JUAN PABLO II
REGINA COELI
Domingo 16 de mayo de 1993
Queridos hermanos y hermanas:
1. En este domingo la Iglesia rebosa de profundo gozo espiritual. En efecto, hoy, mientras celebramos el día del Señor «en la plenitud de la alegría pascual» (Misal romano, prefacio pascual), nos alegramos por cuatro nuevos beatos, elevados al honor de los altares durante la celebración recién concluida. Se trata de Mauricio Tornay, María Luisa de Jesús Trichet, Paloma Gabriel y Florida Cevoli. Su existencia fue un cántico de alabanza al Señor en la fidelidad diaria a su divina voluntad. Los guiaba en esta actitud el ejemplo luminoso de la Virgen santísima, esclava fiel del Señor, totalmente abandonada a los designios del Padre celestial.
El testimonio de estos modelos de virtudes evangélicas nos impulsa a un compromiso mayor en el camino de la perfección cristiana. Como recuerda el Concilio ese camino está abierto a todos los bautizados, y el auxilio maternal de la Virgen, hacia la que los nuevos beatos alimentaron una devoción sincera y profunda, ayuda a los creyentes a recorrerlo. Por eso, es importante cultivar una confianza filial y sabia hacia la Madre de Jesús.
En este mes de mayo la tradición cristiana nos sirve de gran ayuda, pues nos impulsa a redescubrir la belleza del santo rosario. Contemplando con María los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos de nuestro Señor Jesucristo, podemos encontrar luz y fuerza para realizar el proyecto de amor que Dios tiene para cada uno de nosotros.
2. El domingo pasado ―como bien sabéis― recé el Regina coeli en Sicilia. Conservo un vivo recuerdo de esa significativa visita pastoral, en la que tuve la oportunidad de experimentar de nuevo la gran fe y la profunda humanidad de la gente de esa amada región.
Expreso una vez más mi gratitud por la calurosa acogida y el entusiasmo que me manifestaron los obispos, las autoridades y toda la población en esa feliz circunstancia.
Durante tres días de intensa experiencia eclesial pude apreciar la variedad y riqueza de los dones de las comunidades diocesanas que visité, especialmente en las celebraciones eucarísticas, en los diversos encuentros con los sacerdotes y las personas consagradas, en el contacto con los jóvenes y en el encuentro con los científicos del centro Maiorana de Érice.
Deseo renovar la seguridad de mi cercanía espiritual al pueblo siciliano: a los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad. El Papa y la Iglesia acompañan el esfuerzo común para afrontar las dificultades actuales y animan a todos a esperar que los problemas de hoy, gracias a la firme fe en Dios y a la renovada solidaridad humana, puedan resolverse felizmente.
3. El sábado 29 de mayo, se celebrará en la plaza de San Pedro la solemne vigilia de Pentecostés como conclusión del Sínodo pastoral de la diócesis de Roma.
Será una ocasión extraordinaria de fe y comunión para los creyentes de nuestra ciudad. Invocaremos juntos al Espíritu del Señor para que haga ricas en frutos apostólicos las conclusiones de la asamblea sinodal e inicie para nuestra comunidad eclesial una estación de compromiso evangélico renovado.
En espera de volver a encontrarnos en esa importante cita espiritual, pidamos a la Virgen Madre de los Apóstoles que nos acompañe durante estos días que nos preparan a la solemnidad de Pentecostés.
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