MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL DIRECTOR GENERAL DE LA UNESCO
CON MOTIVO DE LA JORNADA MUNDIAL DE ALFABETIZACIÓN*
Al señor Amadou-Mahtar M'Bow,
Director General de la UNESCO.
La Jornada anual de Alfabetización me ofrece la feliz oportunidad de repetiros lo mucho que aprecio la acción de vuestra Organización en el ámbito de la alfabetización, que representa uno de los más importantes factores de promoción del hombre y del desarrollo de los pueblos.
Especialmente a partir de la Conferencia de Teherán de 1965, gracias sobre todo a la UNESCO, la opinión pública ha tomado conciencia de la gravedad del problema de la alfabetización.
La UNESCO ha jugado un papel de primera línea promocionando los estudios, las experiencias y los intercambios sobre las condiciones y los métodos de la alfabetización. También ha permitido que lo que habría podido sólo ser un deseo sin efectos prácticos se tradujese en una acción eficaz. A este respecto, nunca insistiremos demasiado en la continuidad indispensable de la alfabetización, sin la que ésta correría el riesgo de ser efímera, a saber, y principalmente, en la producción de libros y en la promoción de la lectura entre los nuevos alfabetizados. Aprecio de manera particular la acción de la UNESCO en favor de una alfabetización, la cual, al mismo tiempo que responde a necesidades económicas y prácticas, apunta fundamentalmente a la promoción y desarrollo del hombre a nivel de su vocación espiritual.
Manifiesto de todo corazón mis deseos de que esta acción acentúe aún más su dinamismo en 1985, con la ayuda del Año Internacional de la Juventud, por una parte, y de la Conferencia mundial de Nairobi, que clausura el decenio de la mujer, por otra. ¿No son sobre todo estas dos categorías (los jóvenes, especialmente los que nunca se han beneficiado de la escuela o los que han sido poco escolarizados, y las mujeres) las que representan un enorme número de analfabetos? Sin embargo, estos dos sectores esenciales no pueden hacer olvidar que existen otras muchas personas, más o menos ancianas y sobre todo en el medio rural, que, de una manera adecuada, deben constituir igualmente el objetivo de los esfuerzos de la alfabetización.
Tenga confianza, Señor Director general, en que la alfabetización sigue ocupando un lugar muy relevante en las preocupaciones de la Iglesia. También las realizaciones múltiples y muy diversificadas de esta obra humanitaria motivan de manera particular mi apoyo.
Invoco la luz y la fuerza de Dios Todopoderoso sobre todos los que se consagran por entero, o dedican el tiempo de que disponen, al servicio de esta expansión de la cultura humana entre los pueblos y los individuos más desheredados.
Vaticano, 29 de agosto de 1984
JUAN PABLO II
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 49, p.10
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