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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A SU SANTIDAD ALEXIS II,
PATRIARCA DE MOSCÚ Y DE TODAS LAS RUSIAS

 

A Su Santidad
ALEXIS II
Patriarca de Moscú
y de todas las Rusias

Después de un largo período de pruebas y sufrimientos, que se han abatido sobre la Iglesia ortodoxa rusa y sobre el pueblo ruso durante el último siglo, el Señor de la historia, que lo dispone todo de acuerdo con su voluntad, nos concede hoy vivir en la alegría y la esperanza común, con motivo del regreso del icono de la Madre de Dios de Kazan a su patria.

Con el gozo y los sentimientos de comunión que me impulsan y que han impulsado a mis predecesores, siempre interesados por el pueblo ruso, me alegra que Su Santidad reciba hoy a la delegación que le he enviado. La delegación, guiada por los cardenales Walter Kasper y Theodore Edgar McCarrick, tiene la misión de entregarle a usted este sagrado icono, tan íntimamente vinculado a la fe y a la historia de los cristianos de Rusia.

Por un insondable designio de la divina Providencia, durante los largos años de su peregrinación, la Madre de Dios, en su sagrado icono conocido como Kazanskaya, ha reunido en torno a sí a los fieles ortodoxos y a sus hermanos católicos de otras partes del mundo, que han orado fervientemente por la Iglesia y por el pueblo que ella ha protegido a lo largo de los siglos. Más recientemente, la divina Providencia permitió que el pueblo y la Iglesia en Rusia recuperaran su libertad y se desplomara el muro que separaba la Europa oriental de la occidental. A pesar de la división que lamentablemente aún persiste entre los cristianos, este sagrado icono es como un símbolo de la unidad de los discípulos del Hijo unigénito de Dios, de Aquel hacia quien nos guía a todos.

El Obispo de Roma ha orado ante este sagrado icono, pidiendo que llegue el día en que todos estemos unidos y podamos proclamar al mundo, con una sola voz y en una comunión visible, la salvación de nuestro único Señor y su triunfo sobre todas las fuerzas del mal que atacan nuestra fe y nuestro testimonio de unidad.

Hoy me uno en la oración a usted, querido hermano, al Episcopado de la Iglesia ortodoxa rusa, a los sacerdotes, a los monjes y monjas, y al pueblo de Dios que está en Rusia. A esta oración se unen todos los hijos e hijas de la Iglesia católica en su profunda devoción y veneración hacia la santísima Madre de Dios. Que esta venerable imagen nos guíe a todos en nuestro camino evangélico de seguimiento de Cristo, y proteja al pueblo al que regresa y a toda la humanidad. Que la santísima Madre de Dios dirija su mirada maternal hacia los hombres y las mujeres de nuestro tiempo; que sostenga a los creyentes, para que no se aparten del camino que Dios les ha trazado:  el anuncio de Jesucristo, camino, verdad y vida, y un testimonio valiente de su fe en la sociedad y en todas las naciones. Hoy oramos con confianza a la santísima Virgen, porque ella implora para nosotros y para todas las naciones el don de la paz.

Con estos sentimientos de caridad, en la alegría por el acontecimiento que celebramos hoy, y con la mirada puesta en la santísima Madre de Dios, intercambio con Su Santidad un beso fraternal en nuestro Señor.

Vaticano, 25 de agosto de 2004

JUAN PABLO II



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