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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS JÓVENES PORTADORES DE LA "ANTORCHA BENEDICTINA"


Domingo 18 de marzo de 1979

 

Queridos jóvenes portadores de la antorcha:

Bienvenidos seáis a la Casa del Papa. que os acoge con gran simpatía y benevolencia, junto con vuestro celoso arzobispo, mons. Alberti. con el abad de Subiaco. padre Stanislao Andreotti, con las autoridades civiles y cuantos, eclesiásticos y laicos, constituyen el comité para las celebraciones del XV centenario del nacimiento de San Benito Abad y de su hermana Santa Escolástica, ilustres y venerados hijos de la noble tierra umbra, patria elegida de santos.

Estoy muy agradecido al señor alcalde de Ascoli Piceno por las palabras que ha querido dirigirme, y a todos vosotros por la delicada iniciativa de haber venido aquí a recibir mi bendición y felicitación antes de comenzar la marcha de la "Antorcha benedictina" que, llevándola en vuestras manos, pasará por todas las ciudades del Lacio y de Umbría, para llegar finalmente a Nursia. donde permanecerá encendida durante todo el tiempo de las fiestas en honor de los dos Santos nursianos.

Al encender y bendecir esta significativa antorcha, formulo el deseo de que en cada una de las ciudades y pueblos por donde pase, suscite sentimientos de fraternidad, de amistad y de paz: sentimientos de los que San Benito fue apóstol infatigable en medio de los pueblos de Europa, que lo vieron comprometido en la acción evangélica por un resurgir cristiano bajo el signo de la cruz y del arado, y del correspondiente lema emblemático: Ora et labora.

¡A la luz esplendente de esta antorcha puedan sentirse hermanos cuantos encontréis a lo largo de los caminos de vuestra caravana. y solucionar los motivos de las discordias y conflictos que hacen a los hombres enemigos entre sí. y los vuelva capaces de perdón recíproco y de respeto, de concordia y colaboración! Sea la vuestra verdaderamente antorcha de luz y de paz en un momento en que el egoísmo y la violencia —como he aludido— hacen notar más que nunca la necesidad de una mayor toma de conciencia de estos inestimables valores cristianos y sociales.

Y a vosotros, queridos jóvenes atletas, que trasladáis con orgullo religioso, y a la vez deportivo, esta antorcha benedictina, no puedo menos de dirigir un pensamiento especial de complacencia por la generosidad con que lleváis adelante y honráis la tradición cristiana de vuestra tierra y la ponéis en práctica, incluso en el singular y esforzado campo del deporte, no menos que en el de las virtudes cristianas, magistralmente descritas por San Benito cuando, en el capitulo IV de su Regla, recomienda al monje, y por lo tanto a cada cristiano, que no sea "soberbio, ni violento, ni comilón, ni soñoliento, ni perezoso, ni murmurador, ni detractor..., sino casto, manso, celoso, humilde, obediente". Tratad de conocer un poco mejor y un poco más las raíces de las que proviene una manera tan hermosa de vivir y testimoniar la propia fe religiosa. Continuad sobre este surco, límpidamente trazado por vuestro santo paisano, y llevadle la aportación de vuestra persona y de vuestra obra.

Este es el augurio que os deseo de todo corazón, rogando por vosotros y con vosotros a vuestro y mi San Benito para que os proteja siempre con su poderosa intercesión. Refuerzo estos deseos con la bendición apostólica que de corazón imparto a todos vosotros y a vuestras familias.

 



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