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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS OBISPOS Y FIELES POLACOS


Saña Pablo VI
Miércoles 16 de mayo de 1979

 

Queridísimos compatriotas:

Quiero saludaros con motivo de este excepcional encuentro con las palabras del saludo cristiano: ¡Alabado sea Jesucristo!

Quiero saludar, junto con vosotros, al cardenal Stefan Wyszynski aquí presente, primado de Polonia, protector de la cura pastoral de los polacos emigrantes; en él vemos todos el excepcional símbolo vivo de la unidad de los polacos en la patria y en todo el mundo. Junto con el cardenal primado, saludo a los Pastores de la Iglesia en Polonia presentes en esta audiencia: Henryk Roman Gulbinowicz, arzobispo de Wroclaw, Kazimierz Jan Majdanski, obispo de Szczecin-Kamien, Józef Glemp, obispo de Warmia, Bronislaw Dabrowski, f.d.p., secretario de la Conferencia Episcopal de Polonia, y Jan Wosinski, obispo auxiliar de Plock.

De modo particular saludo cordialmente al obispo Wladyslaw Rubia, Secretario General del Sínodo de los Obispos, delegado del cardenal primado para la cura pastoral de los polacos emigrantes, y al obispo Szczepan Wesoly, ayudante del obispo Rubin en el mismo ministerio.

Saludo a todos los que atienden pastoralmente a los polacos en todo el mundo, saludo también a las religiosas, que están aquí presentes con todos tos representantes de Polonia en los cinco continentes y en veinte países de todos el mundo.

1. Ha sido posible realizar este encuentro excepcional con ocasión del gran jubileo de San Estanislao. El aniversario de su muerte, acaecida en 1079 a manos del rey Boleslao Smialy, se ha celebrado cada 100 años. La última vez se celebró el 1879 en Cracovia, en Polonia y en todo el mundo. La Providencia divina ha producido hechos tan maravillosos, que este jubileo lo festejan en Polonia y los polacos de la emigración juntos con el Papa, un Papa que hasta hace poco ha sido sucesor de San Estanislao en la cátedra episcopal de Cracovia. El mismo Papa que, junto con el cardenal primado, los obispos de Polonia y particularmente con los obispos que residen en Roma, estaba preparando el programa de este jubileo tanto en Cracovia, como en la Ciudad Eterna.

2. Diversas circunstancias demuestran que el novecientos aniversario del martirio del obispo de Cracovia debe tener un relieve especial también en Roma. Entre otras circunstancias es importante ésta: que San Estanislao, como Patrono principal de Polonia, es testigo particular del milenio de nuestro bautismo; este milenio se ha vivido en una comunión ininterrumpida con la Cátedra de Pedro en Roma. La canonización de San Estanislao tuvo lugar en Asís el 1253; también por esto nuestros pensamientos deben dirigirse a la "tierra italiana", que por vínculos culturales e históricos se ha manifestado cercana a Polonia tantas y tantas veces en el curso de los siglos. Otra circunstancia especial es el aniversario de la institución que, desde su origen, lleva el nombre de San Estanislao. Me refiero a la Residencia Polaca romana anexa a la iglesia de San Estanislao, y cuyo origen —hace 400 años— debemos al Siervo de Dios, cardenal Stanislaw Hozjusz, obispo de Warmia, y uno de los Legados Pontificios en el Concilio de Trento. Esta iglesia, con la residencia de San Estanislao, es un signo particular de la presencia histórica de Polonia en Roma.

3. Es un signo muy importante en nuestros tiempos. He aquí que, después de la segunda guerra mundial, junto a la iglesia de San Estanislao en Roma, tiene su sede el Centro para la cura pastoral de los polacos en el extranjero. Aquí junto a esta iglesia está la sede del Centro principal en el que trabajó hasta 1964 como responsable el arzobispo Józef Gawlina, y después el obispo Wladyslaw Rubin. El cardenal Hozjusz fundó esta residencia romana para los peregrinos que llegan a Roma. Eran los tiempos de la primera República Polaca, los últimos tiempos del siglo de oro de la historia polaca. Se puede pensar que no sólo los peregrinos provenientes de Polonia habrán tenido aquí su residencia, sino precisamente Polonia: esta nación unida desde hace tantos siglos a la Iglesia católica, ha tenido en Roma una casa que testimoniase su presencia entre las otras naciones católicas de Europa.

