CONFERENCIA DE PAZ DE MADRID
MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE LA UNIÓN SOVIÉTICA MIJAÍL GORBACHOV
Al presidente Mijaíl Gorbachov
Me dirijo a usted, en su calidad de co-presidente de la Conferencia dedicada al Oriente Medio, que comenzará mañana en Madrid, para expresarle mis más cordiales deseos. Abrigo la esperanza de que esta Conferencia señale el comienzo de un proceso de paz fructuoso, tan vivamente esperado por los pueblos afectados y por todos los hombres de buena voluntad. He manifestado los mismos deseos al señor George Bush, presidente de los Estados Unidos de América, que comparte con usted la presidencia de la reunión, y los manifiesto igualmente a todos los participantes.
Los problemas que se van a afrontar son profundos y graves, por lo que el camino no será ni fácil ni breve, y esta primera etapa sólo será rica de sentido e histórica en la medida en que se manifiesten en ella una verdadera voluntad de diálogo y un deseo auténtico de llegar a la paz en la justicia.
Espero que su influencia, lo mismo que la de todos los que con perseverancia y buena voluntad han hecho posible este acontecimiento, pueda realmente favorecer un clima de confianza y de comprensión. Efectivamente, sólo así se podrán superar los recuerdos y las experiencias amargas de tantos años de conflicto, inseguridad y sufrimiento.
He seguido con gran atención todos los pasos que han llevado a la realización de esta reunión y le aseguro que seguiré con igual interés el desarrollo de sus trabajos. Como usted sabe, la Sede apostólica ha deseado la paz para la región de Oriente Medio desde hace muchos años, pidiendo que se ponga fin cuanto antes a las situaciones de injusticia grave, teniendo en cuenta las aspiraciones legítimas de todas las partes. Además, es importante observar que esos pueblos pertenecen a las tres religiones monoteístas que tienen en esa tierra sus raíces y sus lugares santos más queridos.
Formulo estos deseos y esperanzas en la oración, a fin de que la Providencia divina recompense los esfuerzos emprendidos y permita que las negociaciones que se van a desarrollar produzcan los frutos esperados.
Vaticano, 29 de octubre de 1991.
JUAN PABLO II
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