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VIAJE APOSTÓLICO A SARAJEVO

REGINA CAELI

Domingo 13 de abril de 1997

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Al término de esta solemne concelebración, mientras, según una antigua y hermosa tradición, en todo el mundo se elevan las alabanzas a la Madre de Dios con el rezo del Regina caeli, mi pensamiento y mi oración se dirigen a toda la región donde viven, junto con otros pueblos, los eslavos del sur. A los cristianos de esas tierras les une una característica común significativa: su profunda devoción y su gran amor a la Madre de Dios.

Con intensa gratitud a Dios recuerdo las visitas que pude realizar a Albania, en abril de 1993, a Croacia, en septiembre de 1994, y a Eslovenia, en mayo del año pasado. Mientras ya se acerca a su fin mi estancia en Sarajevo y en Bosnia-Herzegovina, quiero enviar un saludo cordial a todas las poblaciones de la vecina República federal de Yugoslavia, que deseo visitar desde hace tanto tiempo y que acompaño con mi solidaridad, unida a mi oración, en sus dificultades y esperanzas. Ex preso también mis mejores deseos a las poblaciones de la ex República yugoslava de Macedonia, para las que pido al Señor paz y prosperidad.

2. Como en cualquier otra parte del mundo, también en esas regiones la Santa Sede promueve el respeto a la igual dignidad de los pueblos y a su derecho de elegir libremente su futuro. Al mismo tiempo, se esfuerza para que se salvaguarde todo espacio posible de solidaridad mutua, en un clima de pacífica convivencia civil.

Esto requiere la valentía de la clarividencia y la paciencia de los pequeños pasos, para que el espíritu de entendimiento leal y constructivo florezca hasta dar frutos abundantes. El clima de paz y respeto recíproco es el único camino para combatir de la manera más eficaz los nacionalismos exasperados, culpables de tantos lutos y de tantos daños pasados y recientes.

Estas tierras, donde Oriente y Occidente han sentido más el esfuerzo del diálogo y de la colaboración recíproca, se han convertido en el símbolo de nuestro siglo, sembrado de amarguras pero también rico en promesas para toda Europa.

3. Desde Sarajevo, ciudad símbolo de este siglo XX que está a punto de terminar, llegue a todos los pueblos europeos el llamamiento a un compromiso solidario en favor de la paz. Ojalá que el nuevo milenio, ya a las puertas, comience con la firme decisión de construir una era de crecimiento civil en la concordia, con la aportación de los dones particulares con los que Dios, Señor y Padre de todos los pueblos, ha enriquecido a cada nación a lo largo de su historia.

Este es el deseo cordial que, con confianza, junto con vosotros, encomiendo a María, Reina de la paz, invocándola con la tradicional oración del tiempo pascual.



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