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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 A UN CONGRESO SOBRE LA ESPIRITUALIDAD Y EL COMPROMISO DE LOS LAICOS

 

A su excelencia reverendísima
Monseñor MICHELE PENNISI
Obispo de Piazza Armerina

Me ha complacido mucho saber que los días 9 y 10 del corriente mes de noviembre tendrá lugar en Enna un congreso sobre el tema:  "La espiritualidad y el compromiso de los laicos en la caridad, fundamento de la justicia y de una auténtica promoción humana". Este encuentro, organizado por el Instituto de promoción humana "Mons. Francesco di Vincenzo", por la Renovación en el Espíritu Santo y por la delegación regional de la Cáritas de Sicilia, ofrecerá la ocasión para presentar el proyecto "Polo de excelencia de promoción humana y de solidaridad", dedicado a Mario y Luigi Sturzo

Al dirigir mi cordial saludo a los organizadores y a cuantos intervengan en el Congreso, expreso mi sincero aprecio por esta iniciativa, que responde muy bien a la orientación pastoral indicada en la carta apostólica Novo millennio ineunte:  "Muchas cosas serán necesarias para el camino histórico de la Iglesia también en este nuevo siglo; pero si faltara la caridad (ágape), todo sería inútil" (n. 42).

La caridad implica espíritu de fraternidad en la Iglesia, llamada a ser casa y escuela de comunión (cf. ib., 43). Además, la caridad exige por su misma naturaleza prestar una atención operante y concreta a todo ser humano, especialmente a los pequeños y los pobres.

En el vasto campo de acción de esta renovada "creatividad de la caridad" (ib., 50), tienen un papel insustituible que desempeñar los laicos cristianos, llamados a animar con espíritu evangélico todos los ámbitos de la vida social. Para hacerlo, deberán mantener fija su mirada en Cristo, haciéndose cada vez más capaces de auténtica oración contemplativa. Es preciso recomenzar constantemente de él y reconocer su rostro en los hermanos más probados y marginados.

Que la Virgen María, espejo de caridad y justicia, sea para cada uno modelo para imitar y Madre a quien invocar incesantemente. En el contexto espiritual y eclesial del Año del Rosario, que he querido convocar para invitar a los fieles a redescubrir esa valiosa oración, este Congreso asume una importancia singular, especialmente por la obra que desea promover. Que la meditación de los misterios de Cristo, contemplados bajo la guía de María en el rezo del santo Rosario, cree el clima propicio para construir una realidad humana impregnada del amor redentor de Cristo.

Con este fin, aseguro mi recuerdo en la oración, a la vez que expreso mis mejores deseos, que acompaño de buen grado con una bendición apostólica especial.

Vaticano, 8 de noviembre de 2002

JUAN PABLO II



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