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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 9 de octubre de 2002

 

Todos los pueblos alaben a Dios 

1. Acaba de resonar la voz del antiguo salmista, que ha elevado al Señor un canto jubiloso de acción de gracias. Es un texto breve y esencial, pero que se abre a un inmenso horizonte, hasta abarcar idealmente a todos los pueblos de la tierra.

Esta apertura universalista refleja probablemente el espíritu profético de la época sucesiva al destierro babilónico, cuando se deseaba que incluso los extranjeros fueran llevados por Dios al monte santo para ser colmados de gozo. Sus sacrificios y holocaustos serían gratos, porque el templo del Señor se convertiría en "casa de oración para todos los pueblos" (Is 56, 7).

También en nuestro salmo, el número 66, el coro universal de las naciones es invitado a unirse a la alabanza que Israel eleva en el templo de Sión. En efecto, se repite dos veces esta antífona:  "Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben" (vv. 4 y 6).

2. Incluso los que no pertenecen a la comunidad elegida por Dios reciben de él una vocación:  en efecto, están llamados a conocer el "camino" revelado a Israel. El "camino" es el plan divino de salvación, el reino de luz y de paz, en cuya realización se ven implicados también los paganos, invitados a escuchar la voz de Yahveh (cf. v. 3). Como resultado de esta escucha obediente temen al Señor "hasta los confines del orbe" (v. 8), expresión que no evoca el miedo, sino más bien el respeto, impregnado de adoración, del misterio trascendente y glorioso de Dios.

3. Al inicio y en la parte final del Salmo se expresa el deseo insistente de la bendición divina:  "El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros (...). Nos bendice el Señor nuestro Dios. Que Dios nos bendiga" (vv. 2. 7-8).

Es fácil percibir en estas palabras el eco de la famosa  bendición sacerdotal que Moisés enseñó, en nombre de Dios, a Aarón y a los descendientes de la tribu sacerdotal:  "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz" (Nm 6, 24-26).

Pues bien, según el salmista, esta bendición derramada sobre Israel será como una semilla de gracia y salvación que se plantará en el terreno del mundo entero y de la historia, dispuesta a brotar y a convertirse en un árbol frondoso.

El pensamiento va también a la promesa hecha por el Señor a Abraham en el día de su elección:  "De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y serás tú una bendición. (...) Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra" (Gn 12, 2-3).

4. En la tradición bíblica uno de los efectos comprobables de la bendición divina es el don de la vida, de la fecundidad y de la fertilidad.

En nuestro salmo se alude explícitamente a esta realidad concreta, valiosa para la existencia:  "La tierra ha dado su fruto" (v. 7). Esta constatación ha impulsado a los estudiosos a unir el Salmo al rito de acción de gracias por una cosecha abundante, signo del favor divino y testimonio ante los demás pueblos de la cercanía del Señor a Israel.

La misma frase llamó la atención de los Padres de la Iglesia, que partiendo del ámbito agrícola pasaron al plano simbólico. Así, Orígenes aplicó ese versículo a la Virgen María y a la Eucaristía, es decir, a Cristo que procede de la flor de la Virgen y se transforma en fruto que puede comerse. Desde esta perspectiva "la tierra es santa María, la cual viene de nuestra tierra, de nuestro linaje, de este barro, de este fango, de Adán". Esta tierra ha dado su fruto:  lo que perdió en el paraíso, lo recuperó en el Hijo. "La tierra ha dado su fruto:  primero produjo una flor (...); luego esa flor se convirtió en fruto, para que pudiéramos comerlo, para que comiéramos su carne. ¿Queréis saber cuál es ese fruto? Es el Virgen que procede de la Virgen; el Señor, de la esclava; Dios, del hombre; el Hijo, de la Madre; el fruto, de la tierra" (74 Omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, p. 141).

5. Concluyamos con unas palabras de san Agustín en su comentario al Salmo. Identifica el fruto que ha germinado en la tierra con la novedad que se produce en los hombres gracias a la venida de Cristo, una novedad de conversión y un fruto de alabanza a Dios.

En efecto, "la tierra estaba llena de espinas", explica. Pero "se ha acercado la mano del escardador, se ha acercado la voz de su majestad y de su misericordia; y la tierra ha comenzado a alabar. La tierra ya da su fruto". Ciertamente, no daría su fruto "si antes no hubiera sido regada" por la lluvia, "si no hubiera venido antes de lo alto la misericordia de Dios". Pero ya tenemos un fruto maduro en la Iglesia gracias a la predicación de los Apóstoles:  "Al enviar luego la lluvia mediante sus nubes, es decir, mediante los Apóstoles, que anunciaron la verdad, "la tierra ha dado su fruto" con más abundancia; y esta mies ya ha llenado el mundo entero" (Esposizioni sui Salmi, II, Roma 1970, p. 551).


Saludos

Saludo a todos los peregrinos de lengua española, venidos desde España, Perú, Venezuela, Chile y México. A ellos y a los demás grupos presentes les deseo que esta visita a Roma sea una ocasión propicia para fortalecer la fe. Con mis mejores deseos.

(A los fieles lituanos)
El salmo que hemos escuchado hoy nos invita a alabar al Señor para que el mundo conozca la salvación. Sed testigos de Cristo con vuestra alegría y con la fuerza de la fe.

(A los peregrinos húngaros )
Ayer habéis celebrado la fiesta de la Magna Domina Hungarorum, de la Regina Hungariae. Invocando su intercesión os imparto gustoso la bendición apostólica.

(A los peregrinos de la República Checa)
Que este encuentro con el Sucesor de san Pedro sirva para confirmar vuestra fe y vuestro generoso compromiso de testimonio cristiano. Con estos pensamientos, invoco de corazón sobre vosotros y vuestros seres queridos abundantes bendiciones del cielo.

(A los peregrinos eslovacos)
La plegaria del rosario es una oración de comunión. Cread y reforzad también vosotros esta comunión de oración con Jesús y su Madre y con los hermanos. Que os ayude en ello la Virgen del Rosario. Con este deseo os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.

(En italiano)
Saludo con afecto también a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Octubre, mes del rosario, nos invita a valorar cada vez más esta plegaria tan apreciada tradicionalmente por el pueblo cristiano. Os invito, queridos jóvenes, a rezarla cada día. A vosotros, queridos enfermos, os animo a abandonaros con confianza en las manos de María, invocándola incesantemente con el santo rosario. Y a vosotros, queridos esposos, os exhorto a no descuidar nunca esta meditación de los misterios de Cristo, hecha con la mirada de la Virgen.

Mañana se celebra la "Jornada mundial de la vista". Manifiesto mi cercanía espiritual a cuantos padecen enfermedades en los ojos, y animo a los que intervienen para la prevención y la curación de la ceguera a perseverar con empeño en su importante actividad.


Llamamiento en favor de la paz en el continente africano

Del continente africano, ya duramente probado por calamidades y conflictos, siguen llegando inquietantes noticias relativas a Costa de Marfil, que corre el peligro de perder el bien fundamental de la paz.

Os invito a uniros a mi oración, para que el Señor inspire a todos propósitos de reconciliación y sostenga los esfuerzos de la comunidad internacional, en especial de la Unión africana, encaminados a favorecer el diálogo.

 



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