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SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA POBLACIÓN DE CASTELGANDOLFO


Domingo 15 de julio de 1979

 

Carísimos hermanos y hermanas:

Os agradezco sinceramente a todos esta acogida tan espontánea y festiva, que inmediatamente me hace sentir como "de casa" en vuestra ciudad, elegida por mis recientes predecesores para su residencia durante el período de descanso veraniego.

Saludo al obispo de Albano, mons. Gaetano Bonicelli, que, con gesto de fraterna comunión, ha querido ofrecerme el testimonio de su afectuosa adhesión y la de todos los fieles de la diócesis. Saludo al párroco y a toda la comunidad parroquial, de la que, durante algún tiempo, tendré el honor y el gusto de sentirme partícipe.

Después, mi saludo se dirige a la familia civil: al señor alcalde y a cuantos comparten con él los cuidados de la administración ciudadana, así como también a los turistas y veraneantes que se unen a la población local para tributarme esta calurosa y simpática bienvenida.

Renuevo a todos la expresión de mi reconocimiento y les invito a que den conmigo gracias al Señor por la profusión de verdor, de flores, de frutos que, en este período, El difunde en torno a nosotros con amplia generosidad.

El tiempo de vacaciones ofrece a muchas personas la oportunidad de un contacto más directo con la naturaleza. Es importante que cada uno de nosotros se haga observador atento de las maravillas de la creación, de su belleza siempre nueva, de su fecundidad inagotable, de su profundidad sugestiva y misteriosa.

El descubrimiento de estos valores, de cuyo encanto nos mantiene alejados la vida con demasiada frecuencia, hace surgir en el corazón un sentimiento de gozosa gratitud, que fácilmente se transforma en plegaria: «¡Bendice, alma mía a Yavé! ¡Yavé, Dios mío!, tú eres grande; estás revestido de majestad y esplendor, envuelto de luz como de un manto. Despliegas los cielos como una tienda; edificas sobre las aguas tus moradas superiores. Haces de las nubes tu carro. avanzando sobre las alas del viento...», con todo lo que sigue del bellísimo Salmo 103.

Expreso a todos el deseo de que el período de vacaciones sirva de ocasión no sólo para el restablecimiento del cuerpo, sino también de renovación para el espíritu. Y al invocar sobre vosotros y sobre vuestros seres queridos los dones de la providente bondad divina, os bendigo de corazón.

 



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