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VIAJE APOSTÓLICO A LA REPÚBLICA CHECA Y POLONIA

JUAN PABLO II

REGINA COELI

 Olomuc, domingo 21 de mayo de 1995

 

1. Al final de esta doble canonización celebrada en una atmósfera de intensa participación de fe y oración, elevemos nuestro pensamiento a la Virgen santísima, Reina de todos los santos.

Regina coeli, laetare! ¡Alégrate, Reina del cielo! ¡Alégrate, Reina de todos los santos! María fue amada de modo singular por estos dos héroes de la santidad. Santa Zdislava de Lemberk, heroína de la caridad y de la familia, de alguna manera se reflejó en María, imitando, durante su vida, su ternura y solicitud hacia el prójimo, especialmente hacia los pobres y los enfermos. San Jan Sarkander encontró en la Virgen santísima la fuerza de la fidelidad y de la castidad de corazón, ya desde que, siendo joven estudiante inteligente y abierto en el Clementium de Praga, se inscribió en la Congregación mariana que, algunos años antes, había fundado el futuro mártir Edmund Campion en aquel famoso colegio.

2. ¡Alégrate, Reina del cielo, también por la legión de santos y santas de estas tierras: Bohemia, Moravia y Silesia!

Los dos nuevos santos que he canonizado esta mañana se añaden a un número realmente extraordinario de modelos de santidad que, ya desde los orígenes de la difusión del Evangelio de Cristo en estas regiones por obra de los hermanos de Tesalonica, Cirilo y Metodio, han enriquecido la historia religiosa y civil con el resplandor de sus virtudes, vividas de modo heroico.

Es una estupenda letanía de nombres de santos y beatos: los primeros alumnos de los dos apóstoles de los eslavos, Gorazd y compañeros; y luego Ludmila, Václav, Vojtech, con su hermano Radim, Jindrich Zdík, séptimo obispo de Olomouc, Anežka, Prokop, Hroznata, Juan Nepomuceno, Zikmund y los mártires de Bohemia, el silesio Melichar Grodziecki martirizado en Košice, hasta los modernos Juan Nepomuceno Neumann y Clemente María Hofbauer. No podemos olvidar a san Norberto, fundador de los premonstratenses, cuya tumba se encuentra en el convento de Strahov, y en Praga; ni los mártires Jan Ogilvie y a la ya recordado Edmund Campion, que en Bohemia se prepararon para dar el testimonio supremo, derramando su sangre después en Gran Bretaña. Y, por último, está también Carlo Spinola, italiano, que tal vez nació en Praga, donde entró en la Compañía de Jesús, y murió luego mártir en Japón.

¡Alégrate, Reina del cielo, por la presencia de tantos santos y beatos en estas tierras benditas!

3. Alegraos también vosotros, amadísimos hermanos y hermanas. Vuestras antiguas e históricas tierras son patria de santos. Te saludo, Moravia; te saludo, Bohemia; te saludo, Silesia; te saludo, República Checa, tierra de santos y santas. Estas canonizaciones son para nosotros una invitación a la santidad. En nuestra vida sólo cuenta precisamente eso. Sí, porque todos los cristianos, sin distinción, están llamados a la santidad, como subraya el concilio Vaticano II (cf. Lumen gentium, 40). Somos hijos en el Hijo de Dios. Debemos vivir esta realidad de fe en la práctica diaria, personal, viviendo de modo digno de Cristo y del Evangelio. Hijos en el Hijo. Como dijo muy bien el poeta de Silesia Angel Silesio, en su obra Peregrino querúbico (V, 9): «Verdadero Hijo de Dios es sólo Jesucristo: pero todo cristiano debe ser Cristo mismo».

¡Alégrate, Reina del cielo, por los nuevos santos Jan y Zdislava! ¡Alégrate por todos los santos de la República Checa! Pero ¡alégrate, te suplicamos, también por nosotros, que queremos caminar humilde e incansablemente por el camino de la santidad, como hijos en el Hijo de Dios, hijos en tu Hijo, Jesucristo!

 



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