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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 17 de agosto de 1997

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Comienza mañana en París la XII Jornada mundial de la juventud, etapa significativa en el camino de la Iglesia hacia el gran jubileo del año 2000. Nos hemos preparado para esta importante cita con la oración y, a lo largo de los domingos anteriores, hemos reflexionado juntos sobre algunos temas del próximo encuentro internacional de la juventud. A

hora, quisiera dirigirme sobre todo a los jóvenes que van a tomar parte en esta intensa semana de comunión espiritual y de jubilosa celebración en convivencia.

2. Queridos jóvenes, un acontecimiento tan extraordinario como éste os brinda la ocasión de realizar una experiencia directa de la catolicidad de la Iglesia. En efecto, en la capital francesa se reunirán chicos y chicas que proceden de diversas naciones del mundo. Y estarán también unidos espiritualmente con ellos todos los que, desde los diferentes continentes, a pesar de hallarse lejos físicamente, se dirigirán a París con su mente y con su corazón.

Es la Iglesia de los jóvenes la que se da cita. Mi deseo más cordial es que el entusiasmo propio de vuestra edad ayude a todo el pueblo de Dios a tomar conciencia de la altísima vocación a la que Jesús lo llama. Que vuestro ejemplo sirva de estímulo especialmente a vuestros coetáneos, que buscan dar un sentido auténtico a su existencia.

3. «Id por todo el mundo» (Mc 16, 15). Esta invitación del Resucitado a los discípulos resuena también para vosotros, llamados a ser apóstoles de Cristo en nuestro tiempo. La estancia en París constituirá para vosotros una ocasión de fuerte compromiso eclesial y misionero. Con sus momentos de diálogo y reflexión, con las celebraciones litúrgicas y los ratos de contemplación, os ayudará a vivir de modo nuevo la presencia y la acción del Espíritu, «que actúa en la Iglesia tanto sacramentalmente, sobre todo por la confirmación, como a través de los diversos carismas, tareas y ministerios que él ha suscitado para su bien» (Tertio millennio adveniente, 45).

Fortalecidos en la fe y conscientes de la efusión del Espíritu Santo, recibido en los sacramentos del bautismo y la confirmación, volveréis a vuestros países de origen con renovado celo. Seréis mensajeros de esperanza y testigos del amor misericordioso del Señor.

María, santuario del Espíritu Santo, que en el cenáculo perseveró en oración con los Apóstoles, acompañe con su protección la próxima Jornada mundial de la juventud.



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