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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

 Castelgandolfo, domingo 1 de septiembre

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. En muchos países, el mes de septiembre marca la reanudación de las actividades laborales y escolares, después de la pausa estiva, que espero haya sido serena y fecunda para todos. Algunos han aprovechado el verano para participar en encuentros de oración, cursos de formación espiritual, campos de trabajo y de servicio. Ahora es el momento de compartir con las familias, los amigos, los grupos, las comunidades y las asociaciones las experiencias vividas, llevando a la vida de cada día entusiasmo, serenidad y alegría. Este es el modo de ser "sal y luz" de la tierra, como recordé a los jóvenes reunidos en Toronto para la Jornada mundial de la juventud.

2. En el plano psicológico, la vuelta a la vida ordinaria no siempre es fácil, más aún, a veces implica algunas dificultades de adaptación a los compromisos diarios. Pero en la "cotidianidad" Dios nos llama a conseguir la madurez de la vida espiritual, que consiste precisamente en vivir de modo extraordinario las cosas ordinarias.

En efecto, la santidad se alcanza en el seguimiento de Cristo, no evadiéndose de la realidad y de sus pruebas, sino afrontándolas con la luz y la fuerza de su Espíritu. Todo esto tiene su más profunda comprensión en el misterio de la cruz, como subraya bien la liturgia de este domingo. Jesús invita a los creyentes a tomar cada día su cruz y a seguirlo (cf. Mt 16, 24), imitándolo hasta la entrega total a Dios y a los hermanos.

3. Queridos peregrinos de lengua francesa, amad a Cristo y seguidlo, incluso hasta el Calvario, para encontrar la verdadera vida que el Padre os dará. Os bendigo de todo corazón.

Me complace dar la bienvenida a los nuevos estudiantes del Colegio pontificio norteamericano de Roma. Que vuestro estudio de la teología profundice vuestro amor a Cristo y os convierta en testigos felices y eficaces del Evangelio. Saludo también a los estudiantes del Campus Roma de la Universidad de Dallas. Sobre todos los peregrinos y visitantes de lengua inglesa invoco cordialmente la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.

Saludo muy cordialmente a los peregrinos y visitantes de los países de lengua alemana. Que estas vacaciones os regalen a todos felicidad y nuevas fuerzas para las tareas diarias. Que Dios os bendiga y proteja.

Me es grato saludar a los peregrinos de lengua española. Que el Señor os conceda abundantes gracias y bendiciones para cumplir su voluntad cada día de vuestra vida.

Saludo a todos los peregrinos de lengua portuguesa, entre los cuales incluyo al grupo de la Misión de los Frailes Menores Conventuales de Viseu. A todos concedo de buen grado mi bendición apostólica como prenda de abundantes dones divinos.

Ahora saludo a los peregrinos que han venido de Polonia: de Sanok, al grupo de niños de Lódz llamados "Campanillas Franciscanas", al Liceo católico y a los peregrinos que han llegado individualmente.

El 1 de septiembre nos recuerda el comienzo, el estallido de la segunda guerra mundial y todos los trágicos acontecimientos de aquella guerra. Abracemos con el pensamiento y la oración a los millones de víctimas del terror bélico y a todos los que combatieron heroicamente por la libertad de la patria. Que el sufrimiento y las tristes experiencias de todos los que sobrevivieron contribuyan a la construcción de una paz duradera, que es el derecho y el bien de todos los hombres. ¡Que Dios bendiga a todos! A todos los que me escuchan aquí y en la tierra polaca, en Cracovia, a todos. "De la peste, del hambre y de la guerra, líbranos, oh Señor".

Saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los fieles de la parroquia del Santísimo Salvador de Velletri; a los confirmandos de Lonato, Mologno y Angarano de Bassano del Grappa, así como a sus familiares; y a la banda musical de la parroquia de San Pedro de Orsenigo.

Dirijo un saludo especial a la comunidad parroquial de Castelgandolfo, que celebra la fiesta de su patrono san Sebastián.

4. Que la Virgen María nos enseñe y nos ayude a hacer de nuestra existencia un humilde y gozoso canto de alabanza a Dios, a cuyos ojos un gesto de amor vale más que empresas grandiosas. Que María nos sostenga en nuestro compromiso diario para que, como exhorta hoy el Apóstol, no nos acomodemos a la mentalidad del mundo, sino que renovemos nuestra mente para "distinguir cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12, 2).

 



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