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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo12 de enero de 1997
Fiesta del Bautismo del Señor

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Hoy, fiesta del Bautismo del Señor, he tenido la alegría de administrar en la capilla Sixtina el bautismo a diecinueve niños recién nacidos. A cada uno de estos niños, así como a sus padres y familiares dirijo un saludo afectuoso y un abrazo.

La celebración de hoy subraya cómo Jesús, al inicio de su vida pública, quiso recibir el «bautismo de conversión» (Lc 3, 3), que administraba Juan en el Jordán. Este gesto, con el que él, inocente, se hacía solidario con los pecadores, se convirtió en un momento de revelación. En efecto, al salir del agua, «vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma» (Mc 1, 10). Con esta singular experiencia, Jesús se acreditó como el Mesías esperado desde hacía siglos.

2. En el Jordán resonó la voz del Padre: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1, 11). Estas palabras iluminan el misterio de Jesucristo: él no es sólo un «hombre de Dios», como los profetas y los santos, sino el Hijo, el Unigénito (cf. Jn 1, 18).

Como Hijo eterno, Jesús es consustancial con el Padre y con el Espíritu Santo, y vive desde siempre en la comunión trinitaria del único Dios. En la encarnación, el Espíritu de Dios inunda plenamente también su humanidad. En el bautismo recibido en el Jordán, el Espíritu desciende sobre él para introducirlo en el misterio mesiánico e inaugurar la gran «hora» de gracia que culminará con su muerte y resurrección. En efecto, Jesucristo es la fuente inagotable del Espíritu de Dios para todo hombre que se abre a la salvación que él ofrece.

3. Queridos hermanos y hermanas, esta fiesta pone de relieve una de las prioridades espirituales de nuestro camino hacia el Año santo: la necesidad de profundizar cada vez más nuestra convicción de que el bautismo es el «fundamento de la existencia cristiana» (Tertio millennio adveniente, 41). Quien recibe este sacramento es bautizado en el Espíritu de Dios, para ser injertado en Cristo y formar con él y con sus hermanos «un solo cuerpo» (1 Co 12, 13). ¡Don inmenso! Tendríamos que festejar el día de nuestro bautismo de la misma manera que el de nuestro cumpleaños! Pero, ¿cuántos bautizados son plenamente conscientes de lo que han recibido? Es necesario volver a impulsar la catequesis, para redescubrir este don que también implica una gran responsabilidad. Que la Madre de Dios, Madre de Jesús nos acompañe en este camino exigente de fortalecimiento de nuestra fe.



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