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MENSAJE DEL SSANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE LA UNIÓN CATÓLICA DE LA PRENSA ITALIANA

 

Al doctor EMILIO ROSSI
Presidente de la Unión católica
de la prensa italiana

1. Al término de la iniciativa "Muchachos y medios de comunicación social:  cien encuentros", promovida por la Unión católica de la prensa italiana, de la que usted es presidente, me complace saludarles cordialmente a usted y a los participantes, a la vez que les expreso mi más vivo aprecio por la actividad que la asociación está desarrollando.

Los numerosos encuentros sobre el argumento "Muchachos y medios de comunicación social", realizados con diversas fórmulas en muchas ciudades italianas, han ayudado a agentes y usuarios de las comunicaciones sociales a percibir que se halla muy difundida y ejerce cada vez mayor influjo la presencia de los medios de comunicación social en la sociedad. Es una presencia que plantea nuevos problemas e interpela a las familias, a los educadores, a los agentes y a cuantos se preocupan especialmente por el futuro de las nuevas generaciones.

2. Es innegable que la rápida difusión de los medios de comunicación social ha ofrecido a los muchachos posibilidades más amplias de aprendizaje y de conocimiento. Es justo reconocer y valorar estos elementos positivos, aunque vayan apareciendo algunos aspectos problemáticos, que es oportuno constatar.

Con frecuencia la televisión es para los muchachos el principal punto de referencia, con valores y funciones inadecuados, que ejercen una influencia negativa en su desarrollo, sobre todo cuando su uso prolongado llega casi a sustituir la presencia de los padres. Aunque todos parecen estar de acuerdo en sostener la eliminación de cualquier forma de explotación de los menores por parte de los medios de comunicación social, es preciso reconocer que son pocos los programas destinados a ellos y que respondan a sus exigencias. Por tanto, es urgente realizar programas que, respetando las dinámicas pedagógicas y los valores éticos, tengan en cuenta la sensibilidad y las exigencias educativas de los muchachos.

3. Asimismo hay que tener en cuenta que los menores también siguen, solos o junto con sus padres, la programación habitual. Ciertamente, para señalar los diversos tipos de programas son útiles las medidas adoptadas, pero estas no pueden constituir de ningún modo una coartada para delegar en las familias toda la responsabilidad. En efecto, no basta prohibir para tutelar al menor; más bien, es necesario proponer productos, sobre todo televisivos, que no necesiten prohibiciones, elevando al mismo tiempo su calidad. Hacen falta programas que promuevan el crecimiento de la persona, el sentido del bien y la capacidad de afrontar correctamente, sin traumas ni distorsiones, incluso los aspectos más difíciles de la existencia. Sobre todo, es urgente indicar, a través de los medios de comunicación social, valores y modelos que muestren las verdades fundamentales sobre el ser humano y sobre los grandes interrogantes que se plantea. Entre ellas, de modo especial, hay que mencionar las verdades religiosas, que pueden proporcionar respuestas adecuadas a las preguntas más profundas que acompañan el crecimiento y el desarrollo de la persona.

4. Al inicio de mi pontificado, en el marco del Año internacional del niño, dije que las posibilidades y los medios de que disponen los adultos para este propósito son enormes. Los adultos pueden estimular la capacidad de escucha del niño o bien adormecerlo y -Dios no lo quiera- intoxicarlo irremediablemente (cf. Mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1979 L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de mayo de 1979, p. 12). Es una responsabilidad gravísima, a la que se pueden aplicar las palabras más severas que pronunció Cristo, precisamente para evitar dar escándalo a los niños y a los débiles (cf. Mt 18, 6).

Por tanto, prestar atención a los muchachos en el campo de los medios de comunicación social es uno de los principales paradigmas de civilización y progreso; es una tarea exaltante a la que todos deben contribuir según su función y su competencia. Es una tarea que forma parte de la pedagogía social, a través de la cual pueden educarse las nuevas generaciones, ayudándoles a expresar plenamente el bien depositado en su corazón, sin contaminarlo ni esterilizarlo jamás.

Desde este punto de vista, son extraordinarias las potencialidades de los nuevos medios de comunicación social, como Internet y las tecnologías multimediales, cada vez más difundidas e interactivas, que exigen ulteriores competencias y toma de responsabilidad por parte de los organismos encargados de las garantías sociales. Con su aparición, nos encontramos ante un "umbral decisivo", como recordé en el Mensaje para la XXXVI Jornada mundial de las comunicaciones sociales, que celebraremos el próximo 12 de mayo, y que estará dedicada precisamente al tema "Internet:  un nuevo foro para la proclamación del Evangelio". Se trata de un umbral que hay que "cruzar valientemente", con discernimiento y al mismo tiempo con audacia, para garantizar a las generaciones futuras un ambiente libre de toda instrumentalización y de todo abuso.

5. Por último, quisiera aprovechar esta ocasión para dirigir un llamamiento a los que tienen responsabilidades, de diverso tipo, en este ámbito. A los gobernantes y a las instituciones encargadas de la tutela de los menores les pido que trabajen para que el respeto de los derechos de los menores se considere como criterio primario e imprescindible en la valoración de la actividad de los medios de comunicación social. Invito a los padres a ejercer una atenta vigilancia educativa, tanto en casa como, de manera asociada, en la sociedad. A los agentes de la comunicación y, en particular, a los editores y productores, les pido que inviertan en proyectos adecuados para los menores, teniendo presentes las exigencias de los muchachos.

A la vez que doy gracias a los queridos representantes de la Unión católica de la prensa italiana por lo que ya hacen, los animo a continuar, implicando cada vez a más personas, en la promoción de una nueva y más rica época social y cultural, capaz de entablar una relación constructiva y respetuosa entre los medios de comunicación social y los muchachos. Que la predilección de Jesús por los niños (cf. Mc 10, 13-16), que los señalaba como modelo para acoger su reino (cf. Mt 18, 3-4), sea para cada uno estímulo y ejemplo a fin de favorecer una comunicación a la medida del hombre y atenta al bien común, especialmente al bien de los niños.

La Virgen María acompañe con solicitud materna a cuantos se comprometen en un sector de tanta importancia para la formación de la juventud. Asegurando mi oración por cada uno de ellos, a todos imparto con afecto mi bendición.

Vaticano, 18 de abril de 2002

JUAN PABLO II



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