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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL DIRECTOR DE «L'OSSERVATORE ROMANO»
EN EL 120 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN

 

Al profesor Valerio Volpini, Director de L'Osservatore Romano.
Ciudad del Vaticano.

La conmemoración de los 120 años de vida de "L'Osservatore Romano", con la que se desea dar a conocer mejor la idea inspiradora que determinó el nacimiento del periódico y ha guiado su camino, ofrece ocasión propicia para orientaciones y estímulos con miras al futuro.

1. Abarcando en rápida síntesis más de un siglo de historia, en el que se han sucedido acontecimientos memorables, tanto felices como dramáticos, cual la celebración de los dos Concilios Ecuménicos, la obra de 10 Sumos Pontífices, dos trágicas guerras mundiales, adversidades y contrastes sufridos por la Iglesia en Europa y en otros continentes, las fluctuantes vicisitudes de ideologías a veces contrastantes con la visión cristiana del hombre, se debe reconocer que en todas las situaciones "L'Osservatore Romano" ha sido instrumento de una misión superior de verdad y de paz.

Y no puede silenciarse el valor de testimonio histórico del diario: más de un siglo de vida eclesial y civil está al alcance de todos los estudiosos y fieles que deseen conocer cuáles han sido el pensamiento y las orientaciones de la Santa Sede a propósito de determinadas cuestiones en los tiempos modernos. Para este sector "L'Osservatore Romano" constituye una fuente copiosa e insustituible.

Su historia, en cierto modo, se confunde con la de la Iglesia misma y con la de su interés constante por salvaguardar, especialmente en las horas más inciertas y tenebrosas para la humanidad, la libertad y la dignidad de la persona humana.

2. "L'Osservatore Romano", sensible a los problemas y a las ansias que caracterizan al hombre en la búsqueda continua del significado del propio destino, se ha propuesto llevar a cabo una acción informativa, objetiva y serena y, al mismo tiempo, una acción formativa.

Esta reflexión podría interpretar el ideal y el programa, de "L'Osservatore Romano": esto es, ayudar a individuar en el flujo de los hechos cotidianos "el punto" firme y válido sobre el que apoyarse para orientar al hombre y a la sociedad hacia metas dignas de una vocación transcendente. Al realizar esta tarea formativa, el diario cumple de manera eminente lo que escribió mi venerado predecesor Juan XXIII, hace 20 años, con ocasión del centenario de la fundación, esto es, ser "no sólo testigo, sino artífice de historia".

3. Quiero partir de esta reflexión para decir una palabra de viva exhortación expresando un ferviente deseó.

-"L'Osservatore Romano" deberá permanecer siempre fiel a su inspiración originaria, para ser voz autorizada, única y típica, en virtud de su amplio horizonte de observación, de las ricas fuentes de información, del autorizado juicio de orientación y de su función benéfica de educación: éste es en síntesis el juicio que manifestó Pablo VI, de venerada memoria, cuando todavía era arzobispo de Milán.

Esta credibilidad, sin embargo, se presenta cargada de llamadas al más elevado sentido de responsabilidad, tanto ante la Iglesia como ante la sociedad. ¿Qué es lo que especialmente necesitan, de qué notan la urgencia apremiante? Ante todo de verdad y de certeza.

El diario debería haberse llamado originariamente "El amigo de la verdad": , verdad sobre la Iglesia y sobre el Romano Pontífice, objeto frecuentemente de acusaciones infundadas y de ataques desde diversas y opuestas vertientes; verdad sobre las Vicisitudes del mundo; verdad sobre la doctrina revelada combatida desde fuera y falseada incluso desde dentro; verdad sobre la misión de paz, reconciliación y de caridad ejercitada por la Santa Sede en las relaciones con los Estados, en el concierto de la comunidad internacional; verdad sobre la naturaleza y el fundamento de la acción eclesial, tanto en el campo doctrinal como en el pastoral.

"Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8, 32), ha advertido el Maestro divino, a fin de que "se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el hombre y sobre el mundo" (Redemptor hominis, 12).

El ejercicio de esta misión requiere atenta vigilancia, equilibrada prudencia, fina delicadeza, perspicaz clarividencia. Así, pues, es necesario reforzar la unidad en la mutua colaboración para prestar un servicio a la verdad y, por lo tanto, a Cristo, mediante una diligencia asidua, acompañada de la oración y animada por la especial perspectiva del periódico.

Me complace, finalmente, expresar un deseo cordial: "L'Osservatore Romano" ha vivido y registrado el curso de una edad en la que el miedo y la angustia parecían prevalecer sobre la esperanza. Nuestra mirada común debe dirigirse al futuro, individuando con realismo las dificultades que se delinean en el horizonte; pero sobre todo fijándose en las fuentes y en los motivos de la esperanza que no defrauda, porque está fundada en el amor de Dios que ha sido derramado en abundancia sobre nuestros corazones (cf. Rom 5, 5).

"L'Osservatore Romano" en este tramo final del segundo milenio de la era cristiana, deberá hacerse portavoz de confianza evangélica, descubriendo en la noticia todo signo posible de esperanza para ofrecerlo al mundo; el signo de una voluntad, a veces sólo velada, de construir un porvenir más conforme a los destinos superiores del hombre.

Al hacer particularmente propia esta tarea, "L'Osservatore Romano" se convertirá también en modelo de instrumento de comunicación social, con miras a la evangelización. En conformidad con las orientaciones del Magisterio de la Iglesia, tan amplio y concreto en este sector, el órgano vaticano podrá testimoniar, con trabajo profesionalmente valioso y vivificado de sentido apostólico, que los "media" cristianos, mientras realizan el servicio de la verdad, de la bondad y de la belleza, se proponen, además, ser canales de esperanza para la humanidad.

Al expresarle estos deseos cordialísimos, elevo mi plegaria al Señor invocando sobre toda la familia de "L'Osservatore Romano" los dones copiosos y consoladores de la asistencia divina, en prenda de los cuales imparto con paterno afecto mi bendición apostólica.

Vaticano, 1 de noviembre de 1981, IV año de mi pontificado.

 

IOANNES PAULU PP. II

 



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