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VIAJE APOSTÓLICO A IRLANDA
(29 DE SEPTIEMBRE - 1 DE OCTUBRE)

ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS SEMINARISTAS

Capilla del seminario de Maynooth
Lunes 1 de octubre de 1979

 

Queridos hermanos e hijos en nuestro Señor Jesucristo:

Vosotros ocupáis un lugar muy importante en mi corazón y en el corazón de la Iglesia. En mi visita a Maynooth he querido estar a solas con vosotros, aunque sean unos minutos nada más.

Hay muchas cosas que querría deciros; cosas que he ido diciendo durante todo el primer año de mi pontificado acerca de los seminaristas y los seminarios.

De un modo particular me gustaría hablaros de nuevo de la Palabra de Dios: de cómo estáis llamados a oírla, guardarla y ponerla en práctica. Y de cómo habéis de basar toda vuestra vida y ministerio en la Palabra de Dios tal como es transmitida por la Iglesia, tal como es expuesta por el Magisterio, tal como ha sido entendida a lo largo de la historia de la Iglesia por los creyentes guiados por el Espíritu Santo: Semper et ab omnibus la Palabra de Dios es el gran tesoro de vuestras vidas. A través de la Palabra de Dios llegaréis a un profundo conocimiento del ministerio de Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de María: Jesucristo, el Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento y el Salvador del mundo.

La Palabra de Dios es digna de todos vuestros esfuerzos. Abrazarla en toda su pureza e integridad, y difundirla con el ejemplo y la predicación, es una gran misión. Esta es vuestra misión hoy, mañana y el resto de vuestras vidas.

Ahora que seguís vuestra vocación —una vocación tan íntimamente relacionada con la Palabra de Dios— quiero recordaros una lección sencilla, pero importante sacada de la vida de San Patricio; y es la siguiente: En la historia de la evangelización el destino de un pueblo entero —vuestro pueblo— fue radicalmente transformada para el tiempo y la eternidad a causa de la fidelidad con que San Patricio abrazó y proclamó la Palabra de Dios y debido a la fidelidad con que San Patricio siguió su llamada hasta el final. Lo que realmente quiero que comprendáis es esto: que Dios cuenta con vosotros; que El hace sus planes, en cierto modo, dependiendo de vuestra libre colaboración, de la oblación de vuestras vidas y de la generosidad con que sigáis las inspiraciones que el Espíritu Santo os hace en el fondo de vuestros corazones.

La fe católica de la Irlanda de hoy está ligada, en el plan de Dios, a la fidelidad de San Patricio. Y mañana, sí, mañana algunos aspectos del plan de Dios estarán ligados a vuestra fidelidad, al fervor con que digáis sí a la Palabra de Dios en vuestras vidas.

Hoy Jesucristo os hace esta llamada a través de mí: la llamada a la fidelidad. En la oración descubriréis más y más cada día lo que quiero decir y cuáles son las implicaciones de esta llamada. Por la gracia de Dios entenderéis más y más cada día cómo Dios pide y acepta vuestra fidelidad como condición para la efectividad sobrenatural de toda vuestra actividad. La suprema expresión de fidelidad vendrá con vuestra autodonación irrevocable y total junto con Jesucristo al Padre. Y que nuestra bendita Madre María os ayude a hacer aceptable esta ofrenda.

Recordad a San Patricio. Recordad lo que la fidelidad de un solo hombre ha significado para Irlanda y el mundo. Sí, queridos hijos y hermanos, la fidelidad a Jesucristo y a su Palabra hace que todo sea diferente en el mundo. Miremos, por tanto, hacia Jesús que es para siempre el fiel testigo del Padre.

 



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