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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRIMER EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA POPULAR DEL CONGO
ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 28 de abril de 1980

 

Señor Embajador:

Deseando proporcionarse mutuamente los medios de entablar de modo permanente un diálogo constructivo, hace algún tiempo la Santa Sede y vuestro país decidieron de común acuerdo establecer relaciones diplomáticas mutuas. Ya ha sido acreditado en Brazzaville un Pro-Nuncio Apostólico. Personalmente me siento muy complacido hoy al recibir al primer Representante acreditado de la República Popular del Congo.

Le ruego acepte mi felicitación en el momento en que inaugura su alta misión. Es una felicitación de bienvenida y de prosperidad para su persona, su familia y sus colaboradores. Estos votos están a la altura de los suyos, cuya cortesía he apreciado mucho.

Me han impresionado asimismo las nobles palabras que me ha transmitido de parte del Excmo. Sr. Presidente Denis Sassou N'Guesso. Dígale que le saludo con todo respeto, me siento dichoso al pensar que pronto gozaré de su hospitalidad y le estoy muy agradecido por haber facilitado esta visita pastoral en territorio congoleño.

Este quiere ser el carácter de mi periplo africano; ante todo, un viaje religioso para visitar a las comunidades cristianas locales, y un viaje de amistad y amor fraterno para saludar al pueblo y amarlo más por haberlo conocido mejor. Iré al Congo como mensajero de paz y hombre de Dios, para ofrecerle el testimonio de mi estima hacia ese pueblo al que deseo un porvenir prometedor y próspero. Será una etapa bastante breve, pero que sin duda alguna resultará fructífera y rica en recuerdos a la hora del retorno.

Ha tenido la bondad de señalar algunas de las iniciativas de la Santa Sede en el plano internacional. Están animadas por el servicio al hombre y a todas las grandes causas que se relacionan con el servicio al hombre. En este terreno ninguna otra mira mueve a la Iglesia católica, que quiere ser siempre fiel a la misión que Dios le ha confiado. Con este espíritu, que incluye el respeto a los poderes públicos del Estado, es cabalmente como quisiera reforzar nuestros vínculos con la República Popular del Congo. No hay duda de que usted por su parte se ocupará de consolidarlos y, de este modo, hará realidad mis deseos más hondos.

Sobre usted, Excmo. Señor, y sobre su familia y cuantos le acompañan, imploro las bendiciones del Altísimo, a quien confío asimismo a toda la querida nación congoleña.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.18, p.4.

 



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