras os miro con alegría y doy gracias al Señor por cada uno de vosotros, mi pensamiento se dirige a vuestros coetáneos de todo el mundo especialmente a los que son víctimas del abandono, la pobreza y la violencia. En particular, os invito a recordar y a orar, junto conmigo, por los niños que, en tantas partes del mundo, sufren a causa de la guerra. Pienso en este momento, sobre todo, en los que están implicados en el conflicto que tiene lugar en los Balcanes. Que el Señor conceda, también gracias al sufrimiento de los pequeños inocentes, el don de la paz a esa martirizada región de Europa, donde desde hace ya años se sigue combatiendo con ferocidad inhumana. ¡Ojalá que todos miren hacia vosotros, que sois la inocencia y la esperanza, y no se cansen de empeñarse en la búsqueda de la reconciliación y la paz!
2. Me dirijo ahora a vosotros, queridos padres que transmitiendo el don de la vida a vuestros hijos habéis asumido el deber primario de su formación integral. Cuidad no sólo de que crezcan bien físicamente, sino también de que progresen en sabiduría y gracia. Educadlos, ante todo con el testimonio y el ejemplo, en la fe en Dios y en la generosidad al servicio de sus hermanos, defendedlos de los peligros, iniciadlos en la oración y en el contacto vivificante con las fuentes de la salvación, y sostenedlos en el itinerario de la vida cristiana.
Espero que vuestra acción educativa encuentre un apoyo eficaz en la labor de la escuela. Al respecto, me complace dirigir un saludo cordial a todos los alumnos y maestros de los colegios e institutos de vuestra ciudad con el anhelo de que toda escuela sea siempre de verdad una comunidad educativa, que preste un válido apoyo y una colaboración cualificada a las familias, las cuales conservan el derecho deber insustituible de cuidar de la formación humana y espiritual de sus hijos.
3. Entre las escuelas de Agrigento hay una de particular interés y valor: es el seminario, corazón de la comunidad diocesana y fragua de jóvenes generosos, llamados por Cristo a ser sus ministros. Que el Señor bendiga el seminario de vuestra diócesis y haga de él un vivero de apóstoles para la generación agrigentina de mañana. Que bendiga a los seminaristas, a sus familias y a cuantos se encuentran comprometidos en la pastoral de las vocaciones.
Oremos al Dueño de la mies para que florezcan en esta tierra vuestra, a las puertas del nuevo milenio, muchas vocaciones al sacerdocio ministerial, a la vida consagrada y a las misiones.
Encomendemos nuestras esperanzas y deseos a la Virgen, tan venerada en Agrigento, dirigiéndonos ahora a ella con la oración del Regina coeli.
4. Durante mi visita a Sicilia no puedo dejar de recordar con particular conmoción a aquellos que, para afirmar los ideales de la justicia y la legalidad, pagaron con el sacrificio de la vida su compromiso de lucha contra las fuerzas violentas del mal.
La Iglesia, fiel a las enseñanzas de Cristo, está junto a cuantos trabajan por construir una convivencia social donde reinen los valores de la concordia y la paz. Y se siente comprometida a actuar valientemente para convertirse en auténtico signo de esperanza para toda la sociedad, sobre todo para los jóvenes. Que el Señor bendiga y proteja siempre al pueblo siciliano.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana