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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE JÓVENES PEREGRINOS IRLANDESES


Viernes 23 de febrero de 1979

 

Queridos jóvenes:

Habéis caminado mucho: ¡de Irlanda a Roma! Habéis consagrado el viaje a la causa de la caridad con la esperanza de prestar ayuda a los niños necesitados.

El Papa se siente feliz al veros esta mañana, al recibiros en el Vaticano y confirmar en vosotros el amor cristiano y la fe que es fundamento de todas las virtudes.

Sed inmensamente agradecidos por vuestra fe católica y apostólica. Es un gran don de Dios, concedido a vuestros antepasados y mantenido a lo largo de siglos con gran generosidad y sacrificio.

Esforzaos por vivir siempre una vida que sea coherente con vuestras creencias. Mantened el interés por los demás, la preocupación por loa que sufren. el amor a todos los hombres y mujeres. sean quienes fueren y cualesquiera que sean sus convicciones y su condición de vida. Recordad cómo caracteriza San Juan toda la religión y cómo sintetiza la voluntad de Dios: "Su precepto es que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos mutuamente" (1 Jn 3, 23).

Con otras palabras, queridos jóvenes: Lo que os estoy pidiendo hoy es fidelidad y coherencia. Vuestro llamamiento —la vocación de todos vosotros— es de fidelidad al mensaje de la verdad de Dios, que habéis recibido. En consecuencia, debéis actuar de manera coherente con lo que creéis. Esta coherencia se manifiesta ante todo en amor, amor a los otros generoso, disciplinado, desinteresado, para cumplir el gran mandato: "Si de esta manera nos amó Dios, también nosotros debemos amarnos unos a otros" (1 Jn 4, 11).

Y cuando volváis a vuestras casas, llevad mi bendición a vuestros seres queridos. Envío una bendición apostólica especial a Irlanda.

 



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