Desde los últimos años del siglo XIX y después a través del XX, se han realizado dolorosos cambios en nuestra nación y en nuestro Estado, que han obligado a tantos hijos de nuestra patria a la emigración. Ha sido una emigración política, ideológica y cultural. Sólo después para encontrar trabajo numerosos millones de polacos pobres, particularmente del campo, emigraron en gran parte más allá del Océano. Contemporáneamente a esta oleada migratoria comenzó la última guerra. La guerra sorprendió fuera de los confines de nuestra frontera a tantos hijos e hijas de la patria, y éstos ofrecieron su vida en todos los frentes del mundo por su patria y por su independencia, y después de la guerra, no pudieron regresar a Polonia por la que habían combatido.

Incluso, pues, en nuestra época se escribe también una nueva parte de los libros sobre las peregrinaciones polacas, como hacía Mickiewicz. Este encuentro nuestro de hoy debemos inscribirlo en esta parte. Dejamos a la Divina Providencia dar un significado importante a este encuentro entre los compatriotas de todo el mundo con el Papa-polaco, porque ninguno de nosotros lo puede dar. Para darle un significado pleno, deberíamos tener conocimiento del pasado y del futuro. El conocimiento del futuro depende totalmente de la sabiduría y del poder de Dios.

4. Nosotros ahora detengámonos en este punto que nos permite recorrer nuestra historia y también conocer el presente: debemos sacar de nuestro encuentro los motivos fundamentales que nos llevan directamente al gran aniversario de San Estanislao. La tradición medieval nos confirma que él es Patrono excepcional de los polacos. Esta Polonia de los Piastas, que fue dispersada, debía tener este Patrono de la unidad de la patria, no sólo para permanecer unida, sino sobre todo para encaminarse hacia una vía de progreso. Sabemos que este desarrollo comenzó al fin del siglo XIV, cuando la unidad se apoyó primero en la corona de Wladyslaw Loktetek, y después se fundó en la de Kazimierz Wielki. En este tiempo comienza el período del universalismo polaco, en el que destaca primeramente la universidad de Cracovia: y después seguirán otros acontecimientos: el comienzo de la dinastía Jagellonica, la providencial obra de la Reina Beata Jadwiga, la unión polaco-lituana, el gran desarrollo de la cultura humanista cristiana. Estos han sido los frutos del bautismo de Polonia, tal como se han manifestado en ese preciso momento histórico.

Universalismo significa pertenencia a la comunidad humana, más amplia que la propia nación. Significa también madurez de esta nación que da como un pleno derecho entre todas las naciones del mundo. El universalismo tiene carácter profundamente humanista y también ahí vemos un excepcional reflejo cristiano que desea unir a los hombres sobre la base del pleno respeto de su dignidad, de su ser personas, de su libertad y de sus derechos. Todos tenemos el mismo Padre.

5. En este encuentro excepcional de hoy debemos desearnos —con la ayuda de la gracia de Dios y por intercesión de María, Madre de la Iglesia que es nuestra Señora de Jasna Góra, Reina de Polonia, con la intercesión de San Estanislao, de San Adalberto y de todos los Santos y Beatos polacos, hasta el Beato Maximiliano Kolbe y la Beata María Teresa Ledochowska— que todos nosotros, dondequiera que estemos, logremos dar testimonio de la madurez de Polonia, logremos hacer más fuerte nuestro derecho de ciudadanos entre todas las naciones de Europa y del mundo, y logremos servir a esta noble finalidad: testimoniar el universalismo cristiano.

Yo he tenido bastantes veces la suerte de visitar en tiempos pasados los grandes centros de emigración polaca. Hoy os ruego, queridos compatriotas, que aceptéis la bendición de la mano del Papa, del primado de Polonia y de los obispos aquí presentes que representan al Episcopado polaco —y que la llevéis a vuestras familias, a vuestras comunidades, a vuestras parroquias, a vuestros ambientes de trabajo—, como signo de este encuentro que permanecerá siempre en mi corazón.



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